Hace poco, recibí una carta de una amiga que había estado enfrentando una prueba difícil en su vida. Aunque ella sentía que ya había tratado el problema por medio de la oración y que estaba progresando, también reconocía que todavía debía resolver algunos aspectos del problema más plenamente.
Al recordar la experiencia, ella escribió: “Fue una época difícil. Tenía mucho miedo, y no sentía la presencia de Dios tan fácilmente en medio de aquel temor. Al igual que en todas las dificultades en mi vida, tuve que enfrentar las preguntas más fundamentales: ¿Existe un Dios? y si es así, ¿cuál es Su naturaleza? Supongo que si pudiéramos contestar estas preguntas con completa seguridad y total entendimiento, ningún desafío nos podría socavar”.
Entonces ella observó: “Pero debido a que hay errores que no se han examinado y dudas que no se han resuelto, todo el trabajo se reduce a estos puntos fundamentales: purificar y aclarar”.
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