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En 1965 Tuve hepatitis y pasé tres...

Del número de diciembre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1965 Tuve hepatitis y pasé tres meses en un hospital. Me dieron de alta con la instrucción de mantenerme en una rigurosa dieta y de no afanarme demasiado.

Tres años después me sentí muy cansado y apático y el médico me dijo que debía internarme en un hospital por varias semanas para ser sometido a un riguroso examen médico. Así lo hice. Durante uno de los exámenes se me produjo una herida interna. En consecuencia, tuve que pasar varios meses más en el hospital. Inmediatamente después, tuve que internarme en un sanatorio durante tres semanas. Luego tuve que pasar dieciocho meses en una clínica especializada, y, más tarde, seis meses más en una clínica regular.

Todo esto ocurrió cuando me estaba preparando para comenzar estudios teológicos. Tuve mucho tiempo para reflexionar. Me preguntaba: "¿Por qué me está ocurriendo todo esto? ¿Qué he hecho para merecer esto?" Como resultado, comencé a dudar del Dios que la teología me presentaba. Uno de los puntos más difíciles para mí era el de creer en un Dios que castiga. Me preguntaba si en mi caso las cosas se habían vuelto tan duras porque Dios me estaba castigando.

No había perdido mi fe en Dios. Simplemente ya no podía comprenderlo; El estaba muy lejos de mí. Los médicos me aconsejaron renunciar a mis estudios teológicos ya que la tensión física y emocional por las que estaba pasando eran demasiado grandes. Con gusto acepté la recomendación.

Como de alguna manera tenía que comenzar mi vida de nuevo, me mudé a una ciudad que no conocía y busqué a un médico a quien comencé a visitar con regularidad. Un día, al regresar de su consultorio, mientras esperaba el tren en el andén de la estación, vi allí un casillero con literatura de la Ciencia Cristiana en el cual leí las palabras Dios es Amor. Examiné y leí con mucha atención toda la literatura. Este fue mi primer contacto con la Ciencia Cristiana. En esos momentos esta religión no significó nada para mí, pero las palabras Dios es Amor ocuparon mucho mis pensamientos.

Aunque estas palabras me atrajeron, todavía abrigaba grandes dudas debido a mi historial religioso. No obstante, asistí a una conferencia de la Ciencia Cristiana, leí Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y conocí a algunas personas Científicas Cristianas muy amables. También asistía, de vez en cuando, a los servicios religiosos de una iglesia filial. Indudablemente, la Ciencia Cristiana me interesó, pero continué sintiéndome escéptico.

En septiembre de 1972, el médico me dijo que tendría que internarme nuevamente en una clínica porque mi salud era mala y estaba empeorando. Le dije al médico: "Durante los últimos siete años he pasado treinta meses en clínicas y me he sometido a tratamientos en sanatorios. No me siento ahora con fuerzas como para pasar por todo esto de nuevo."

Entonces llamé a un Científico Cristiano, quien me habló muy bondadosamente y me dio la dirección de un practicista de la Ciencia Cristiana. Fui a visitar al practicista, quien me explicó algo de esta Ciencia y me habló sobre la Biblia, sobre Cristo Jesús y sobre Ciencia y Salud. Me habló de un Dios que ama, que está presente aquí y ahora, y que nunca nos envía la enfermedad. Fue una conversación tranquila y alentadora. Entonces tuve que decidir si Dios o la medicina sería mi médico. A consecuencia de mi angustia y desesperación decidí confiar en Dios, y el practicista me dijo que oraría por mí.

Regresé a casa sintiendo en mi interior paz y alegría. Por primera vez en siete años comí algo sin prestar ninguna atención a las rígidas teorías dietéticas. En ese entonces me hallaba trabajando por horas en una oficina, y, al día siguiente, pregunté si podía trabajar tiempo completo, a lo que gustosamente accedieron. Desde entonces, no he recibido tratamiento médico y ya no siento cansancio ni apatía. Esta curación me alentó a estudiar y a practicar la Ciencia Cristiana.

En 1985, por razones relacionadas con mi trabajo, tuve que someterme a un examen médico, en el cual me hicieron toda clase de exámenes imaginables. Declararon que estaba normal y saludable. Reitero, sentí una inmensa gratitud por mi curación y me dije que ya era hora de hacerme miembro de una iglesia filial, y así lo hice.

¡Doy gracias a Dios por la Ciencia Cristiana!


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