¿Por Que Alguien llega a la conclusión de que es necesario, hasta crucial, dejar todo de lado y dedicar dos semanas (tal vez sean las únicas vacaciones que se tengan en todo el año) para hacer un curso de estudios espirituales? Este esfuerzo bien puede requerir sacrificios significativos, oración, reordenar prioridades. ¿Qué impulsa a dar este paso?
Para el estudiante de la Ciencia Cristiana que está considerando tomar instrucción en clase Primaria (establecida en el Manual de La Iglesia Madre por nuestra Guía, Mary Baker Eddy), comprender por qué debemos tomar instrucción en clase es tan importante como sentir que queremos hacerlo. ¿Cuál es el motivo correcto? Si es hacer nuestra vida más confortable, alcanzar cierta clase de “status” o aprobación por parte de los demás, o conseguir compañía porque nos sentimos solos, no es todavía el momento para llenar un formulario de solicitud. Esos motivos son, básicamente, para servirse a sí mismo.
¿Y qué tal tomar instrucción en clase para decidir si la Ciencia Cristiana es realmente la verdad, y si sana o no? En realidad, un estudiante ya debería haber confiado consecuentemente en la Ciencia Cristiana y experimentado su poder sanador antes de ir a la clase. ¿Es legítimo tomar clase para ser liberado de alguna dolencia física? La Sra. Eddy advirtió contra el motivo de tomar instrucción en clase con el propósito de sanar.
Entonces ¿cuál es el propósito de tomar instrucción en clase Primaria de Ciencia Cristiana? Básicamente, es brindar una oportunidad especial para aprender más sobre las enseñanzas de Cristo Jesús, y cómo sanaba. Para quienes han llegado a sentir un más profundo amor y consagración por la Ciencia Cristiana, la clase es un medio de dar un importante paso hacia adelante para llegar a ser más valiosos como sanadores, para estar mejor preparados para ayudarnos a nosotros mismos, a sus familiares y a otros que puedan pedir ayuda.
En el libro de texto de la ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras hay un capítulo de preguntas y respuestas cuyo título es “Recapitulación”. La Sra. Eddy designó este capítulo como base para la enseñanza, y originalmente le sirvió de libro de texto para las clases que ella enseñaba. Para contestar a la pregunta: “¿Quiere usted explicar lo que es la enfermedad y mostrar cómo debe uno sanarla?”, ella escribe: “Una respuesta completa a la antedicha pregunta entraña enseñanza, que capacita al sanador para que demuestre y pruebe por sí mismo el Principio y la regla de la Ciencia Cristiana o curación metafísica.. .”
Sanar mediante la oración en la Ciencia Cristiana no es tener fe ciega ni tener meramente la esperanza de obtener buenos resultados. Cuando alguien presta ayuda a otros por medio del tratamiento en la Ciencia Cristiana (una clase específica de oración sanadora), el que ora no debe sentir que sus oraciones son inciertas. El tratamiento en la Ciencia Cristiana es una afluencia clara de comprensión espiritual de lo que es realmente verdadero sobre Dios y Su hijo, la realidad espiritual actual. Esta oración con entendimiento se basa en la verdad absoluta y constante de la totalidad y bondad de Dios y, en consecuencia, en la verdad de la integridad y perfección del hombre por ser el reflejo de Dios. Esta clase de comprensión espiritual sana. Las enseñanzas de la clase sacan a luz un entendimiento más profundo de que la fuente de esta comprensión es la Mente divina y del efecto sanador de la ley espiritual.
Dios, el Principio divino, gobierna Su universo espiritual, incluso Su idea, el hombre, por medio de la ley espiritual. La ley de Dios no funciona mejor en beneficio de unas personas que de otras. Su ley opera imparcialmente en todas partes y en todo momento. La Sra. Eddy usó el término Ciencia Cristiana no simplemente como un nombre para una denominación religiosa, sino para describir el funcionamiento de la ley de la Verdad sanadora, que toda persona que la entienda y viva de acuerdo con ella puede practicar con éxito.
