En 1965 Tuve hepatitis y pasé tres meses en un hospital. Me dieron de alta con la instrucción de mantenerme en una rigurosa dieta y de no afanarme demasiado.
Tres años después me sentí muy cansado y apático y el médico me dijo que debía internarme en un hospital por varias semanas para ser sometido a un riguroso examen médico. Así lo hice. Durante uno de los exámenes se me produjo una herida interna. En consecuencia, tuve que pasar varios meses más en el hospital. Inmediatamente después, tuve que internarme en un sanatorio durante tres semanas. Luego tuve que pasar dieciocho meses en una clínica especializada, y, más tarde, seis meses más en una clínica regular.
Todo esto ocurrió cuando me estaba preparando para comenzar estudios teológicos. Tuve mucho tiempo para reflexionar. Me preguntaba: "¿Por qué me está ocurriendo todo esto? ¿Qué he hecho para merecer esto?" Como resultado, comencé a dudar del Dios que la teología me presentaba. Uno de los puntos más difíciles para mí era el de creer en un Dios que castiga. Me preguntaba si en mi caso las cosas se habían vuelto tan duras porque Dios me estaba castigando.
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