Ahí estaba otra vez, el mismo antiguo dardo del orgullo.. .
sutil, distrayendo, enfocando hacia adentro,
inflando el yo.
Pero esta vez alcancé a verlo
cuando pasó rápidamente por mi pensamiento,
y esta vez supe que no lo iba a albergar;
ningún lugar tendría donde alojarse o habitar.. .
ningún poder para ser yo.
Porque una vez visto, el orgullo es más fácil de negar:
es un enemigo ya abatido, un ladrón burlado.
Desechado y rechazado, no puede hacer daño;
no tiene luz propia ni vida personal.
Y ahora, allí donde el orgullo hubiera crecido
pretendiendo haber hecho la obra de Dios,
la humildad remueve el suelo
y la gratitud florece cada día más.
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