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Confiemos en Dios y en el hombre

Del número de marzo de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todos necesitamos confiar, tener algo en qué apoyarnos, algo que nos haga sentir bien dentro de nosotros mismos, algo de qué depender. Por supuesto, sabemos por experiencia que las cualidades espirituales, tales como la inteligencia, la pureza y el amor son dignas de nuestra confianza. En realidad, nada es más confiable que la fuente de estas buenas cualidades, o sea, Dios, quien ama constantemente a toda Su creación.

Pero, ¿qué decir del hombre? ¿No es verdad que a menudo encontramos fácil amar las verdades espirituales pero nos es difícil verlas en nosotros mismos o en los demás? ¿No debiera la creación de Dios, incluso el hombre, merecer también nuestra confianza? El Apóstol Juan nos dice en una de sus epístolas: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?"  1 Juan 4:20.

Al contemplar nuestro mundo tal vez no hallemos mucho que sea digno de confianza. Muchas personas puede que respondan en forma negativa a la pregunta: "¿Cree usted en el hombre?" porque han sido ofendidas por otros y han perdido la confianza en la gente. A veces pareciera haber buenas razones para desconfiar. Entre las naciones no siempre se respetan los pactos de paz; entre familiares no siempre se recibe la ayuda que unos a otros se han prometido; en el trabajo no es raro ver intrigas. La confianza, la base para una coexistencia armoniosa, a menudo se pone donde no se debe.

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