Usted Es Una buena persona, se ha esforzado al máximo para hacer lo que es correcto, pero ahora se encuentra en medio de un rencoroso desacuerdo y las cosas no mejoran.
¿Qué decir si pensamos que hemos separado lo bueno de lo malo, que sabemos bien lo que es justo, y, no obstante, no vislumbramos una solución porque la gente pareciera tener puntos de vista muy fuertes e inflexibles?
Cuando se trata de sanar relaciones humanas discordantes no siempre es lo más importante tener la opinión correcta. Dondequiera que reinen desacuerdos una de las partes puede estar más cerca de lo justo que la otra. No obstante, en las relaciones o circunstancias humanas a menudo no hay curación hasta que no nos desprendemos hasta de nuestras más queridas opiniones, y cedemos el campo de los acontecimientos humanos al reconocimiento espiritual de que Dios gobierna toda Su creación.
He aquí un sencillo ejemplo: Un Científico Cristiano firmó, de buena fe, un contrato. Más tarde la experiencia lo llevó a la conclusión de que era justo poner fin al convenio. Pero la otra parte no vio las cosas así.
Legalmente podría haber forzado la terminación del contrato, pero a medida que el Científico Cristiano oraba para percibir la solución vio que Dios no lo estaba dirigiendo por este camino. La alternativa de continuar con el acuerdo parecía ser un camino totalmente opuesto a todo lo que él consideraba justo. No obstante, el único curso a seguir fue confiar totalmente en Dios y cumplir con el contrato.
El Científico no obtuvo lo que inicialmente quería o creía que era justo, pero ganó una sostenedora confianza en la dirección y protección de la Mente divina en su vida. Y la experiencia probó que esto era lo que más necesitaba.
Todos enfrentamos a lo largo de nuestra vida opiniones divergentes: en nuestros hogares, en nuestras carreras y en nuestra iglesia. Cuando esto ocurre en nuestra iglesia, para la cual nuestro sentido de devoción y justicia está profundamente arraigado, puede que se necesite un cuidado aún más especial. En la iglesia lo que más se necesita es confiar en que la Mente divina gobierna la vida del hombre. Tal confianza somete aun lo que probablemente sean nuestros puntos de vista más razonables e iluminados a la supremacía del sabio gobierno de Dios en nuestra vida y en la vida de todos.
¿No fue acaso tal confianza incondicional lo que le dio a Cristo Jesús la convicción de que ni siquiera Pilato, quien creía tener poder sobre la vida y la muerte de Jesús, podía actuar fuera de la jurisdicción del propósito que Dios tenía para él? Jesús dijo a Pilato:"Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba".
La pregunta más importante que uno tiene que hacerse cuando enfrenta cualquier desacuerdo es: "¿Qué más puedo hacer para desarrollar una completa confianza en que Dios gobierna mi vida?"
Aun las opiniones y los puntos de vista que consideramos más esenciales para resolver cualquier conflicto tienen que ceder al reconocimiento de que Dios es la única Mente divina del hombre, y al reconocimiento de que la identidad del hombre está del todo gobernada por la ley y el amor de Dios. Entonces nosotros también podemos confiar en que cada acontecimiento en la tierra con el tiempo tendrá que estar de acuerdo con la dirección y el gobierno de Dios.
Este es el espíritu que fundamenta el Manual de La Iglesia Madre, que la Sra. Eddy estableció para la continuación de la Iglesia de Cristo, Científico. Por su tamaño, el libro es muy pequeño. Pero lo que contiene es el espíritu del Cristo, la Verdad, que aporta a los asuntos de la humanidad una nueva forma de gobierno; un gobierno que atrae hacia la verdadera naturaleza espiritual del hombre — nuestra naturaleza — y la confirma.
La disciplina que contiene el Manual de la Iglesia (véase Artículos VIII y XI) requiere que la conducta humana ceda al profundo amor cristiano. La animadversión o el mero afecto personal no deben impulsar los móviles o actos de los miembros de la iglesia. Los miembros no deben usar "invectivas acerbas", y aunque hayan sido ofendidos o falsamente catalogados, deben hacer el bien a sus enemigos. La Regla de Oro es realmente la que ha de regir la vida de los Científicos Cristianos. Hasta el espíritu con que los Científicos Cristianos escriben tiene que ser considerado y estar de acuerdo con la Regla de Oro, o lo que escriben no será considerado Ciencia Cristiana.
Lo que el Manual dice respecto a los sanadores en la Ciencia Cristiana en realidad habla a cada miembro de la Iglesia: "Un Científico Cristiano es humanitario; es benévolo, misericordioso, longánimo, y procura vencer el mal con el bien". El Manual requiere que los miembros vivan en hermandad cristiana con todos los otros miembros bien conceptuados.
Hay muchas otras cláusulas semejantes, todas las cuales tienen el propósito de hacer que la ley de Dios predomine en nuestro pensamiento y de que trabajemos para eliminar de nuestra vida lo que trataría de negar el concepto de que el hombre es la imagen y semejanza de Dios.
Este es un camino de vida que difiere grandemente de los medios y métodos corrientes de la conducta humana. Es el camino del Cristo, la Verdad, que regenera la vida humana y destruye el pecado, la enfermedad y, con el tiempo, hasta la amenaza de la muerte que ensombrece la existencia humana.
Si sentimos que no nos llevamos bien con nuestro prójimo, ya sea en nuestro hogar, en nuestra comunidad o en nuestra iglesia, hay un medio espiritual de curación a la mano. Esto no quiere decir que el problema se resolverá rápidamente a nuestra satisfacción. Lo que quiere decir es que llegaremos a descubrir lo que realmente somos como imagen y semejanza de Dios. El campo de batalla en la lucha de opiniones humanas puede convertirse en una sagrada oportunidad para descubrir por primera vez, o redescubrir, que realmente tenemos una sola Mente, una Mente suprema e infinita. Y esta Mente no es humana, no depende de poderío humano o de circunstancias humanas. Es la Mente que es Dios. Esta Mente es siempre justa, y podemos confiar en que veremos esta justicia manifestada claramente mediante la ley y la gracia de Dios. Esto en verdad hace que la vida sea digna de vivirse, y hace que la iglesia sea un lugar donde descubrir el amor y la ley de Dios en acción.