¿Qué son los ángeles en realidad? ¿Son seres físicos con alas como las interpretaciones literales de la Biblia, el folklore y las concepciones de artistas nos hacen creer? ¿Es la misión de los ángeles el meramente sacarnos de problemas y hacer que nuestra vida en la tierra sea más placentera?
La Biblia está llena de relatos de cómo Dios y Sus ángeles respondieron a las necesidades humanas de aquellos que de todo corazón confiaron en El. Por ejemplo, fue a la llegada de tres visitantes celestiales que Abraham y Sara, "viejos, de edad avanzada", Ver Gén. 18:9–14. fueron informados del futuro nacimiento de su hijo, Isaac, un acontecimiento que anuló la creencia humana de que cuando cesa el ciclo biológico no se puede concebir hijos. Fue también mediante un ángel que Jacob encontró inspiración y gracia para vencer la voluntad humana, el temor y la duplicidad que durante años habían oscurecido su primogenitura espiritual. Estos y otros personajes bíblicos fueron receptivos a los ángeles debido a la comprensión más profunda que tenían del Todopoderoso, Dios, y por haber crecido en justicia y fe.
En el Salmo noventa y uno leemos sobre el pacto que Dios, el Principio divino, ha hecho con nosotros: "No te sobrevendrá mal... pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos". Esta promesa de protección, salvación y dirección es para todos y a través de todos los tiempos. Cuando nuestra vida no parece dar testimonio de este hecho espiritual, no tenemos que culpar a Dios por ello ni tampoco condenarnos. Con profunda humildad y obediencia podemos esforzarnos por conocer y amar a Dios más espiritualmente. Esto se consigue mediante la oración, y estudiando y practicando las verdades de la Biblia y de la Ciencia Cristiana.
En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, se refiere a los ángeles como "pensamientos elevados", "intuiciones espirituales" y como "la inspiración de la bondad, de la pureza y de la inmortalidad, que contrarresta todo mal, toda sensualidad y toda mortalidad". Ver Ciencia y Salud, págs. 299, 581. Es evidente que la Sra. Eddy no concibió a los ángeles como entidades con vestidura material, sino como mensajeros, o representantes, de Dios, mentales y espirituales, cuyo propósito es acercarnos más a Dios, el Espíritu.
Al revelar a Dios como Mente y Espíritu, la Ciencia Cristiana sostiene que la realidad no es el universo y el hombre materiales que los sentidos corporales presentan. Los sentidos materiales testifican en favor del pecado, la destrucción, la enfermedad; en otras palabras, declaran la ausencia o indiferencia de Dios. Estos sentidos argumentan que el hombre es un pecador mortal separado de Dios y condenado a sufrir. Pero la Ciencia Cristiana mantiene que la mente mortal es mentirosa, una mentalidad ilusoria y falsa. Puesto que Dios es Todo-Mente, la causa y el creador de un universo espiritual y perfecto, que incluye al hombre, el cuadro material tiene que ser una mentira, una creencia falsa, no la realidad.
El hombre y el universo reales son ideas espirituales en la Mente. Estas ideas están eternamente a salvo en el Principio divino y son nutridas con la salud, la compleción y la alegría del Amor. Cada hombre, mujer y niño es, en su ser verdadero, la expresión individual del Alma. El hombre de la creación de Dios sabe que no está separado de Dios, puesto que existe en perpetua unidad con la Vida, la Verdad y el Amor divinos.
Es este sentido espiritual de unidad con el Padre-Madre Dios el que gobernaba a los patriarcas, profetas y discípulos. Es por ello que se sentían tan cerca de Dios y escuchaban Sus mensajes angelicales con tanta claridad.
Si somos fieles al aplicar las verdades de la Ciencia Cristiana en nuestra vida diaria, nosotros también podemos desarrollar y comprender poco a poco nuestro vínculo inquebrantable con el Espíritu, Dios. Entonces nos comunicaremos más fácilmente con los mensajes angelicales que guardan nuestros pasos y promueven en nuestro carácter pureza, inocencia, inteligencia y sabiduría.
¡Cuánta liberación espiritual resulta de saber que no tenemos que esperar a que los ángeles desciendan del cielo! Nuestras oraciones científicas nos permiten sentir y escuchar la presencia de ángeles en nuestros corazones y mentes. Los ángeles están siempre a mano para bendecirnos porque estas ideas espirituales ya están reflejadas e incluidas en el hombre, la imagen de Dios.
No obstante, es importante saber que para escuchar a los ángeles se requiere creciente humildad y obediencia. Esto comprende hacer un análisis continuo y honesto de nuestro almacenamiento humano de pensamientos y emociones, y purificarlo con el arrepentimiento y la regeneración que Cristo Jesús exigió. Nuestro Mostrador del camino nos señaló aquel poderoso espíritu de gracia y amor que proceden de Dios, o sea, el espíritu del Cristo, que subyuga la voluntad humana a la divina.
