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Un ambiente que contribuye al logro de la curación: la familia

Escrito para Asuntos de Familia

Del número de enero de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Asuntos de Familia


Me Crie En una familia respetuosa de Dios. Con esto no quiero decir que habláramos mucho acerca de El. Pero Dios era algo cierto para nosotros, una presencia del bien. Sentíamos que El estaba allí siempre, un hecho espiritual constante en nuestra vida.

En cierta ocasión, papá cayó muy enfermo y mi hermano y yo tuvimos que ir a quedarnos con nuestra abuela. Papá estaba estudiando la Ciencia Cristiana y eligió tratamiento en la Ciencia Cristiana mediante la oración de un practicista de esta Ciencia. Nuestra abuela dijo que lo que papá tenía era grave — pulmonía — pero sanó, y en una semana mi hermano y yo regresamos a casa.

Ese incidente me demostró que el amor de Dios era confiable. Comencé a percibir que Su poder para sanar estaba disponible para todos los que confiaban en El y Lo obedecían.

El historial en mi familia incluye otras curaciones que se manifestaron por confiar en Dios. Una de mis abuelas sanó de tuberculosis mediante lo que ella misma había aprendido en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Cuando papá era estudiante universitario sanó de serias lesiones que tuvo cuando se accidentó jugando al hockey sobre hielo.

En mi adolescencia me hacía muchas preguntas. ¿Qué causaba la enfermedad? ¿Por qué había guerras? ¿Qué es la oración? Comencé a encontrar las respuestas, especialmente en las narraciones bíblicas que me mostraron que Dios está cerca en nuestra vida. En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana había aprendido que Dios es lo que Su nombre implica: Todo-en-todo y es completamente bueno.

Cuando estudié la vida de Cristo Jesús, las curaciones de las enfermedades me parecieron maravillosas. Una vez más, fueron para mí otra prueba de que el amor de Dios cuida de cada uno de nosotros, en todo sentido. Estas curaciones explicaron el restablecimiento de mi papá. Pensé mucho en la curación efectuada por Jesús del hombre que nació ciego, quien respondió a aquellos que lo interrogaron: "Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer".

Por esas experiencias familiares y por lo que aprendí en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, cuando me casé y tuve mi propia familia, para mí fue natural criar a mis tres hijos confiando en el mismo Amor divino, Dios, que me había guiado y sanado a mí y a mis padres durante tanto tiempo. Debido a que me hallaba muy consciente de mi responsabilidad hacia mis hijos, a quienes amaba profundamente, mi naturaleza pragmática se mantuvo más que nunca alerta a confiar en lo verdadero, en aquello en lo que podía confiar para responder a todas las necesidades de la familia.

Comencé a percibir cómo la oración y la comprensión espiritual forman la textura de la vida familiar. Anhelando más que nada entender el significado práctico de la vida y de las obras de Jesús, dediqué mucho tiempo a estudiar, y a esforzarme por vivir lo que él enseñó. Descubrí que ser cristiana involucra muchísimo más que recitar, ocasionalmente, palabras, y simplemente ir los domingos a la iglesia. Así como la obediencia a reglas establecidas es un requisito en cualquier ciencia, el practicar la Ciencia Cristiana también requiere una devoción enfocada y altruista hacia el Principio divino establecido.

Ciencia y Salud dice: "La acusación de falta de consecuencia en los métodos cristianamente científicos de tratar al pecado y a la enfermedad se refuta con algo práctico — a saber, la prueba de la utilidad de esos métodos; y las pruebas son mejores que meros argumentos u oraciones verbales que no demuestran ningún poder espiritual para sanar".

Esto resume el enfoque que usé al cuidar de nuestros hijos, lo cual siempre fue mi primera prioridad. La mejor guía que tenía y que conocía, fue mi comprensión de Dios como nuestro verdadero Padre y Madre. Esto incluyó una profunda confianza en que la enfermedad, la desesperación, la confusión moral, los celos, la tristeza, los defectos de carácter, la carencia, el temor, se podían enfrentar y sanar como Cristo Jesús lo hizo: mediante la oración. Basé mi confianza en las experiencias de mi propia vida y en las evidencias del Nuevo Testamento.

Y esto ha sido práctico. La aplicación de la Ciencia Cristiana y la curación espiritual han resultado en protección, orientación, integridad emocional y salud física para nuestra familia durante más de treinta años. Aun cuando a veces se presentaron algunos casos de severa enfermedad, los niños sanaron. Varicela, sarampión, tos ferina sanaron rápidamente, y en mucho menos tiempo que el pronosticado por las autoridades de sanidad, a quienes notificamos. Una severa reacción alérgica a picaduras de abejas fue rechazada, y la condición sanó en forma permanente, sin recurrir a medicinas. Un diente que el dentista diagnosticó que no se podía salvar (debido a un accidente) fue restaurado. Un doloroso desorden interno fue superado completamente. Hubo muchas experiencias de protección, rechazo al uso de drogas, y liberación de problemas personales.

Las siguientes palabras del Salmista fueron muy significativas para mí: "Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas". Y "Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias;... el que te corona de favores y misericordias".

Cuando mis amigos me preguntan cómo hice para criar a los niños durante sus años de desarrollo con todas sus complejidades, doy todo el crédito a Dios, sin reserva alguna. Viniendo de una familia con un historial de ocho décadas de confianza y demostración, no habría podido, en consciencia, confiar en ningún poder inferior. Dios fue, y es, nuestro compañero cercano, nuestro consolador, sanador y restaurador.

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