Un día, bajo una lluvia torrencial, encontré en la cuneta cerca del cordón de la vereda, un capullo de peonía, fuerte y pequeño. Lo llevé a mi casa, convencida de que florecería si alguien le brindaba amoroso cuidado. A los pocos días, algunos pétalos rosados de mi peonía se abrieron muy lentamente, hasta que por último se abrió en todo su esplendor, como dando prueba, de manera individual y única, de su tierna belleza y perfección. Su intensa fragancia deleitaba a todos los que se le acercaban.
¿Nos sentimos a veces como un brote de una planta que alguien ha arrojado bajo la lluvia, al que nadie necesita, al que nadie ama? Por más desesperadas que parezcan las circunstancias, hay una salida, ¡una solución que ya está ante nosotros! Aunque no conozcamos a nadie que pueda ayudarnos, que nos entienda, no tenemos por qué darnos por vencidos. Nuestra ayuda es el Cristo, el poder divino que supera ampliamente lo humano. Sólo necesitamos mirar en esa dirección para comenzar a resolver nuestros problemas. La Sra. Eddy habla del Cristo en esta forma en Ciencia y Salud: "El Cristo es la verdadera idea que proclama al bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana. El Cristo es incorpóreo, espiritual — sí, la imagen y semejanza divina, que disipa las ilusiones de los sentidos; el Camino, la Verdad y la Vida, que sana a los enfermos y echa fuera males, y que destruye al pecado, a la enfermedad y a la muerte".Ciencia y Salud, pág. 332.
Por medio del Cristo aprendemos que la bondad de Dios está aquí, que somos los hijos amados de Dios (no seres mortales sujetos al azar y a merced del mal). Esto significa que en verdad somos espirituales, no materiales. Podemos encontrar todo lo que necesitamos en el reino de Dios, y, como lo enseñó Cristo Jesús, este reino está entre nosotros. Ver Lucas 17:21.
¿Qué es entonces lo que nos hace sentir despreciables, sentir que nadie nos ama? La Biblia al referirse a esas sugestiones subversivas las llama "serpiente", "dragón" o "diablo". Y Jesús dijo del diablo que "él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.. . porque es mentiroso, y padre de mentira". Juan 8:44. Este diablo con sus mentiras trata de persuadirnos de que somos mortales materiales y sufrientes, de que nadie nos ama ni nos necesita. ¡Hasta puede sugerir que estaríamos mejor muertos!
Cristo Jesús, que venció a la muerte, dijo: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Juan 8:31, 32. Bajo la luz del Cristo, la Verdad, adquirimos la fortaleza necesaria para enfrentar el temor al fracaso, a los problemas financieros, a las enfermedades hereditarias, y a otros desafíos. ¿Por qué? Porque el Cristo nos ayuda a reconocer que esos errores son el objeto de pensamientos erróneos que no provienen de Dios. Así como un espejismo puede engañarnos sólo mientras creemos en él, también nuestros temores y preocupaciones comienzan a desvanecerse cuando reconocemos que sólo existen como sugestiones falsas; y es el Cristo el que nos conduce a reconocerles como tales.
Una joven sintió la proximidad del Cristo luego de una larga lucha contra pensamientos suicidas. Por último se rindió y trató de suicidarse. Ella se había dado por vencida, ¡pero el Cristo no! Cuando sintió que estaba a las puertas de la muerte, algo inesperado y maravilloso sucedió: un mensaje muy claro iluminó su consciencia: "¡Todo es Vida infinita y su manifestación infinita!"
Este mensaje inspirador, lleno de luz y seguridad, no sólo la liberó inmediatamente del deseo de morir, sino que también le trajo gozo, y el valor de vivir. También le dio una visión completamente nueva de lo que es la vida. Le trajo la comprensión de que Dios es su Vida, y que vivimos eternamente en El.
Luego se dio cuenta de que el pensamiento salvador que había tenido era una variación de una declaración de Ciencia y Salud. Es parte de "La exposición científica del ser", que dice: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es Verdad inmortal; la materia es error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual".Ciencia y Salud, pág. 468.
Durante la crisis que precedió a su curación, la palabra Mente, utilizada como sinónimo de Dios en la segunda frase de esta declaración, fue reemplazada en su pensamiento con otro sinónimo: Vida. Durante las semanas siguientes, este pensamiento de Vida se convirtió para ella en el umbral hacia la comprensión de Dios, y de su verdadera identidad. Cuando comenzó a aceptar a Dios como Vida, también alcanzó un sentido más claro de Dios como Mente y Amor, Verdad y Principio, Alma y Espíritu. Comprendió que ella era verdaderamente la idea, el reflejo de este Dios infinito, el bien. Esta comprensión le dio confianza en su inteligencia, confianza en el hecho de que era amada y digna de recibir amor; en que la necesitaban y era necesaria. Los pensamientos de fracaso o desaliento desaparecen cuando comenzamos a comprender nuestra verdadera identidad como la inequívoca expresión de Dios.
Ciencia y Salud da estas definiciones de Dios: "El gran Yo soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia".Ibid, pág. 587.
Cristo Jesús nos dijo: "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente". Juan 5:19. Nosotros tampoco podemos hacer nada por nosotros mismos. Todo el bien que tenemos y hacemos lo reflejamos de Dios. A medida que comprendemos que nuestra naturaleza es la expresión, el hijo, la idea de Dios, vemos que tenemos todo lo que necesitamos. Cuando dejamos que el Amor brille en nuestro pensamiento vemos crecientes evidencias de que el Amor disuelve los pensamientos de decadencia, fracaso y muerte. Cuando reclamamos con persistencia la presencia de Dios, que es el Principio divino, el orden y la legitimidad expulsan el caos y el azar. Nuestra comprensión de Dios, la Mente, nos guiará a tomar decisiones correctas.
Podemos estar seguros de que no hay dificultades sin resolver en Dios, la Mente que todo lo sabe y todo lo puede. Esta seguridad nos hace confiar en que a medida que comprendamos y expresemos mejor a Dios, vamos a resolver los problemas. Nuestras necesidades serán satisfechas.
