Todos Conocemos Personas que aun en medio de la rutina del diario vivir, miran más allá y perciben cosas que a menudo pasan desapercibidas para otros. Eso hace toda la diferencia.
Una importante lección sobre esto la encontramos en la historia de la visita que Cristo Jesús hizo a la casa de Lázaro y sus dos hermanas, María y Marta. Marta estaba afanada en muchas cosas. En efecto, estaba tan preocupada atendiendo a los detalles de la comida que preparaba para su invitado, que regañó a María porque no la ayudaba. Pero María no podía separarse del Maestro. Debe de haber estado atenta a cada una de sus palabras. Jesús respondió: "María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada".
Nuestra vida, también, puede estar colmada de afanes con los detalles de la vida diaria. Podemos esforzarnos tanto por arreglar las cosas, que dejamos de escoger "la buena parte". Y la buena parte tiene que ser, por lo menos, la visión espiritual de la presencia de Dios y de nuestra relación con El, que nosotros necesitamos cultivar y desarrollar.
Si hemos de captar la visión, la visión que hace que la curación cristiana y el Amor divino sean el núcleo de nuestra vida, entonces tenemos que prestar atención al desarrollo de la espiritualidad y del cristianismo en nosotros mismos. Tal desarrollo no ocurre en forma casual ni se logra sin esfuerzo.
Comprendí esto mejor recientemente en un viaje que hice a varios países de América del Sur. La rutina del diario vivir para mucha gente allí es muy exigente. Por ejemplo, hay un país en el cual no es poco usual permanecer en una cola durante dos o más horas para finalizar una transacción bancaria. Otros, para ir y volver de su trabajo, pueden emplear hasta cinco horas diarias viajando en transporte público atestado de gente. En algunos países, la gente enfrenta una inflación tan grande que es inconcebible en comparación con el estándar de los Estados Unidos o de Europa. No obstante, pese a todo ello, vi personas que se preocupan tiernamente por sus familias y que están dispuestos a hacer un esfuerzo superior a lo que uno puede esperar en circunstancias tales, para cultivar y desarrollar en su vida la espiritualidad y el cristianismo.
Conocí a personas dispuestas a salir una noche con un tremendo temporal de viento, a fin de reunirse con otros para hablar sobre la Ciencia Cristiana y ver qué más podían hacer para promover la curación cristiana en sus comunidades. Supe de un hombre, que aunque no es miembro de una Iglesia de Cristo, Científico, había quedado profundamente conmovido por las enseñanzas espirituales de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Presentó las enseñanzas de la Ciencia Cristiana a otros, aun a riesgo de sufrir persecución personal y de perder su trabajo.
Un hombre a quien la devota oración de una Científica Cristiana le salvó la vida, ahora desea ayudar a esta señora de diferentes maneras, incluso a hacer algunas colas a fin de que esa Científica Cristiana tenga más tiempo para dedicarse al trabajo de curación.
Una mujer que recibió entrenamiento para el ministerio cristiano en otra denominación religiosa y que había sido visitadora social, supo de la Ciencia Cristiana y ahora dedica todo su tiempo a ayudar a su iglesia filial de la Ciencia Cristiana en todo lo que puede, además de sanar a otros con lo que ha aprendido mediante su estudio de la Ciencia Cristiana.
Presencié una energía y visión análogas a la cualidad que Jesús percibió en María, la hermana de Lázaro. Todos podemos captar esta visión y la energía que la acompaña. Poseemos capacidades aún no exploradas.
No estamos solos en nuestros comienzos en esta exploración. Aun cuando muchos pensaron que la Ciencia Cristiana estaba avanzando a pasos agigantados en sus primeros tiempos, cuando noticias de las obras sanadoras fueron divulgándose en el extranjero, la Sra. Eddy, su Descubridora, vio que los descubrimientos espirituales concomitantes de esta Ciencia y de sus obras sanadoras, apenas habían sido percibidos.
En The First Church of Christ Scientist, and Miscellany, ella escribió: "Pocos creen que la Ciencia Cristiana incluye infinitamente más de lo que ha sido demostrado, o que el pináculo de sus más altas proposiciones no ha sido todavía alcanzado. El alcance de los dichos del gran Nazareno no se comprende del todo".
Por lo que he visto en la experiencia de personas que conocen la Ciencia Cristiana bajo condiciones que están muy lejos de ser ideales, me he dado cuenta de que todos podemos hacer mucho más para lograr rápidos progresos en la curación cristiana. Haremos bien en pensar detenidamente sobre qué podemos hacer para elegir "la buena parte, la cual no...será quitada". La espiritualidad — el entender verdaderamente la naturaleza del hombre como imagen y semejanza de Dios — conduce hacia la curación y a un afecto desinteresado. Renueva a la gente, la gente atraída al poder del Amor divino. Entonces podemos vivir de manera muy diferente y responder de manera más eficaz a las necesidades humanas y al anhelo de bondad, de felicidad y de realización espiritual de la humanidad.
La promesa de Cristo, la Verdad, que sana y regenera la vida, se extiende a toda la humanidad, y nos guía a conocer la ley de Dios. Esta ley destruye el mal que trataría de paralizar, desmoralizar y ocultar la imagen del hombre como hijo de Dios.
El hombre — usted, yo y todos — en su verdadero ser no es una criatura carnal atrapada en espirales de decadencia o desesperación. El hombre es hijo de Dios, y el captar esta visión aporta una razón valedera para confiar en que el mundo puede llegar a ser mejor, más justo; un lugar bueno en el cual vivir y tener hogares y familias.
Esta visión procede de un profundo amor espiritual. Es el Amor divino, Dios, dándose a conocer a Sí mismo en nuestro propio despertar espiritual y deseo de captar la visión. Esta visión es la de un cristianismo motivado por un amor incondicional hacia Dios y para con la humanidad.
El reino de los cielos
es semejante a un mercader
que busca buenas perlas,
que habiendo hallado
una perla preciosa,
fue y vendió todo lo que tenía,
y la compró.
Mateo 13:45, 46
