Conocí la Ciencia Cristiana por intermedio de mi cuñada que había sido sanada como resultado de su estudio de esta Ciencia.
Desde mi niñez había tenido muy mala salud, y con el paso de los años había experimentado más y más complicaciones por más de veinte años. Durante los últimos años de esa época, permanecía en cama de dos a cuatro días cada semana a causa de un intenso dolor en la región abdominal lo que me paralizaba parcialmente cada vez que ocurría.
Recibí tratamiento médico de diferentes doctores, incluso especialistas, e inclusive iba a dos diferentes hospitales para recibir tratamientos semanales, pero todo en vano. También fui a visitar curanderos tradicionales africanos sin ningún resultado.
Al llegar a este punto, mi cuñada me dio un ejemplar del Christian Science Sentinel, pero al comenzar a leerlo me dio dolor de cabeza y lo dejé de lado, y lo olvidé. Entonces, un día, cuando sufría intensamente en mi cama pensé en el Sentinel. En ese entonces me encontraba simplemente esperando la muerte con la esperanza de hallar una situación mejor en el más allá. Sin embargo, me arrastré hasta el cuarto en donde estaba el Sentinel. Comencé a leer, y encontré estas conmovedoras citas de la Biblia: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios 3:5) y “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Inmediatamente me di cuenta de que el desafío era aprender cómo mis ojos podían ser abiertos para que reconocieran los efectos de la existencia de Dios en mi vida.
Lo que noté en seguida era que estaba sentada, recta y libre de todo dolor. Rápidamente sané, de manera permanente, de todas las complicaciones. Después de tres días de estudio vacié sin la menor duda la caja de medicinas. Por primera vez comencé a comprender a Dios como Amor y como Vida. Por medio de la Ciencia Cristiana ahora sólo me apoyo en Dios, y mi vida se ha llenado “de bendiciones”, como dicen las primeras palabras en el Prefacio de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy esta lleno de bendiciones” (pág. vii).
Pretoria, Transval, República de Africa del Sur
