Hay algo que decir con respecto a la experiencia. En efecto, un proverbio chino dice: "Para saber qué encontraréis más adelante en el camino, preguntadle a aquellos que lo han recorrido". Las dos madres que grabaron esta conversación acerca de enseñar valores espirituales ahora también son abuelas, de manera que lo que aquí narran puede ser la experiencia de un camino recorrido dos veces.
He conversado con muchas madres jóvenes que se preguntan cómo enseñar a sus hijos valores espirituales. La frase en sí misma parece ser un contrasentido, como si los valores estuvieran separados de lo que somos y de lo que hacemos diariamente.
Ahora yo estoy convencida de que Dios fue el poder en nuestro hogar, y las reglas que observábamos diariamente — aquellas importantes — vinieron de la Biblia y de la vida y enseñanzas de Cristo Jesús. Recuerdo que yo deseaba criar y cuidar a nuestros hijos de la manera en que Jesús amaba a los niños. Obtuve esa idea de una declaración que hace la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: "Jesús amaba a los niños por estar libres de mal y por su receptividad a lo que es justo".Ciencia y Salud, pág. 236. No quiero decir que nuestros hijos siempre se portaban bien. Eran niños como todos los niños. Pero yo sabía que si los amaba partiendo del punto de vista del bien que les era propio, su comportamiento y bienestar tendrían, por lo menos, un mejor modelo para seguir. ¿Recuerdas la historia de la maestra de escuela a quien se le asignó una clase de niños cuyo nivel de rendimiento estaba por debajo del normal, pero que se los presentaron como muy dotados? La maestra trató a esos niños como muy talentosos, y el rendimiento de los alumnos alcanzó un nivel muy alto. Bueno, de igual manera, el amar a los niños viéndolos libres de error y receptivos a lo bueno tiene un efecto liberador en ellos que les permite ser como son espiritualmente.
Juana: Esperar el bien es algo diferente de expresar un amor ciego que resulta de una mera adhesión emocional u orgullo, o de tratar de planear cómo conseguir que los niños se comporten bien o que se sientan seguros. ¿Recuerdas la enorme cantidad de consejos y advertencias que se les daba a los padres cuando nuestros hijos eran pequeños? Para mí sólo una cosa era cierta: que de ninguna manera podría yo crear seres tan excepcionales. Por lo tanto, sabía que debía recurrir a Dios, que es el creador responsable, para que me guiara cómo enseñar y amar a nuestros hijos de la mejor manera posible. Desde ese punto de vista sentía que la maternidad era algo natural y posible.
Emilia: ¿Les enseñaste específicamente acerca de Dios?
Juana: Cuando eran pequeños leía con ellos una sección de la Lección Bíblica La Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana como se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y que consiste en citas de la Biblia Reina-Valera y de Ciencia y Salud. antes de que se fueran a la escuela o, por lo menos, hablábamos sobre algo de la Biblia. Aprendimos a orar juntos.
En cuanto a valores espirituales, cero que los niños intuitivamente perciben si los padres se sienten sinceramente cerca de Dios. Si la presencia de Dios parece importante, entonces esto naturalmente viene a ser parte de lo que los niños consideran ser la base de la familia. Yo sé que no siempre vivíamos o hablábamos, o ni siquiera pensábamos, de acuerdo con el más alto concepto del Sermón del Monte. Fallamos muchas veces, pero nunca aparentamos ser ante nuestros hijos algo que no éramos. Estoy segura de que tener como meta una norma cristiana fue un sólido apoyo para todos nosotros.
Emilia: En nuestro hogar, a la hora del desayuno junto con el cereal y los huevos, yo les "servía" una sección de la Lección Bíblica. Mi esposo, Lorenzo, no estudia la Ciencia Cristiana, pero estaba de acuerdo en que los niños necesitaban este nutrimento espiritual. Este era un procedimiento tan usual que cuando uno de nuestros hijos sólo tenía dos años de edad, acostumbraba a orar el Padre Nuestro Ver Mateo 6:9–13. de esta manera: "El desayuno nuestro de cada día, dánoslo hoy".
Luego, por un tiempo, Lorenzo tuvo un socio que se alojaba en nuestra casa cuando venía al pueblo. La primera vez que Daniel iba a desayunarse con nosotros, mi esposo me dijo: "¡Me imagino que no irás a leerle la lección a Dan!" Recuerdo que le respondí: "Si Dan toma desayuno con nosotros, ¡por cierto que tendrá la lección! Es parte de nuestro pan de cada día". Daniel se sentaba, escuchaba y luego decía: "¡Gracias!" Los niños tampoco parecían pensar que esto fuera algo anormal.
