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La paz de la Navidad

Del número de diciembre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Paz En La tierra". Esta es una frase muy linda que se usa en las tarjetas de Navidad. Ahora que la Navidad se aproxima, ¿a quién no le gustaría sentir que esta paz se establece en nuestro mundo, circundando y consolando a toda la humanidad? Quizás en esta época del año más que en ninguna otra, el corazón humano anhela aquella quietud y paz espirituales que los ángeles prometieron y que Cristo Jesús demostró tan maravillosamente en su vida.

La paz genuina no es tanto el resultado de circunstancias apacibles como la íntima convicción del inequívoco gobierno de Dios en toda circunstancia. Aun en medio de una tormenta violenta o de una muchedumbre furiosa, Jesús mantuvo una convicción tranquila y clara de la presencia de Dios y de Su gobierno infalible. Su paz interior fue preservada no sólo en estas situaciones sino que la convicción que tenía de esta paz lo protegió contra la amenazante muchedumbre y calmó la tormenta que lo ponía a él y a otros en peligro.

¿Es posible aportar esta paz inalterable a una agitada (o vana) época de festividades? Sí, pero primero necesitamos comenzar por preguntarnos: ¿Qué es esta época de festividades que se aproxima? ¿Es una época de ajetreada actividad comercial, o es un sentimiento tranquilo dentro de nosotros mismos? ¿Es una temporada de centelleantes luces y tintineos, o es una vislumbre de esperanza en la omnipotencia de Dios, el bien? ¿Es una temporada de constante camaradería y jarana, o es una tranquila comunión con Dios?

Nuestro concepto de la Navidad determina nuestra experiencia en esta festividad. Podemos ser arrastrados por las emociones y fiestas de esta temporada o podemos establecer, mediante la oración tranquila y devota, la eterna presencia sanadora del Cristo. En la Ciencia Cristiana, la Navidad significa que el Cristo, la Verdad, está alboreando en la consciencia humana, redimiendo el pensamiento de la mundanalidad, de la codicia y de los rituales sin sentido. La Ciencia Cristiana encuentra el verdadero significado de la Navidad en la comprensión espiritual de que Dios, el Espíritu, es Todo, que el hombre es la prístina semejanza del Espíritu, y que la materia es insustancial e irreal. Con esta comprensión espiritual viene una paz que no puede ser destruida por el tosco comercialismo o por el infortunio humano; es una paz que penetra y transforma hasta la más sencilla experiencia humana.

Por ejemplo, ¿pensamos en la Navidad principalmente como una ocasión para dar regalos? La generosidad es un sentimiento hermoso, pero los meros sentimientos humanos, por mejor intencionados que sean, pueden dejarnos con una sensación de carga y desilusión. ¿Por qué? Porque tienden a secularizar la vida humana, y nos hacen sentir separados de Dios. Mediante la oración, nuestra generosidad puede reflejar más del Amor divino y así ser menos materialista y más altruista e imparcial.

¿Pensamos en la Navidad como una festividad para los niños? Deseamos que sus Navidades sean felices y memorables. Gozamos al ver aquella vivacidad en sus ojos cuando pasamos frente a una casa iluminada con chispeantes luces o cuando descubren un nuevo regalo debajo del árbol de Navidad. ¿Puede la oración y el estudio de la historia bíblica del nacimiento de Jesús competir con esa clase de entretenimiento? Si hacemos lugar en nuestra propia vida para el progreso espiritual y deseamos compartir este entendimiento con nuestros niños, seremos guiados a compartir estas joyas espirituales que hacen de la Navidad algo tan especial. Mediante la oración podemos abrigar en el corazón aquella humildad y receptividad a la manera del Cristo que Dios imparte, y que capacitan a los niños para percibir y valorar la belleza y significado más profundos de la Navidad.

La Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, una mujer de profunda espiritualidad, amaba a los niños y amaba el significado espiritual de la Navidad. Como Descubridora de las leyes de Dios que Jesús demostró, la Sra. Eddy aportó una perspectiva única al significado de la Navidad. En su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, escribió: "Celebro la Navidad con mi alma, mi sentido espiritual, y así conmemoro la entrada en el entendimiento humano del Cristo, concebido del Espíritu, de Dios, y no de una mujer — como el nacimiento de la Verdad, el amanecer del Amor divino que rompe las tinieblas de la materia y del mal con la gloria del ser infinito". Esta visión del Cristo eterno, que alborea en la comprensión universal, presenta nuevas perspectivas acerca de esta época del año y de lo que puede significar para la humanidad. Cada nueva inspiración que recibimos eleva la atmósfera general del pensamiento y hace que la Navidad cobre un nuevo significado para todos. De hecho, el descontento y desagrado con el comercialismo y materialismo expresados durante la época de Navidad, es una evidencia de que el amanecer de esta idea-Cristo está actuando en el pensamiento humano, despertándolo a ideales más elevados y percepciones más puras. Es nuestro privilegio afirmar que la inocencia espiritual del hombre resiste de manera natural todo lo que trate de adulterar la presencia del Cristo que trae curación y paz.

Aprendí algo de la importancia de esta oración hace algunos años cuando mi hijito despertó a medianoche quejándose de dolor de estómago. Se acercaba el día de Navidad y esa tarde habíamos asistido a una alegre fiesta navideña, y de regreso a casa los niños estaban felices de ver tantas decoraciones y luces de Navidad en las casas del vecindario.

Arropé al pequeñito en mis brazos y nos sentamos juntos en el sofá y oramos. Al hacerlo se me ocurrió que el verdadero problema no era el estómago sino un sentido de excitación, de inquietud por las fiestas. Así me pregunté a mí misma cuál era realmente mi concepto de la Navidad. Pensé profundamente acerca de ello y oré para que mi sentido de la Navidad fuera purificado y elevado. Pensé en la promesa de los ángeles en aquella primera Navidad: "en la tierra paz", y comprendí que únicamente cuando yo pudiera reconocer la presencia sanadora y dadora de paz del Cristo eterno, estaría yo realmente conmemorando la Navidad.

En el silencio de aquella temprana hora matutina, comencé a orar para que toda la humanidad sintiera la paz que el Cristo inevitablemente aporta. Oré para saber que dondequiera que parezca haber la mayor turbulencia — aeropuertos o galerías comerciales repletos de gente, hogares destruidos, corazones afligidos — allí mismo estaba el Cristo trayendo paz y quietud que no pueden ser agitadas o perturbadas. Oré hasta que me sentí segura de la presencia del Cristo y que esta presencia me había sanado.

Ya para esa hora mi pequeño hijo se sentó muy derechito y me dijo: "Todo mi dolor de estómago se fue". Después de abrazarlo lo mandé de nuevo a su cama, sintiendo mucha gratitud por la lección aprendida y por la paz que yo también sentía.

El nacimiento de Jesús de Nazaret ilustró el poder de la iluminación espiritual que traspasa el sueño de vida en la materia y revela la eterna filiación del hombre con Dios. Condujo hacia una nueva era de esperanza y curación para los males humanos de toda clase. Es la vida de Jesús — no meramente su nacimiento — es su demostración viviente del poder del Espíritu sobre las creencias materiales, lo que conmemoramos cada vez que oramos para comprender sus enseñanzas y seguir sus pasos.

Al estudiar y orar para obtener una mayor comprensión espiritual del significado de la Navidad, encontramos la Navidad. Esto no quiere decir que nuestra festividad ha de ser menos festiva. Pero tal vez descubramos que nuestras prioridades cambian y las celebraciones asumen un tono más espiritual y apacible. Siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos celebrar la Navidad todos los días buscando comprender la filiación espiritual del hombre que sana y brinda una paz permanente.

Han visto mis ojos tu salvación,
la cual has preparado en presencia
de todos los pueblos;
luz para revelación a los gentiles,
y gloria de tu pueblo Israel.

Lucas 2:30-32

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