Mi deseo de ayudar a las personas sin hogar se profundizó después que inicié mi estudio de la Ciencia Cristiana. En esa época sané de esclerosis múltiple. (El relato de esa curación fue publicado en un Christian Science Sentinel de marzo de 1983.) Esa curación cambió mi vida. La Biblia dice: "Ahora somos hijos de Dios". Todo lo que he hecho a partir de esa época es tratar de comprender mejor y manifestar mejor ese hecho espiritual.
En 1987, alrededor de la época de Navidad, había estado orando por la gente sin hogar y buscando la manera de expresar esa oración, cuando vi un breve programa de televisión sobre Hábitat para la Humanidad, una organización que construye hogares para quienes probablemente de otro modo no podrían tener su casa propia. No recuerdo mucho el programa de televisión, pero me hizo dar cuenta de que este programa habitacional era un compromiso para ayudar a nuestro prójimo a largo plazo, que era una expresión específica del Amor divino reflejada por el hombre.
Fue entonces que comencé a ofrecer mis servicios como voluntario para ayudar en este esfuerzo. Y lo bueno de esto es que encontré que la mayoría de los voluntarios — aunque tienen perspectivas distintas en lo referente a orientaciones religiosas — están todos allí para expresar esa idea única: "Ahora somos hijos de Dios".
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