Nos sentimos bien cuando estamos usando un abrigo que nos queda bien. Pero si es demasiado apretado, nos sentimos incómodos; y si es demasiado grande, parece que estamos sumergidos en él. Tenemos que sentir que nos queda bien; y, por lo general, nos preocupamos de que sea del estilo y del color que nos queda bien y exprese algo de nuestra individualidad.
La gente puede reconocernos por nuestro abrigo si es fuera de lo común; pero nadie jamás confundiría un abrigo con una persona. Los abrigos se pueden cambiar, no así la individualidad espiritual de la persona que los usa.
Los edificios son como los abrigos en el sentido que los necesitamos para que nos mantengan abrigados y secos. Pero ¡también es preciso que nos queden bien! Tienen que tener la forma adecuada para lo que sucede dentro de ellos. Si se hacen demasiado grandes o demasiado pequeños, nos resultan incómodos porque ya no cumplen con su propósito.
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