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El poder sanador del amor de Dios

Del número de junio de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The christian Science Monitor


Cuando era niño y ocasionalmente me enfermaba, me cuidaban y atendían con mucho amor. Los temores y malestares se han desvanecido en mi memoria, y sólo quedan dulces recuerdos de la confianza que mis padres tenían en la oración y de su constante y confiado cuidado. No era coincidencia que las enfermedades sanaran rápidamente.

"Dios es Amor", 1 Juan 4:8. nos dice la Biblia. Y, El "sana todas tus dolencias". Salmo 103:3. El afecto puro y desinteresado de un padre tiene su origen en el Amor divino que sana todos nuestros problemas. Aunque fue siempre el amor todopoderoso de Dios lo que trajo curación a mi vida, el tierno cuidado de mis padres hizo que fuera fácil para mí confiar y entender Su amorosa presencia.

Mis padres también crecieron en familias que dependían sólo de Dios para la curación. Ambos habían sido testigos de muchas pruebas de que la oración, basada en la comprensión de Dios, es eficaz. Su ternura estaba respaldada por la comprensión de que el poder de Dios destruye la enfermedad y el dolor, como nuestro Maestro, Cristo Jesús, demostró tan claramente.

Una experiencia familiar puede servir como ejemplo. Un invierno, pusimos nuestra ropa de abrigo y el equipo para esquiar en nuestra camioneta y partimos hacia el este del país. Primero nos sorprendió una ventisca. Luego nos retrasó un desperfecto del automóvil. De una semana que ya prometía ser demasiado corta, perdimos un día completo de esquí, y de comidas y alojamiento pagados por adelantado.

Finalmente, llegamos a nuestro destino. Recién habíamos comenzado a relacionarnos con otras familias, cuando me sentí mareado y con náuseas. Mi madre me abrigó bien, me llevó a nuestra cabaña, y me ayudó a acostar. Luego se sentó a mi lado, leyendo en voz alta de un libro que explicaba cómo Dios me amaba y me protegía de la enfermedad. Siempre me reconfortó escuchar a mi madre leer de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

Pronto se presentó mi padre con mi hermano, quien se había sentido enfermo durante la cena. Fue en ese momento que mi madre se dio cuenta de que tenía que sobreponerse a la decepción que había ido en aumento con cada nuevo obstáculo en nuestros planes. Su oración la guió a abandonar sus tan preciados proyectos para la semana y ceder a la voluntad de Dios. Ella sabía que la voluntad del Amor divino tenía que ser buena y tierna, y que si ella reflejaba el amor de Dios en sus pensamientos y acciones, sería testigo de Su provisión para con nuestra familia. Comprendió que aunque tuviera que dejar de esquiar otro día para cuidarnos, se sentiría contenta por el hecho de probar que el reino de Dios estaba allí mismo, en la cabaña.

Jesús dijo: "El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros". Lucas 17:20, 21. En lugar de pensar helo allí en las pistas de esquí, o helo aquí en un par de días, mi madre eligió seguir las enseñanzas del Maestro y encontrar el reino dentro de ella. Estuvo consciente de la presencia amorosa y sanadora de Dios en ese mismo momento, allí mismo donde ella estaba.

A la mañana siguiente todos nosotros nos sentimos completamente bien, ¡y estábamos ansiosos de salir! Esquiamos ese día y todos los días siguientes, sintiéndonos perfectamente bien.

Ciencia y Salud declara: "La causa promotora y base de toda enfermedad es el temor, la ignorancia o el pecado".Ciencia y Salud, pág. 411. Estos son estados del pensamiento, no condiciones de la materia. Mis padres llegaron a la conclusión de que poner la responsabilidad del bienestar de sus hijos sobre los hombros de otro, o sobre algo, no elimina la causa promotora de un problema. Como tampoco puede eliminarla el dejarse estar con una especie de confianza ciega y optimista. Por el contrario, mis padres trabajaron, estudiaron y oraron para transformar su pensamiento. Reemplazaron el temor, la ignorancia y el pecado con la comprensión del dominio que tiene Dios sobre toda Su creación. Y siguieron trabajando hasta que la curación se hizo evidente.

Es indudable que la curación en la Ciencia Cristiana requiere algo de nosotros. Requiere sabiduría, receptividad, comprensión, valor moral, convicción espiritual. Requiere que estemos deseosos y dispuestos a obedecer todos los mandatos de nuestro Mostrador del camino, Jesús, y de los Diez Mandamientos (el Decálogo Mosaico). Implica que tenemos que orar, indagar y estar atentos al significado espiritual de las Escrituras. A cambio de nuestra obediencia recibimos mucho. Discernimos más de nuestro verdadero ser como la perfecta imagen de Dios. La salud y el crecimiento espiritual son la consecuencia ineludible de comprender cómo nos ha formado Dios realmente.

Esta confianza incondicional en Dios fue un camino profundamente inspirador en el cual ser educado. Fue seguro, responsable, lleno de amor. No me lo hubiera perdido por nada del mundo.

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