Recuerdo una vez cuando tenía alrededor de cinco años y mi familia fue a ver una obra de teatro sobre el tema de la Pascua en una universidad local. La representación de Cristo Jesús fue muy convincente.
Es curioso que la escena que recuerdo con más claridad no es la del arresto y crucifixión de Jesús. La que aún puedo ver como si tuviese de nuevo cinco años y estuviera sentado en aquel oscuro teatro de la universidad, es la escena en la que traen niños a ver a Jesús y sus discípulos los reprendían.
La Biblia dice que cuando Jesús se dio cuenta de lo que habían hecho sus discípulos, "se indignó". Les dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios", Marcos 10:14. y Jesús continuó diciendo que aquellos que no recibieran el reino de Dios como un niño pequeño no entrarían en él.
En otra ocasión repitió esa lección, lo que indica que eso era algo que él consideraba realmente crucial para el progreso espiritual. En ese momento sus discípulos estaban discutiendo sobre quién era el mayor en el reino de Dios. Jesús respondió llamando a un niño pequeño y poniéndolo en medio de ellos, y luego dijo: "Cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos". Sin embargo, no dejó ahí el asunto. Continuó diciendo: "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar". Mateo 18:4, 6.
Palabras fuertes. Sin duda nuestro mundo necesita dar muchísima más consideración a lo que le estamos haciendo a los niños. ¿Acaso esas palabras no nos están realmente diciendo que Jesús consideraba muy crucial nutrir y proteger la espiritualidad en ciernes? Por supuesto que hablaba acerca de los niños. Pero Jesús no se refería solamente a la gente joven.
Sin duda, se estaba refiriendo a la cualidad o contenido del pensamiento de cada persona. Durante todo su ministerio procuró mantener la pureza espiritual en hombres y mujeres. Esto también tiene prioridad en la Ciencia de la curación cristiana.
Esta pureza e inocencia no significan ingenuidad. La persona verdaderamente pura e inocente también adquiere mayor sabiduría y fortaleza. Ha visto demasiados resultados trágicos debidos al odio, la sensualidad, el temor, la deshonestidad, la codicia y demás, para no dejarse engañar por las astucias del mal y de sus efectos siempre dañinos cuando no se les hace frente.
La Ciencia Cristiana libera a hombres y mujeres del mal. Este hecho es tan importante como sanar la enfermedad, lo que generalmente es más asombroso. En los orígenes del cristianismo vencer el mal y sanar la enfermedad fueron una y la misma cosa. La Ciencia Cristiana está demostrando que son una y la misma cosa hoy en día.
Cuando la Sra. Eddy incluyó un capítulo titulado "Enseñanza de Ciencia Cristiana" en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, indicó que la Ciencia Cristiana es un sistema científico de ética. Establece una división entre lo bueno y lo malo y nos muestra cómo podemos hacer siempre lo que es correcto. Hay una ley divina que sostiene nuestra habilidad para hacer lo bueno, y esa ley es constante, siempre está apoyándonos. Cuanto más nos esforzamos por practicar la Ciencia Cristiana, más llegamos a ver nuestra innata inocencia y pureza espiritual, gobernadas por el Espíritu divino.
Hay algo absolutamente esencial que la Ciencia Cristiana enseña acerca de esta naturaleza espiritual y de su actividad. Es el hecho de que necesitamos proteger nuestro pensamiento y no simplemente aceptar todo lo que se presente ante él. Recuerdo algo que dijo una practicista de la Ciencia Cristiana hace muchos años: "Un ladrón puede venir a golpearle la puerta, pero usted no necesita dejarlo entrar".
Del mismo modo se nos presentan hoy muchas cosas que no tienen nada de puras o inocentes. Jesús sabía que este sería el caso también y enseñó a sus discípulos a vigilar lo que albergaban en el pensamiento. Nuestra semejanza con los niños — nuestra innata libertad espiritual de todo mal y nuestra disposición para hacer el bien — es, tal vez, lo más importante que deberíamos saber acerca de nosotros mismos. Nuestra habilidad espiritual para vencer la enfermedad y el pecado se basa en este conocimiento y en nuestra identificación verdadera.
Ciencia y Salud aconseja: "Debiéramos comprender la inoculación de malos pensamientos humanos y protegernos contra ella".Ciencia y Salud, pág. 449. Esta inoculación no es más que la introducción sutil — o no tan sutil — en el pensamiento de valores o actividades que sostienen que el hombre es mortal y sólo material. A menudo, el simple hecho de acostumbrarnos a algo, sin cuestionar o desafiar sus argumentos, nos "inocula". Es decir, después de haber superado la sorpresa inicial que se produce cuando vemos o escuchamos algo malo por primera vez, no damos tanta importancia a asociar las fases del mal con la gente.
Un ejemplo simple. Recuerdo una película famosa de hace algunos años que tenía una escena chocante muy inesperada. Aparentemente, todos los espectadores, al verla, quedaron boquiabiertos. Pero tiempo después, hablando con algunas personas que habían vuelto a ver la película, les pregunté cómo habían reaccionado al presenciar esa escena por segunda vez. Una dijo: "Oh, no fue gran cosa"; dos o tres más asintieron con la cabeza. Todos estuvieron de acuerdo en que la escena representaba algo malo, pero la segunda vez que la vieron los perturbó menos. ¿Será posible que hubieran sido inoculados sutilmente la primera vez que la vieron y ahora el mal no les parecía tan malo?
Haríamos bien en proteger nuestro pensamiento; y lo protegeremos en la medida en que comprendamos mejor la verdadera naturaleza espiritual del hombre, que es completamente buena y está libre de todo mal. Somos realmente buenos porque Dios es el bien y el hombre es Su reflejo.
El progreso espiritual significa que llegaremos a ser más semejantes a los niños, no ingenuos o ignorantes, sino fuertes, de pensamiento claro, valientes y capaces de sanar por medio de la oración de la comprensión espiritual. Nuestro patrimonio es ser buenos, estar libres del mal, y conocernos como Dios nos hizo. Esto es lo que el mundo necesita, y los hombres y mujeres de mentalidad espiritual encontrarán los medios de sanar en un mundo perturbado, y de ampliar el círculo de curación espiritual para que todo corazón preparado encuentre acogida. Seremos mejores representantes de Cristo.
Esto debe de haber sido lo que la Sra. Eddy tenía en mente cuando, en una visita a La Iglesia Madre, terminó su discurso ante la congregación diciendo: "Amados niños, el mundo os necesita — y más como niños que como hombres y mujeres: necesita de vuestra inocencia, desinterés, afecto sincero y vida sin mácula. También vosotros tenéis necesidad de vigilar, y orar para que preservéis estas virtudes sin mancha, y no las perdáis en el contacto con el mundo. ¡Qué ambición más grandiosa puede haber que la de mantener en vosotros lo que Jesús amó, y saber que vuestro ejemplo, más que vuestras palabras, da forma a la moral de la humanidad!".Escritos Misceláneos, pág. 110.
Ahora es el momento perfecto para dedicarnos a este deseo sagrado. Desarrollará en nosotros la fuerza y la integridad para ser sanadores cristianos en un mundo que está dispuesto y expectante.
