¿Se ha encontrado alguna vez en medio de una clase de la Escuela Dominical en la que el tema que se trató nunca llegó a cobrar el interés suficiente como para iniciar una buena discusión? Se hicieron preguntas que recibieron respuestas pero éstas fueron tan lacónicas o sin fervor que simplemente quedaron como tortugas encerradas en sus caparazones. Esta no es una experiencia estimulante y no satisface.
Algo que ayuda a animar un diálogo es agudizar y profundizar las preguntas que se hacen. Póngase a prueba contestando: "¿Cuántas preguntas formulo durante la hora de la Escuela Dominical que requieren sólo una respuesta afirmativa o negativa?" "¿Con qué frecuencia hago preguntas de las que se infiere una respuesta obvia o fija con demasiada facilidad?" Por el contrario, "¿Cuán a menudo pregunto algo que todavía no ha hallado respuesta en mi propia vida?" "¿Cuántas veces hago preguntas dirigidas a la experiencia de los alumnos que sólo pueden contestarse basándose en su experiencia personal?"
Las preguntas que requieren un sí o un no, tienen un valor limitado. En ocasiones pueden ser útiles para pasar de una parte de un tema a otro o cuando recién se empieza a abordar un tema. Por ejemplo, podríamos preguntarle a un alumno si alguna vez ha visto a Dios. Esa pregunta se contesta con un sí o un no y es potencialmente el punto de partida para un intercambio activo que es muy pertinente. Pero eso depende de muchas cosas: ¿Hacemos a continuación preguntas que promueven en los alumnos el uso del sentido espiritual? ¿Escuchamos honestamente? ¿Esperamos descubrir algo nuevo en las respuestas de los alumnos a nuestras preguntas?
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