Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Conocer lo que verdaderamente somos

Del número de junio de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La cubierta posterior de un nuevo libro que pasó por mi escritorio el otro día proclamaba en forma entusiasta:

escoja la carrera que sea de mayor beneficio para usted... y ¡triunfe!

entienda realmente a su cónyuge

coseche las recompensas del éxito financiero

evite conflictos y malentendidos innecesarios

use sus recursos personales para lograr mayor felicidad, riqueza y éxito.

¿Cuál es el “secreto”? Bien, parece que una organización en Japón ha desarrollado una nueva teoría que están utilizando varias corporaciones y agencias de gobierno en un esfuerzo por mejorar las condiciones de trabajo y aumentar la productividad. Todo tiene que ver con determinar el tipo de sangre con el cual una persona nace y entonces, teniendo en cuenta ese solo atributo físico, trazar un amplio perfil de varias características emocionales y de personalidad. El título del libro es una afirmación notablemente atrevida: Usted es su tipo de sangre.

Todo empieza a ponerse un poco aburrido después de un tiempo. Cierto astrólogo de la “Nueva Era” dice que nosotros somos lo que la energía cósmica o la alineación de las estrellas y los planetas nos hacen. Entonces otro “experto” reclama que nosotros somos nuestro ritmo biológico. O que todo sobre nuestro carácter puede ser categorizado de acuerdo con alguna teoría sicológica popular. O que nuestro comportamiento realmente depende de la constitución química del cerebro. O, en términos aun más complejos, que el código genético en el ADN transmitido por los padres y los antepasados es lo que determina quienes y qué somos.

Muchas personas serias no están realmente satisfechas con ninguna de esas opiniones. Las reclamaciones supersticiosas, lo teórico, aun las explicaciones más sofisticadas de tipo clínico, biológico o químico, parecen carecer de algo fundamental. Intuitivamente la gente siente que debe de haber algo más allá de lo que ellos son físicamente. No podemos ser meramente el cúmulo total de todas esas cosas que la mente humana puede usar para tratar de evaluar el carácter y el valor de una persona desde una base estrictamente material.

¿Acaso no sentimos que es realmente la naturaleza espiritual de nuestro ser lo que de alguna manera necesita tomarse en cuenta? La Biblia declara que “ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”. Job 32:8. Y ¿no podría esta conexión básica con Dios — el hecho de que el Espíritu divino es nuestro creador verdadero y que en realidad expresamos Su naturaleza — ser entonces el punto central que debemos empezar a reconocer para conocer más ampliamente lo que somos en verdad?

En su obra maestra sobre el tema de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy hace la siguiente pregunta: “¿Qué es el hombre?” Ella desarrolla su respuesta en el libro Ciencia y Salud, comenzando desde un punto de vista radicalmente espiritual. Ella declara: “El hombre no es materia, no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre es espiritual y perfecto...”Ciencia y Salud, pág. 475.

Hay mucho más en esa respuesta y en otros pasajes del libro Ciencia y Salud sobre la naturaleza del hombre como la expresión de Dios, el Amor divino. Y mientras más aprendamos sobre este yo espiritual y nos esforcemos por demostrarlo, encontraremos que nuestras vidas se liberan más. Hay libertad genuina en el descubrir nuestra identidad real en Dios. Las flaquezas mortales y morales se disipan paso a paso. La enfermedad, la carencia, el pecado, la limitación de no tener propósito o dirección en la vida, todos estos encuentran respuestas sanadoras en la oración y en el examen de nosotros mismos que traemos a este descubrimiento profundo y espiritual.

Y el examen de nosotros mismos es vital, porque es difícil concebir que la realidad divina brote en nuestras vidas con toda su luz y promesa si no estamos luchando por dejar de lado las falsas tendencias del carácter que ponen sombras u oscurecen lo que la Biblia llama el “nuevo hombre”. De nuevo, el libro Ciencia y Salud aconseja: “Debiéramos examinarnos para saber cuáles son los afectos y propósitos del corazón, porque sólo de ese modo podemos saber lo que verdaderamente somos”.Ibid., pág. 8.

Gran parte del ministerio de Cristo Jesús fue dedicado a ayudar a la gente a comprender su relación con Dios y descubrir lo que eran. Cuando sanó la ceguera, la lepra o la cojera, cuando elevó los corazones del pecado; cuando les enseñó a sus seguidores sobre un Padre misericordioso cuyo amor satisface la necesidad humana en formas innumerables y prácticas, él dio transformación, renovación y promesa fresca a la vida de las personas. Hombres y mujeres comenzaron a encontrarse a ellos mismos al encontrar a Dios.

No tenemos que aceptar menos de lo que Dios nos ha hecho ser como Su pura semejanza, Su expresión ilimitada y espiritual. Usted no es un tipo de sangre, un perfil astrológico, o un código genético complejo. Usted es el hijo de Dios. El descubrir esta realidad espiritual hace una gran diferencia. Nos deja ver lo que honestamente somos, y nos permite lograr todo lo bueno que Dios nos haria lograr. Conocer que somos los hijos de Dios trae curación, libertad y propósito a nuestra vida, en servicio a nuestro creador.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / junio de 1990

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.