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Un pronto auxilio

Del número de diciembre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Sol Brillante y un cielo claro y azul, ¡ingredientes perfectos para pasar un día en la playa! Nancy y su amigo Tom querían probar su equipo de buceo y conocían el lugar perfecto para hacerlo.

Tom recogió a Nancy tarde en la mañana, y se dirigieron hacia la playa. Encontraron una playa larga y arenosa donde la gente se soleaba y nadaba. También había deportistas que se deslizaban en sus tablas sobre las olas del mar.

Después de estacionar el auto, Tom cargó todo su equipo a cierta área de un peñasco cubierta de césped que formaba parte de la costa. Tom sacó dos máscaras y dos snorkels. También tenía dos pares de aletas que los ayudarían a nadar con mayor facilidad.

Se pusieron su equipo y luego bajaron a la ensenada, un cuerpo de agua tranquilo protegido de las olas que rompían en la orilla de la playa.

Después de entrar al agua, ellos flotaron boca abajo, mirando a través de las máscaras la escena del fondo del agua. El agua estaba clara, y había grandes peces de color naranja y muchos peces pequeños de diferentes colores. Las anémonas de mar estaban pegadas a las rocas que se encontraban a lo largo de la orilla de la ensenada, y largas hebras de algas marinas crecían hacia la luz. Los snorkels les permitían ver la vida debajo del agua sin tener que subir a la superficie para tomar aire, y las aletas los ayudaban a deslizarse dentro del agua sin causar torbellinos que pudieran asustar a los peces.

Nancy y Tom decidieron salir de la ensenada y nadar alrededor del peñasco que formaba un lado de la ensenada. Entonces podrían nadar a la playa arenosa y asolearse.

Pero al nadar frente a las rocas cubiertas de percebes al final del peñasco, un fuerte oleaje los empujó de regreso contra las rocas. La corriente los tomó de sorpresa. Tanto Tom como Nancy se consideraban buenos nadadores, pero nunca habían estado en una situación de esta naturaleza. Cada vez que trataban de pasar las rocas, la fuerza del agua los empujaba hacia los afilados percebes.

Necesitaban ayuda y pronto. Nancy se había criado asistiendo a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Había aprendido que la mejor ayuda disponible, y la más segura, es Dios. El poder y la presencia de Dios están inmediatamente disponibles en cualquier situación y circunstancia.

La Sra. Eddy escribe lo siguiente en el libro, Ciencia y Salud: "El Principio-Dios es omnipresente y omnipotente. Dios está en todas partes, y nada fuera de El está presente ni tiene poder".

Nancy se volvió a Dios, y en ese momento no pensó en ninguna cita específica de los escritos de la Sra. Eddy, o de la Biblia. Como le habían enseñado que Dios salva y sana, para ella era natural pedir Su ayuda. Ella oró: "Dios, ahora, guíame". Era como ponerse en Sus brazos, confiando completamente en Su omnipotencia.

De inmediato se aquietó la turbulencia. Una de las aletas se le había zafado del pie durante el torbellino. Ahora la aleta pasó de prisa flotando en el agua. Pudo alcanzarla y agarrarla. Fue entonces que ella y Tom pudieron llegar al lado del peñasco y comenzar a trepar las rocas. Dos hombres habían comenzado a bajar con el propósito de auxiliarlos; extendieron sus manos para ayudar a Tom y a Nancy a llegar a la cima.

Uno de los hombres, al tomar la mano de Nancy, dijo que los había visto cuando estaban en el agua. "Pensé que no tenían salvación", dijo.

Cuando llegaron al área del peñasco que se asemejaba a un parque, Tom y Nancy descansaron en el césped. Solo tenían unas pequeñas cortaduras y arañazos que sanaron muy rápidamente.

Lo que siempre ha permanecido en la consciencia de Nancy es la promesa bíblica que se probó ese día: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones".

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