Años más tarde, cuando los niños ya se habían ido de casa, un día Daniel vino a visitarnos. Les serví a él y a Lorenzo el desayuno, y Daniel me dijo: "¿Qué pasa con la lección?" Le dije que ya no la leíamos durante el desayuno porque los niños ya no estaban con nosotros. Daniel entonces comentó: "Yo le dije a mi esposa que era por eso que me gustaba tanto alojarme aquí".
Juana: A menudo nos imaginamos que a otros no les interesa que hablemos sobre temas religiosos o que leamos la Lección Bíblica con los niños. Mas cuando esto pasa a ser parte de la manera afectuosa de una familia de comenzar el día, no por superstición ni como algo forzado, entonces no es difícil encontrar aceptación. Esto no quiere decir que no haya a veces resistencia. Muchas veces alguno de nuestros hijos solía decir: "¡Ay mamá! ¿Tenemos que leer esta mañana?"
Las decisiones y alborotos de la vida familiar pueden parecer abrumadores. Una madre joven me dijo no hace mucho: "La vida y la metafísica me parecían muy fáciles hasta que tuve un bebé y responsabilidades. Entonces tuve realmente que descubrir aquello en lo que confiaba con tanta profundidad, y qué significaba Dios para mí de una manera palpable. Cuando se vive con niños, uno tiene que practicar las verdades. Uno no puede hacerse muchas ilusiones respecto a los desafíos".
Emilia: ¿Te preguntaron alguna vez tus amigos acerca de confiar en Dios al hacer frente a todas las necesidades de tu familia?
Juana: Parientes y amigos pensaban que mi estudio de la Ciencia Cristiana estaba muy bien para ciertas cosas, pero no para problemas físicos.
Emilia: Una pregunta que de continuo me hacían era: "¿Qué harías si uno de tus hijos se quebrara una pierna?" Me preguntaban esto tan a menudo que realmente tuve que orar mucho y ver cuál era mi convicción al respecto. Finalmente, se me ocurrió que la pregunta "¿Qué harías si?" implicaba en sí misma que Dios en ciertas ocasiones no existe. Así fue que en lo íntimo y profundo de mi oración mi respuesta vino de manera simple y definitiva: "¡Dios existe siempre!" Cuando las palabras teóricas "¿Qué harías si?" surgían de parte de amigos o los niños, yo sabía que la respuesta espiritual esencial era el hecho: "¡Dios existe siempre!" Esto significó para mí que Dios, como Espíritu, Vida y Amor divinos, existe más allá de toda duda. El está siempre en control y no hay situación alguna que pueda separar al hombre de Dios.
Me fui sintiendo cada vez más segura de que en el cuidado que daba a mis hijos siempre tendría la respuesta necesaria cuando la necesitara, porque Dios existe siempre. Recuerdo esa maravillosa declaración de la Sra. Eddy en Escritos Misceláneos: "El amor paternal de Dios como Vida, Verdad y Amor, glorifica Su soberanía".Esc. Mis., pág. 234. Ese es el verdadero poder paternal, que siempre es adecuado para hacer frente a las necesidades humanas.
Debes saber que tuvimos una perfecta curación de una pierna fracturada confiando en la oración, en el todo poder y presencia de Dios. Miguelito estaba cursando segundo grado cuando un domingo por la tarde salió con su papá a deslizarse en tobogán. Cuando salieron, Lorenzo llevaba el tobogán, cuando regresaron poco después traía al niño en sus brazos. Una pierna de Miguel colgaba inerte en una posición que no era natural. Había estado subiendo la colina con su tobogán a cuestas cuando un tobogán, que descendía lleno de adultos, lo estrelló. Este fue sin duda un accidente serio: según todas las apariencias un hueso se había fracturado.
Aquí me encontraba yo ahora enfrentando la pregunta que por tanto tiempo me habían estado haciendo: ¿Qué harías ante el problema de una pierna quebrada? ¡Dios bendiga a mi esposo que rehusó dejarse dominar por el temor! Con mucha calma dijo que teníamos que decidir cuáles eran los pasos correctos a dar. Se necesitaba atención específica de inmediato.
Lorenzo había visto muchas veces en los niños la eficacia de la curación mediante el tratamiento en la Ciencia Cristiana, de manera que sabía que este tratamiento era confiable. Miguel, Lorenzo y yo estuvimos de acuerdo en llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara con nosotros.