Un joven que estaba considerando tomar instrucción en clase admitió que por mucho tiempo había combatido la sensación de sentirse inadecuado en cuanto a su habilidad para orar. Dijo que no tenía dudas respecto a la omnipotencia de Dios ni respecto al poder sanador de la Ciencia Cristiana. Aceptaba que la Ciencia Cristiana es la verdad, que cumple la promesa de Jesús de enviar el Consolador, del que dijo “él os enseñará todas las cosas”. Pero dudaba de su aptitud personal para orar de una manera que, consecuentemente, trajera curación. Por supuesto que él no ha sido el único tentado a sentirse de esa manera.
Sin embargo, el argumento de ineptitud es fundamentalmente un argumento falso. Insidiosamente implica que, en realidad, no hay un Dios omnipotente; que el poder está en algún tipo de confianza personal en uno mismo como un ser separado, aparte de Dios. Cristo Jesús ayudó a sus discípulos a lograr una confianza más profunda en la totalidad de Dios y una confianza en la habilidad que ellos tenían, como expresión de Dios, para reflejar Su poder y propósito. Gradualmente, los discípulos crecieron en su comprensión de que no era la presencia física de Jesús, sino más bien la omnipresencia del Cristo, la Verdad, que Jesús representaba, lo que quita la confusión, el temor, el pecado y hasta las deformidades físicas de la experiencia humana.
A medida que veamos con más claridad que es la voluntad de Dios que nosotros también practiquemos Su ley de curación, el camino hacia la instrucción en clase se abrirá. Nos sentiremos seguros acerca de los pasos que tenemos que dar para prepararnos para ella. No debe haber nada misterioso ni que preocupe al comunicarse con un maestro autorizado para hablar sobre la clase, para hacerle preguntas. Cuando oramos para proceder correctamente, poniendo toda nuestra confianza en Dios, es natural sentir Su amorosa guía todo el camino. En lugar de cometer el error de preguntar a otros su recomendación personal para elegir a un maestro, el momento o el lugar de la clase (aunque nuestros amigos puedan ser entusiastas y tener buenas intenciones), podemos tener confianza en nuestra habilidad individual, dada por Dios, para escuchar la voz de Dios en nuestra consciencia.
La oración es tan básica para llenar la solicitud de un alumno que quiere tomar clase, como lo es para el maestro al tomar la decisión respecto a qué solicitantes incluir en una clase en especial. La Mente divina omnisciente que inspiró a la Sra. Eddy a escribir el Estatuto del Manual que establece la instrucción en clase de Ciencia Cristiana, es la misma Mente divina omnisciente que está presente para inspirar a los estudiantes y maestros concienzudos de la Ciencia Cristiana, proveyéndolos de todo lo necesario para que la clase de instrucción cumpla su propósito.
La oración puede disipar lo que pueden parecer obstáculos enormes que obstruyen el camino a la clase. Dios, a través de Su ley, provee un camino perfecto para satisfacer toda necesidad y un momento perfecto para que sucedan las cosas.
El joven antes mencionado encontró que sus silenciosas y atentas oraciones detuvieron las molestas e insistentes sugerencias de ineptitud. Su instrucción en clase fue sólo el comienzo del progreso que se fue desarrollando y la satisfacción de servir a la Causa de la Ciencia Cristiana. A menudo tiene oportunidad de ayudar a otros mediante la oración.
Una alumna en una de las clases de la Sra. Eddy contó que, al final de la clase, la Sra. Eddy le preguntó qué iba a hacer con lo que había aprendido. La alumna, la señora Sawyer, contestó: “Estoy llena de la Verdad maravillosa. No sé que voy a hacer con ella”. Entonces, según lo relata la Sra. Sawyer, la Sra. Eddy le dijo: “Vas a sanar con ella”. Citado de Mary Baker Eddy: The Years of Trial por Robert Peel (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1971), pág. 159. Al poco tiempo de regresar a su hogar, la Sra. Sawyer ya estaba teniendo buen éxito en su práctica sanadora.
Si un estudiante añora percibir la verdad en la que se apoya la curación en la Ciencia Cristiana, y está dispuesto a seguir su Principio y reglas, ha llegado el momento de pensar en tomar instrucción en clase. Nuestro mundo necesita más personas que vean que la curación cristiana no es un milagro sin explicación ni un don personal de unos pocos que lo poseen, sino que, en realidad, coexiste con la revelación de la imparcialidad y omnipresencia del Amor divino.
