Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Resolvamos el déficit con la ley de Dios

Del número de mayo de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace varios años, una fuente importante de recursos económicos de la familia terminó justo cuando yo había empezado una nueva profesión que apenas satisfacía nuestros gastos diarios. Además de eso, nuestra hija dependía en gran medida de los ahorros de la familia para terminar su instrucción universitaria. Fue entonces cuando nos vimos inesperadamente con una deuda de varios miles de dólares. Los muchos problemas parecían abrumadores.

Sabía por experiencia que ninguna circunstancia está fuera de la ayuda y curación mediante la oración. A medida que oraba, vino a mi mente el Primer Mandamiento de manera tan rápida e intensa que supe que lo que más necesitaba era concentrarme en lo que significaba tener un solo Dios y ningún otro.

Hace siglos, la ley de Dios “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, iluminó el camino de los israelitas a medida que cruzaban el desierto. Yo estaba segura de que se podía confiar en este mandamiento, al comprenderlo y obedecerlo, para que nos guiara a salvo a través de la maraña de desafíos económicos que nuestra familia estaba enfrentando. El poder y el alcance de esta ley espiritual para responder a la multitud de necesidades de la humanidad están indicados en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. La Sra. Eddy declara: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”.

La fidelidad a un sólo Dios, el bien, exige la oración que llena de tal manera el pensamiento con la consciencia de Su presencia, que nada desemejante a la naturaleza infinita de Dios puede invadirlo. Tal oración humildemente afirma el gobierno de Dios y abandona las incertidumbres y dudas que quisieran negar Su autoridad omnipotente y omnipresente. La oración que persistentemente reconoce a un solo Dios, el Amor divino no puede estar al mismo tiempo llena de temor. El amor y el temor son opuestos en naturaleza y efecto. No obstante, la oración por cierto que no ignora dificultades atemorizantes, sino que nos revela la fortaleza y la sabiduría propias del Cristo que están en nosotros, capacitándonos para abordar los desafíos partiendo de la perspectiva del dominio, del hecho de que el hombre espiritual refleja la supremacía de Dios y Su ley del bien universal. Esta ley, siempre en vigencia, es práctica, comprensible y sencilla. La Sra. Eddy escribe en No y Sí: “La ley de Dios se resume en tres palabras: ‘Yo soy Todo’; y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de otra ley”.

Si la insuficiencia parece algunas veces ser una ley amarga que exige severamente la subordinación, el razonamiento alcanzado mediante la oración y basado en la ley de la totalidad de Dios puede liberarnos de las limitaciones inducidas por el materialismo, guiándonos hacia la expresión de las posibilidades ilimitadas del hombre hecho a semejanza de Dios. Tal razonamiento no es un ensueño humano, sino el reconocimiento resuelto de que Dios, el bien, es verdaderamente infinito: la fuente de santidad, salud y felicidad única e ilimitada que derrama las riquezas de Su presencia. Dios no hace esto de una manera escasa o reservada, sino literalmente sin restricción.

La Biblia tiene un caudal de ejemplos del cuidado y provisión divinos. Cuando los hijos de Israel padecían hambre en el desierto, Dios les proveyó maná. Cuando estaban sedientos, brotó agua de una peña poco prometedora. El profeta Eliseo alimentó a cien hombres con una escasa provisión de alimento y aun sobró algo. El más grande demostrador del poder espiritual, Cristo Jesús, alimentó a miles con unos pocos panes y peces y con expectación instruyó a sus discípulos que recogieran la abundancia que sobró.

Aunque nuestra familia parecía necesitar urgentemente dinero, me di cuenta de que lo que más necesitábamos era el enriquecimiento espiritual de la humilde confianza en la ley de Dios, la cual, cuando es obedecida, siempre fortalece la esperanza y trae curación. Obedientemente me esforcé por armonizar mi pensamiento con la ley de un solo Dios. Reemplacé el temor con los hechos de la infinitud de Dios. Toda sugestión de insuficiencia fue expulsada con diligencia aceptando confiadamente, mediante la oración, la afectuosa provisión del Amor. La perturbadora zozobra fue vencida con el acatamiento a Dios, la Mente única, a la cual le son desconocidos el temor y la zozobra. A medida que persistía, se calmó mi pensamiento, el temor desapareció, y pude ver soluciones razonables justo a mano.

Primero, apareció inesperadamente una sustancial suma de dinero en mi cuenta bancaria que provenía de una afectuosa pariente que no conocía los detalles de mi crisis financiera. Satisfizo necesidades inmediatas, y pronto dispuse de otros fondos para devolverle su dinero. Después, mi hija recibió una beca; si bien pequeña, llegó a ser un símbolo de provisión para su instrucción. Luego, los ingresos por mi profesión empezaron a aumentar sustancialmente. Finalmente, durante el año siguiente, fondos cuantiosos vinieron a nuestra familia de tres fuentes totalmente inesperadas. Nuestra familia jamás había recibido tales cantidades de dinero ni las volvió a recibir desde entonces. No sólo igualaron el gran déficit, sino que lo sobrepasaron en gran medida, pudiendo así mi familia equilibrar perfectamente bien su presupuesto, quedando un amplio sobrante, y, lo más importante de todo, enriquecidos con la agradecida convicción en el poder de la ley de Dios para espiritualizar el pensamiento y transformar las condiciones humanas.

En vista del serio déficit que encara el mundo hoy en día, podría parecer una crasa simplificación argüir que se pueden hallar soluciones acertadas y progresivas recurriendo humilde y confiadamente a la dirección de la ley de Dios. No obstante, la ley divina es una expresión del bien ilimitado y no está sujeta a restricciones o fracasos. Tampoco lo está el hombre, quien es, en realidad, el objeto de ese bien. Todo lo que pueda ser comprendido y demostrado individualmente puede aplicarse a cualquier situación, ya sea local, nacional, internacional o en una organización.

En los tiempos de la Biblia, multitudes fueron bendecidas por la fidelidad de unos pocos que tan firmemente confiaron en la presencia infinita del generoso Dios único que la amenazante escasez no pudo disminuir su confianza en el amor de Dios o impedir la demostración práctica de Su abundante provisión. Así, hoy en día, las fieles oraciones individuales pueden tener un efecto mundial. La obediencia consciente a la ley de Dios trae inspiración espiritual, hace a un lado los límites y revela los abundantes recursos de Dios.

Por supuesto que la pericia en asuntos económicos es importante para mantener bajo control los desequilibrios fiscales. Pero debe reconocerse cada vez más que la oración desinteresada es totalmente indispensable para que percibamos soluciones nuevas y progresivas. La oración que llega al corazón de la humanidad y lo llena con el toque sanador del Cristo, no es meramente una súplica a Dios para que haga algo o nos dé más. Más bien, reconoce persistentemente que El ha provisto el bien para Sus hijos y lo seguirá proveyendo. Además, tal oración insiste en que el hombre puede conocer y experimentar la abundancia de Dios.

Al recurrir a Dios en oración, podemos establecer y mantener nuestra consciencia en la unidad del hombre con Dios — unidad que garantiza que nuestra necesidad misma será provista espiritualmente — excluyendo finalmente la tiranía de la desesperanza y el temor, del egoísmo y la avaricia.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 1991

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.