En ese mismo momento sentí con certeza que la promesa de curación espiritual, de acuerdo como Cristo Jesús sanaba, era completamente confiable. Yo deseaba para nuestro hijo, a quien amaba con todo mi corazón, el mejor cuidado posible y sabía por nuestras experiencias que la curación espiritual podía proveer tal cuidado. No abrigué dudas de que la ley espiritual respondería a la necesidad humana. Yo había captado ya cierto grado de comprensión de que Dios existe siempre, por lo tanto, sabía que la unidad de Dios con Su hijo espiritual estaba intacta. Tenía que haber curación porque estábamos bajo la ley de la totalidad de Dios.
Encontré estas palabras de la Sra. Eddy: "El punto que cada uno debe decidir es, si es la mente mortal o la Mente inmortal que es causativa."Ciencia y Salud. pág. 195. Si yo decidía que Dios, la Mente inmortal, era causativa, entonces el procedimiento correcto era orar para comprender sin reservas que la Mente, Dios, era la única causa en esta situación específica. Tal oración elimina la creencia de que los accidentes o el temor puedan ser verdad en el reino de Dios.
Hacía mucho tiempo que yo había decidido amar a este niño como Cristo Jesús amaba al linaje de Dios, es decir, libre de error o accidentes, expresando sólo lo que es bueno, y en la condición pura de los hijos de Dios. En el sentido más radical y espiritual, sólo Dios produce la acción, y en la acción divina sólo hay armonía.
En la Ciencia Cristiana, el efecto de una confianza humilde, de una afirmación consciente, y de compresión espiritual es poner el pensamiento y la experiencia humana a tono con la ley divina. Así es como la línea del Padre Nuestro "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" Mateo 6:10. viene a ser práctica. No se trata de que nosotros arreglemos las cosas en la tierra, sino que el orden divino del cielo tiene superioridad sobre las apariencias terrenales. En esta coincidencia de lo humano y lo divino, el Cristo, o "Dios con nosotros", responde a las necesidades humanas.
Esta es la base del razonamiento espiritual y de la oración en que estuve sumida en tanto que Lorenzo ponía en su cama a Miguel y colocaba su pierna sobre una almohada, cerciorándose de que estuviera cómodo. Entonces Miguel y yo hablamos acerca del amor absoluto con que Dios lo amaba y cuidaba de él. Hicimos mucho hincapié en sentirnos agradecidos por la naturaleza espiritual del hombre como imagen de Dios.
Al atardecer el dolor había desaparecido. Aunque Miguel tuvo que permanecer en cama durante dos semanas antes de regresar a la escuela, el dolor no volvió. Aprecié especialmente esta idea en Ciencia y Salud: "Paso a paso hallarán los que en El confían que 'Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones' ".Ciencia y Salud, pág. 444. Nuestra confianza fue recompensada hasta el punto de saber por intuición cómo brindarle la atención adecuada. Fue obvio que la curación se fue manifestando a diario. Pronto fue completa, y Miguel pudo caminar libre y con normalidad. Al mes estaba tomando clases de natación en la Asociación Cristiana de Jóvenes en la localidad. Más tarde, patinó en el hielo haciendo acrobacias, y jugó baloncesto en la escuela superior y en la universidad.
Juana: Esta es una curación que da confianza. Me parece que la situación no fue un compromiso ni un alarde. Es obvio que fue una decisión espiritualmente intuitiva, y que guardó relación con tu diaria confianza en la ley divina y en la comprensión de que el hombre es espiritual.
Emilia: Fue un tiempo especial de unión y apoyo entre los tres niños y nosotros los padres. Pero aún más importante fue que todos sentimos en especial nuestra cercanía con Dios. Cuando una curación específica se está desarrollando, tenemos cuidado de mantener el pensamiento en un nivel puro y correcto. De manera que, en el plano físico, el hueso se estaba ajustando, en tanto que en el mental y espiritual estábamos acercándonos a Dios, y los unos a los otros.
Todavía recuerdo con qué certeza sentí la presencia sanadora de Dios, revelada por el Cristo. Fue maravilloso presenciar, mediante el tratamiento en la Ciencia Cristiana, la eliminación del dolor y la completa curación de algo que tan a menudo yo me había preguntado.
Los niños estaban acostumbrados a orar los unos por los otros, y por mí también. Si alguno de ellos alguna vez estaba enfermo, yo les decía: "Necesitamos ayuda. Todos tenemos que orar". Los niños me dicen ahora que fue realmente importante para ellos que les pidiera orar. Les ayudó a mostrar amor los unos por los otros de una manera muy especial. Jamás fue asunto de saber cuál oración había tenido resultado. Era indudable que si encomendábamos las cosas a Dios como Cristo Jesús lo hacía, confiando en el poder de Dios, entonces las cosas que tenían que cambiar cambiarían. Y en esta memorable experiencia, esto fue lo que ocurrió.
