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¿Escaso o abundante?

Del número de mayo de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A  Través  De La historia, desde los tiempos mas remotos, la humanidad ha luchado denodadamente contra la enfermedad, la pobreza, la ignorancia, la guerra y la corrupción. Sin embargo, la simple lectura de un diario actual muestra que continuamos enfrentando estos mismos problemas básicos hoy en día. ¿Por qué no han tenido solución duradera? Tal vez la respuesta sea que la humanidad ha estado buscándolas en la materialidad, tratando de acumular materia, arreglar materia, crear o destruir materia. Pero todo lo que es material, por más excelente que parezca ser, siempre es limitado, falible e incompleto. Las soluciones permanentes y definitivas sólo se encuentran cuando ponemos cada vez más nuestros asuntos bajo la dirección de Dios, la Mente divina, bajo el gobierno del bien. Entonces evitamos cometer errores, y las cosas se desarrollan de maneras cada vez más armoniosas, justas y eficientes.

No obstante, a fin de alcanzar la confianza verdadera en Dios, es necesario conocerlo a El y así comenzar a comprender Su poder, Su sabiduría y, especialmente, Su ternura y amor infinitos hacia cada uno de nosotros, Sus hijas e hijos. También podemos orar. La oración sincera permite que nuestro pensamiento se espiritualice, que adquiera un concepto más correcto de Dios, el Espíritu, y del hombre, que nos permite ir abandonando gradualmente los puntos de vista limitados o meramente personales a cambio de la perspectiva abundante y que todo lo abarca del Espíritu infinito.

La espiritualización del pensamiento requiere mucho más que súplicas o meras repeticiones de palabras. Requiere la purificación de la consciencia. En Proverbios leemos: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. Esto indica claramente que es necesario controlar el pensamiento. Logramos esto erradicando la creencia en todo lo que sea contrario o no provenga de Dios: limitación, temor, herencia física, catástrofes, enfermedad, terrorismo, pecado. Esto comprende una vigilancia mental que rechaza las influencias que no provienen de Dios.

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