El espíritu del Cristo está con nosotros ahora, y todavía espera de nosotros grandes cambios en nuestros motivos, deseos y acciones. Está constantemente requiriéndonos que renunciemos a queridas metas y propósitos materialistas. Nos pide nivelar nuestras montañas de orgullo personal por conocimientos escolásticos, alto coeficiente intelectual, experiencias pasadas, pericia profesional, riquezas y éxito, y así someter nuestros caminos a la inspiración divina de Dios.
La Sra. Eddy dijo de nuestro Maestro: "Jesús de Nazaret fue el hombre más científico que jamás anduvo por la tierra. Penetraba por debajo de la superficie material de las cosas y encontraba la causa espiritual".Ibid., pág. 313. Y, a pesar de que este hombre poseía tal inmenso poder espiritual sobre las leyes y condiciones materiales, también pudo humildemente decir: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo", y "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre". Juan 5:17, 19. Y, cuando hizo frente a la agonía de una crucifixión que pudo haber evitado, humildemente oró: "Aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú". Marcos 14:36.
Jesús reconoció que la voluntad mortal, la mente humana sobre la materia, el magnetismo y el orgullo personales jamás lo llevarían a la consciencia de la Vida eterna. Pero mediante su absoluta humildad y obediencia a Dios, tiene que haber abrigado un verdadero ejército de ángeles que lo auxiliaron cuando estaba en la cruz, lo ayudaron a llevar a cabo su resurrección cuando estaba en la tumba, y lo guiaron a su ascensión por sobre un sentido material de existencia.
Cada desafío humano que enfrentamos nos pide acercarnos más a Dios mediante una mayor humildad, obediencia y amor. El Cristo, o Consolador, nos muestra el camino. Nos habla de nuestra innata espiritualidad y nos ayuda a reconocer que los hacedores mortales e independientes que parecemos ser, no somos realmente nosotros, sino un falso sentido del ser. El aceptar la Mente de Cristo como nuestra única consciencia e individualidad nos mueve a obedecer de manera natural el Principio y nos dota de poder espiritual.
Ya sea que los problemas que nos afectan sean de depresión, enfermedad, inmoralidad o dificultades en los negocios, cediendo al Cristo, la Verdad, podemos encontrar una multitud de ángeles que nos fortalecen, nos iluminan, consuelan y sanan. Estos ángeles, pensamientos inspirados de Dios, manifiestan la omnipotencia de Dios y pueden vencer leyes médicas, físicas y económicas, salvándonos y salvando a aquellos por quienes oramos.
Esta es la razón por la cual deberíamos sentirnos alentados a orar por tener gobiernos justos, por nuestros seres queridos distantes, y por aquellos atrapados por la pobreza, la guerra, el abuso, la soledad y la negligencia. Podemos asegurarnos a nosotros mismos de que los ángeles de una Mente universal están iluminándonos y guiándonos a todos a encontrar nuestra libertad otorgada por Dios.
En una ocasión, me hallaba muy confundido y deprimido a causa de haber perdido un gran contrato comercial en el cual había trabajado durante muchos meses. Me sentía envidioso, resentido, y me decía a mí mismo que mi competidor se había llevado algo que me pertenecía. Reconocí que estos pensamientos eran malos y una imposición exterior, pero me era difícil rechazarlos.
En una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana cercana a mi oficina, durante mi hora de almuerzo, oré con sinceridad por tener más gracia en mi corazón. Me ayudó leer y afirmar que la Mente y sus ideas espirituales son todo lo que es real. Esta vez rechacé la existencia de una tal llamada mente mortal sobre la base de que la Mente divina es Todo-en-todo. Gradualmente comencé a sentir el amor, el gozo y el altruismo del Cristo.
Luego, sintiéndome espiritualmente purificado y con un tangible amor cristiano por mi competidor, revisé sus costos para ver dónde podían haber sido más bajos que los míos. Fue cuando llegué a este punto que escuché el mensaje de un ángel diciéndome: "Revisa el costo y el calibre de los tambores".
Al regresar a la oficina y hacer algunos cálculos observé que era muy posible que sus costos hubieran sido más bajos a causa de que él usaba tambores más delgados de calibre 28, contrariamente a los más seguros (y más caros), de calibre 22, que era el requerido en las especificaciones del contrato. Rápidamente informé a los ingenieros del cliente, encargados de verificar la calidad del producto, sobre esta posibilidad. Debido a que la diferencia en el calibre no es obvia, la inspección requirió someter a prueba los tambores, haciéndolos caer de una altitud de más o menos metro y medio, algo que los ingenieros raramente están inclinados a hacer. El resultado de la prueba comprobó que mi intuición era correcta. Dos días más tarde mi compañía recibió un pedido de nuestro producto, con un valor de un millón de dólares.
Lo importante aquí, por supuesto, no es el tamaño del pedido, ni siquiera el hecho de que mi compañía lo obtuviera; lo realmente importante es la evidencia de lo que pasa cuando estamos dispuestos a escuchar con humildad. En Miqueas leemos: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios". Miq. 6:8.
Cuando obedecemos este requisito espiritual, percibimos a los ángeles de Dios y comprobamos que ellos "en las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra". Salmo 91:12.
