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Una simplicidad que es sabia

Del número de junio de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tal vez sea una buena idea mirar más allá de un concepto superficial acerca de lo que es viejo y lo que es nuevo. También necesitamos discernir mejor entre lo que es sofisticado y lo que es simple.

En una era de técnicas y mecanismos médicos increíblemente complejos, la práctica de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) de sanar mediante medios espirituales, puede parecerle a algunos algo demasiado simple en su enfoque. Un corazón compasivo puede temer de que no está ocurriendo nada sustancial, de que no se está haciendo nada si no hay algo visible y complicado. (Un corazón duro puede desdeñar las cosas espirituales considerando que no son en manera alguna prácticas.)

Si nos dejamos convencer por los llamados conocimientos modernos que declaran que el hombre es una intrincada maquinaria material compuesta de kilómetros de tubos, nervios y venas, entonces nos puede parecer que el amor, la fe o la alegría espiritual están fuera de lugar. De hecho, cuanto más convencidos estemos de que el hombre es material, tanto más las cualidades del corazón y del pensamiento — la oración misma — parecerán tener, para nuestro desaliento, muy poco efecto.

Sin embargo, una percepción diferente acerca de la naturaleza del hombre y de Dios restaura la expectativa natural de que la oración puede constituir un poderoso factor para poner las cosas en su justo lugar. Para lograr esta percepción es de inmensa ayuda recordar que las enseñanzas de Cristo Jesús declaran que el Padre del hombre es Dios y que el hombre es el hijo de Dios. Al aceptar esto vemos que ello nos lleva naturalmente a la conclusión de que el hombre tiene que ser mucho más de lo que parece ser. Si el hombre es creado por Dios, que es Espíritu, y fue hecho a imagen de Dios, entonces la naturaleza del hombre tiene que ser espiritual. Cualidades espirituales tales como amor, pureza y bondad que la oración afirma y abriga, son de primordial importancia para mantenerse bien.

Mary Baker Eddy, Fundadora de la Ciencia Cristiana, insistió en tomar en serio tanto las enseñanzas de Jesús como sus obras sanadoras. La Sra. Eddy no descartó ninguna de ellas como algo anticuado y, por lo tanto, dudoso. Por el contrario, debido a que ella misma había tenido algunas experiencias de curaciones en su propia vida, se dedicó a encontrar la base científica en la que se apoyaban esas curaciones. En su libro, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, ella razona así: "El hombre finito no puede ser la imagen y semejanza del Dios infinito... De ahí que el insatisfecho anhelo humano desee algo mejor, más elevado y más sagrado de lo que proporciona una creencia material en un Dios y un hombre físicos".Ciencia y Salud, págs. 257-258.

Es sorprendente ver hasta qué punto hemos sido condicionados, deprimidos y limitados por la constante insistencia de pensamientos que afirman nuestro propio supuesto materialismo. Mas cuando rehusamos aceptar tales sugestiones que nos impone la corporalidad con su imperfección, entonces podemos ver algo nuevo y tal vez muy inesperado. Al desprendernos del cuadro que abrigamos acerca de nosotros mismos y de los demás, de que somos esencialmente corpóreos, nuestras oraciones adquieren nueva vitalidad.

Al volvernos de todo corazón en dirección a Dios, comenzamos a tener un sentido menos terrenal de que nuestro propio ser es la expresión de Dios. Vemos que una expresión del Espíritu y del Amor divinos no puede, por su naturaleza misma, estar enferma, herida, caída o de continuo discordante. Vemos que la expresión de Dios incorpora de manera natural orden, inteligencia, salud y compleción.

A medida que nos aferramos al hecho de que el hombre es realmente la expresión de Dios y que esta expresión es espiritual, no material, el pensamiento se libera del pesado y oculto arrastre del materialismo. Se eleva como un globo cuando se lo deja ir. Y al esforzarnos por vivir de acuerdo con la luz de esta nueva percepción acerca de Dios y del hombre, en lugar de evaluar cada cosa sobre la base de los sentidos físicos, nos disponemos a recibir el influjo de pensamientos diferentes y mejores. Tenemos más alegría y un sentido de realización porque, en verdad, finalmente estamos encontrando nuestro verdadero ver. Nos estamos acercando un poquito más a esa simple verdad del ser espiritual que Jesús tan cabal y extraordinariamente vivió, y que todavía constituye la más exacta descripción de la naturaleza del hombre de Dios.

En la vida de los primitivos cristianos la curación era el resultado natural de lo que bien podría llamarse el concepto correcto del hombre como Cristo Jesús lo veía. Y todavía lo es. Este concepto menos técnico no viene a ser un anacronismo, sino que es una evaluación más exacta del hombre. La Ciencia Cristiana se refiere a ello como "la exposición científica" del hombre y Dios.

Norman Cousins, redactor de una revista, que gozaba de cierta fama al comienzo de su carrera, ha llegado a ser aún más conocido en los últimos años debido a una curación que tuvo, esencialmente sin medios médicos, de lo que parecía ser una grave enfermedad. Escribió un libro acerca de esa experiencia, titulado Anatomy of an Illness (Anatomía de una enfermedad), y más tarde dijo: "Es una perversión del racionalismo argüir que palabras tales como 'esperanza', 'fe', 'amor' o 'gracia' carezcan de significado fisiológico".Human Options (New York: W. W. Norton & Company, Inc., 1981), pág. 224. Muchas personas serias, después de décadas de una evaluación predominantemente tecnológica del hombre, hoy en día están viendo que los sentimientos y los pensamientos son factores muy significativos en la salud de la humanidad. Es una importante "señal de los tiempos" en medio de las bárbaras y nuevas aserciones de la omnipotencia del materialismo. A pesar de estas afirmaciones, en los últimos años del siglo veinte, está ganando terreno el poder de una idea profundamente simple pero correcta acerca del hombre, y la capacidad que tienen aun pequeños fragmentos de esa idea para aumentar la curación en toda la gama de la experiencia humana.

Sin embargo, el sincero buscador espiritual no espera a que la sociedad se ponga al día con la sabiduría supremamente práctica del hombre Cristo Jesús. El buscador y el cristiano la siguen ellos mismos. Están aprendiendo que la simple justicia espiritual que Cristo Jesús enseñó acerca de Dios y del hombre es científica: una antigua simplicidad que de continuo trae nueva sabiduría.

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