Durante La Temporada de las fiestas navideñas oímos mucho acerca del gozo de la Navidad. No obstante, todo este gozo parece concentrarse en un día, y cuando el día pasa, puede haber una sensación de que el gozo también pasó. Es como si todos nos preparáramos para estar especialmente felices el día de Navidad. Después, al día siguiente, volvemos a la antigua manera de pensar acerca de nosotros mismos y de quienes amamos.
Sin embargo, hay un gozo permanente que cada uno ya tiene: una luz interior que no nos abandona incluso cuando enfrentamos desengaños o desafíos. Crece en nuestra vida a medida que nuestro conocimiento de Dios y de nuestra inquebrantable relación con El aumenta. Este conocimiento nos da una base completamente diferente para pensar y para vivir.
Si consideramos nuestra vida en términos materiales, la sugestión de que somos mortales que vivimos una vida que satisface solo momentáneamente, puede parecer muy poderosa. El gozo parece difícil de conseguir o casual.
Sin embargo, esto no es lo que Cristo Jesús enseñó. De hecho, toda su vida estuvo en contra de la creencia de que el hombre es material. Las cualidades espirituales como el gozo, la paz, la inteligencia, el amor y la verdad, son la sustancia misma de nuestra naturaleza, y jamás podemos perderlas. Las enseñanzas de Cristo Jesús brindan un sentido muy claro de gozo permanente que no está sujeto a condiciones humanas, sino que viene de la certeza de saber que Dios está presente. No mucho antes de su crucifixión, Cristo Jesús dijo a sus seguidores que el resultado de su misión les daría finalmente un gozo que jamás podrían perder. Les dijo: "Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo".
El gozo del cual hablaba el Maestro viene de una profunda confianza en el gobierno que tiene Dios del universo. Esa confianza la obtenemos mediante el Cristo, cuando aceptamos la verdadera idea de Dios y el hombre. Tal aceptación incluye la oración que afirma nuestra espiritualidad y nuestra inseparabilidad de nuestro divino Padre. El vernos a nosotros mismos desde este punto de vista nos capacita para buscar la guía y el amor de Dios cada día, e incluso cada hora.
Pero tal vez lo más importante que podemos hacer es decidirnos a vivir de acuerdo con nuestra espiritualidad — con amor, con paciencia, con verdad — y tratar de abordar a toda la gente que encontremos dentro de este marco espiritual de referencia. Como la Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud: "La vida y la felicidad espirituales son las únicas evidencias por medio de las cuales podemos reconocer la existencia verdadera y sentir la paz inefable que viene de un amor espiritual que le absorbe a uno por completo".
El basar nuestra vida sobre este hecho significa que cada día podemos esperar sentir gozo porque es una parte innata de nuestro ser. Esto no quiere decir que jamás tenemos problemas o que tontamente los pasamos por alto; ni necesariamente significa que no tendremos que esforzarnos para estar gozosos. Pero, a medida que estemos más seguros de que Dios cuida de nosotros y más acostumbrados a estar gozosos, empezaremos a ver nuestros desafíos no tanto como cargas, sino más como oportunidades para demostrar que somos realmente espirituales y buenos.
Si estamos deseosos de afirmar nuestra verdadera espiritualidad y a vivir de acuerdo con ella, hallaremos sorprendentes beneficios. Estos vienen en la forma de mayor estabilidad cuando estamos bajo presión, de habilidad de no dejarnos inducir a la tentación o al desaliento, y de capacidad para ver que el bien no está limitado a ciertas personas o cosas, de que realmente viene de Dios.
Ese gozo íntimo es un elemento esencial en nuestros esfuerzos por vencer cualquier problema que enfrentemos porque nos recuerda que Dios, el Amor activo y conocible — nuestro Padre — está con nosotros. Y que el gozo que El da está con nosotros no sólo brevemente el día de Navidad, sino todos los días.