Muchos Procuran Liberarse del dolor y esperan que la paz siga a la curación. No es extraña la súplica desesperada “si tan sólo este dolor desapareciera yo podría estar en paz”.
De hecho, cuando sabemos de alguien que está enfrentando tal desafío, es muy natural que queramos recurrir a la ayuda de Dios y ver el profundo consuelo y poder del Amor divino en acción. Cuando tuve que encarar tal situación en mi propia vida, empecé a comprender que no podía simplemente esperar a que el dolor desapareciera antes de hallar la paz que yo anhelaba.
Vi que el creer que ciertas condiciones humanas o físicas tienen que cambiar antes que empecemos a sentir la paz que necesitamos, es una imposición a la cual podemos oponernos enérgicamente y vencerla.
Para mí, esta lección empezó una noche en que me despertó un dolor continuo que aumentaba en gravedad.
Tenía programado para el día siguiente un proyecto que incluía a varias personas, y esto me tenía inquieta. Pero mientras oraba para comprender y responder a la ley sanadora de Dios, me di cuenta de que mi inquietud en cuanto a mi trabajo del día siguiente también era parte de una duda mayor en cuanto a la omnipotencia de Dios. Para mí esto fue un momento decisivo.
Leí una declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud que habla del efecto alterador del Amor divino y de la paz espiritual genuina en la mente y el cuerpo: “El pobre corazón adolorido necesita de su legítimo nutrimento, tal como paz, paciencia en las tribulaciones y un inestimable sentido de la bondad del amado Padre”. La promesa y poder de este amor es que es redentor; nos libra del mal. Hasta podríamos decir que (desde el punto de vista humano) viene a nosotros cuando más lo necesitamos, aunque el Amor divino siempre está presente.
Cuando empecé a ver la proximidad del amor de Dios — que no hay condición humana que pueda cerrar la puerta a ese amor en nuestra vida — sentí una paz que no estaba esperando pasivamente a que cambiaran las condiciones. ¡Qué consuelo fue ése! Esta calma espiritualmente comprendida aquietó el dolor físico que había persistido. Las funciones normales retornaron. Y ¡qué amor y compasión me invadieron!, no sólo el amor que hizo que me sintiera mejor, sino ese amor que incluye a otros también.
La paz que trajo la curación no fue simplemente paz o armonía en el pensamiento humano; fue paz espiritual de la Mente divina. La misma inteligencia divina que dejó al descubierto la duda en cuanto a la omnipotencia de Dios, también me hizo comprender la presencia y el poder de la Verdad. La paz de la Mente (la Mente divina) había precedido la desaparición del dolor.
En realidad, la paz no es una condición material, ni depende de circunstancias materiales. Es, en verdad, una idea espiritual de la Mente única, infinita y perfecta que se desarrolla en la consciencia individual, trayendo así armonía a la actividad general y a las funciones corpóreas. Podríamos decir que el dolor obtiene su fuerza de la creencia de que la mente mortal es real; de creer en una vida y un ser separados de Dios y fuera de Su gobierno. Es esta creencia la que quisiera hacernos sentir tan vulnerables o desamparados. Mediante la oración y una creciente comprensión del ser espiritual del hombre, se puede obtener la paz individual.
EMOCIONALISMO Y DOLOR
Mientras estamos destruyendo el dolor estableciendo la paz genuina en el pensamiento, puede ser útil notar que una definición de la palabra dolor es expresar pesar (como cuando decimos: “me duele — me apena — decirle lo que ocurrió”), lo cual podría implicar angustia mental. En ocasiones vemos que esta descripción del sufrimiento es exacta, tanto literalmente como en sentido figurado, como cuando el dolor físico es causado por el pesar, temor o resentimiento. No obstante, bajo la luz de la naturaleza espiritual de la oración sanadora, el pesar y el dolor pueden encararse como mentales y transitorios, no materiales o irreversibles. Son parte de las creencias de la mente humana o mortal y no son la verdad del ser espiritual.
Para reconocer la naturaleza mental del dolor y la enfermedad, tenemos que desafiar el testimonio del sentido material, incluso los síntomas y las condiciones que se supone que son concomitantes de la enfermedad. Lo que vemos con los ojos, oímos con los oídos, o tocamos con las manos es transformable, tal como los pensamientos pecaminosos o temerosos son transformables y pueden someterse al poder y gracia de Dios.
Al recurrir a la Mente divina, espiritualizamos el pensamiento y nos esforzamos por demostrar la salud, la paz, la pureza y la fortaleza del hombre como semejanza de la Mente, Dios. Hablando del Consolador, la Ciencia divina, el medio por el cual obtenemos paz y curación, Cristo Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.
NEGACION DEL PANTEISMO
Un error que frecuentemente se relaciona con la sugestión agresiva de que la emoción puede causar dolor es la convicción del mundo de que la vida y la inteligencia están al final de cuentas en la materia y proceden de ella y que, como resultado, el dolor y otras sensaciones están en la carne. Los sentidos materiales afirman: “Me duele la pierna y puedo probarlo; ¡aquí está la herida!” No obstante, el estudiante de Ciencia Cristiana encuentra un enfoque radicalmente diferente para la necesidad humana. A medida que llegamos a comprender en cierto grado que Dios, el bien, es la única Mente verdadera y que la Vida no está en la carne, sino que es reflejada por el hombre espiritual, somos elevados para sentir la presencia y el poder de Dios. La comprensión de que la Mente pura es Dios obra para neutralizar el error de creer en que la materia siente. Esta comprensión empieza a contrarrestar el dolor con la paz y trae una gozosa sensación de salud y bienestar.
En el grado en que llenemos la consciencia con el profundo y tierno reconocimiento de la paz dada por Dios, en ese grado podremos liberarnos del dolor. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud acerca de esta divina realidad: “Los sentidos del Espíritu están sin dolor y siempre en paz”. Estos “sentidos” son reflejados en el hombre como imagen y semejanza de Dios, y podemos empezar a experimentar este conocimiento espiritual de la creación de Dios aquí y ahora. No necesitamos esperar hasta el fin del error para empezar a sentir y conocer el amor de Dios. La dirección de la Mente divina jamás será retardada por circunstancias humanas. La paz de Dios está a nuestro alcance ahora mismo.
