Un Año, Durante mi carrera docente, se me solicitó que entrenara un equipo de hockey sobre césped. Yo no había practicado ese deporte desde mis lejanos tiempos de estudiante; de modo que mis alumnos y yo empezamos a aprender juntos las posiciones y jugadas básicas. Al comienzo, lo hacíamos con un cierto grado de torpeza y timidez, pero nos animábamos unos a otros y cuando uno de los alumnos hacía una buena jugada yo lo alentaba con entusiasmo. Pronto nuestro equipo estuvo preparado para jugar partidos con otros colegios locales.
Cada situación de aprendizaje tiene sus desafíos y sus recompensas, pero cuando está a cargo de un profesor comprensivo, a menudo sobrepasamos nuestras propias expectativas y encontramos el gozo que proporciona una labor bien hecha.
Cristo Jesús fue un maestro ejemplar. El ilustró lo que enseñó con cosas de todos los días: pájaros y peces, flores y granos de mostaza, y con lo más importante: su propia vida. En una parábola, que aparece en el Evangelio de Mateo, el Maestro mostró el valor de los talentos o habilidades, que Dios, nuestro Padre, da a cada uno de nosotros.
Jesús comparó el reino de los cielos con la experiencia de un hombre que emprende un largo viaje a un país lejano. Durante su ausencia confía sus posesiones a sus sirvientes. El espera que ellos demuestren su eficiencia como mayordomos de modo que cuando él regrese retome sus posesiones con ganancias. A un sirviente le confía cinco talentos, a otro dos, y a otro solamente uno, "a cada uno conforme a su capacidad", nos dice el relato bíblico.
Cuando tiempo después el amo regresa, encuentra que el sirviente a quien le había dejado los cinco talentos hizo negocios con ellos y ganó otros cinco; y el sirviente a quien le había dejado dos talentos ganó otros dos. El amo los felicita por su diligencia y sus logros. Les dice a cada uno las mismas palabras: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor".
Pero el hombre a quien le había dejado un solo talento tuvo temor de negociar, y enterró su talento. Su amo lo reprende por su negligencia y su falta de actividad. Le quita el talento que le había dejado y se lo da al sirviente que ya tenía diez talentos. Jesús explica la moraleja: "Porque al que tiene le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado".
Este consejo es válido aún hoy en día. Pero el relato incluye mucho más de simplemente hacer negocios o ganar dinero; esta parábola en realidad se refiere al reino de Dios ahora, en el presente. Nos podemos preguntar: ¿Qué uso estamos haciendo de los dones y habilidades espirituales que el Padre nos ha dado? ¿Estamos ayudando a sembrar con generosidad las semillas de amor, justicia y sabiduría en el mundo de hoy?
Ya sea que seamos estudiantes, profesores, amas de casa, o que estemos en nuestro lugar de trabajo, la forma en que encaramos nuestras tareas es lo que va a determinar nuestros logros. ¿Vamos a nuestro trabajo listos para hacer las cosas lo mejor que podemos y esperando obtener buenos resultados? ¿Reconocemos que nuestros talentos son realmente espirituales y que Dios nos los ha otorgado para utilizarlos a Su servicio? El reconocimiento de que Dios, la Mente, es la fuente de todas las capacidades nos impulsa a utilizar al máximo nuestras oportunidades y de esta manera devolver a Dios la ganancia.
Eso es exactamente lo que hizo Jesús. El utilizó la habilidad que Dios le dio para expresar al Cristo, su naturaleza divina, en todo lo que emprendió. El sanó, predicó y enseñó en nombre de su Padre. El fue el mejor y más fiel siervo de Dios que el mundo haya conocido jamás. Jesús demostró que el reino de Dios es real y es práctico. El se entregó 100 por ciento al servicio de su Padre. Y por cierto, mereció la bendición: "Bien, buen siervo y fiel".
A veces nos sentimos tan acobardados e inseguros que nos comportamos como el hombre que prefirió enterrar su talento en lugar de arriesgarse a darle un buen uso. Si pensamos que depende sólo de nosotros el hacer las cosas bien, podemos sentirnos descorazonados, pero cuando vislumbramos el hecho de que la gracia es un don divino, o el Amor en acción, nos damos cuenta de que nunca carecemos de la habilidad del Cristo para expresar a Dios, pues en realidad somos Su imagen y reflejo. Cuando somos fieles en utilizar cualidades del Cristo, tales como compasión, humildad, misericordia y perdón en nuestro trato con los demás, comprobamos que estos atributos aumentan en valor. Ellos traen a nuestra vida los frutos del amor.
Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, en su comentario acerca de la parábola de los talentos, escribe en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany: "Hacer el bien a todos porque amamos a todos, y usar al servicio de Dios el único talento que todos tenemos, es nuestro único medio de aumentar ese talento y la mejor manera de silenciar un profundo descontento con nuestros defectos".
Al mirar nuestra vida en retrospección, podemos ver que en la medida en que hemos sido fieles en utilizar cada día el talento que Dios nos ha dado, las oportunidades de ser de mayor utilidad a otros y a nuestro mundo también se han incrementado. Estas oportunidades también traen consigo una mayor responsabilidad para que nos dediquemos por entero a todo lo que emprendemos para Dios, que nos entreguemos sin restricciones a Su servicio. Al continuar sirviendo a Dios con fidelidad en todo cuanto esté a nuestro alcance, descubrimos que nunca estamos separados de la sabiduría y del amor de nuestro Padre. Dios es nuestro apoyo constante. Y nuestra labor es abundantemente recompensada al entrar más de lleno en el gozo de nuestro Señor.
