Mi Hijo Mas joven ha sido miembro del grupo “Peace People” (Gente de paz) en Irlanda del Norte desde que tenía solamente trece años de edad. Después de doce años, sigue siendo un trabajador dedicado que trata seriamente de ayudar a traer paz a una comunidad dividida. Hay muchos grupos como éste, no sólo en nuestro país, sino a través del mundo. No hay duda de que debemos admirarlos y apoyar sus sinceros esfuerzos. ¿Pero basta con esto?
El deseo de traer paz es universal y es el anhelo de toda la gente; por cierto que este mismo deseo y el anhelo por la paz nos une a todos. Los seres humanos de todas partes anhelan la paz. Toda persona que lea este artículo pensará que él o ella está anhelando curación, un hogar, un sentido de dirección o propósito en su vida, un empleo, dinero suficiente para pagar sus cuentas, e incluso una clara respuesta a un asunto o a un problema de relaciones humanas. Tal vez, se sienta el deseo de apartarse de un mundo que parece estar lleno de enfermedades, desastres, soledad, odio y terrorismo. Pero acaso lo que necesitamos no sea irnos a una bella isla desierta o a vivir en el campo para hallar esta paz, sino descubrir nosotros mismos algo más de lo que la paz realmente es.
Supongamos, por ejemplo, que creamos que la paz vendrá sólo cuando hagamos un pacto o acuerdo para que terminen las hostilidades, o cuando tengamos algo de dinero, un hogar tranquilo, un empleo bueno y seguro. Si es así, entonces creemos que la paz viene porque cambian las circunstancias. Por la misma razón, ¿no estamos acaso creyendo que la paz podría perderse si estas circunstancias cambiaran otra vez? Esta no puede ser la paz que realmente anhelamos, porque está basada en algo que puede cambiar en cualquier momento.
El titulo de este artículo es de un comentario por A. J. Muste, clérigo americano, citado en The New York Times del 16 de noviembre de 1967, pág. 46.
¿Qué es, entonces, la paz genuina? y ¿cómo puede hallarse? Para mí, como estudiante de la Ciencia Cristiana, la respuesta a esta pregunta es que la paz puede por cierto hallarse en la comprensión de lo que es Dios y Su naturaleza misma.
Dios es el poder que fundamenta toda paz verdadera. Su naturaleza es puramente buena y sostiene la paz eterna. La Biblia nos asegura que Dios es “muy limpio... de ojos para ver el mal, ni [puede] ver el agravio”. El escritor de esas palabras estaba contemplando con visión espiritual el profundo hecho de que la creación de Dios está eternamente en paz. Debido a que Dios ve a Su bella creación — que incluye al hombre espiritual, por siempre intacto, íntegro, perfecto, puro — en paz, este Principio divino es la base sobre la que nuestra vida y mundo pueden empezar a expresar la bondad y gobierno de Dios.
A medida que empezamos a comprender algo de esta realidad divina, nosotros también obtendremos la paz que excede a la paz transitoria basada en circunstancias materiales. Cuando simplemente rehusemos reaccionar a las circunstancias, los acontecimientos, las opiniones humanas, o, incluso, a tales cosas como un saldo bancario, y empecemos a mantenernos en paz como prueba de que el hombre vive de acuerdo con la ley de Dios en este mismo instante, sentiremos la paz de Dios. Entonces podremos empezar a pensar con claridad y a ver una solución sanadora para cualquier problema.
Hace algunos años, los miembros del Cuerpo de Conferenciantes dieron una serie de conferencias por todo el mundo sobre el tema de la paz. Decidí apoyar esas conferencias obteniendo una mejor comprensión de lo que es la paz y aplicando esa comprensión cada día en mi propia vida. Investigué todo lo que la Biblia dice sobre este tema y también investigué todos los escritos de Mary Baker Eddy. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras la Sra. Eddy dice: “Por medio de la Ciencia divina, el Espíritu, Dios, une la comprensión a la armonía eterna. El pensamiento sereno y elevado, o sea la aprehensión espiritual, está en paz”. Sentí que estaba obteniendo una comprensión más clara de lo que es realmente la paz, y un día tuve la oportunidad de poner esto en práctica.
Habíamos estado planeando celebrar una reunión preparatoria en nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, una noche para hablar de nuestra próxima conferencia sobre el tema de la paz. Anhelaba mucho estar en esta reunión, pero primero debía visitar a alguien que estaba gravemente enfermo en un hospital. El cuadro se veía sombrío, y cuando salí del hospital estaba oscuro. Todos los ómnibus estaban llenos, y yo iba cargando varias bolsas de compras que había hecho camino al hospital. Me sentía bastante perturbada y agitada. Decidí poner a prueba mi creciente comprensión de la paz, y me negué a desalentarme.
Le pregunté a alguien si sabía dónde podía tomar un taxi; me dijo que tenía que ir más lejos hacia la carretera. Esa carretera era territorio del Ejército Republicano Irlandés y se consideraba muy peligrosa. No había luces en la carretera, y toda la zona se veía lúgubre y amenazante. Para colmo, vivo al otro lado de la ciudad, lo que se considera territorio protestante.
Fui a la parada de los taxis, y había allí como media docena de choferes. Al pedir un taxi di mi dirección, y hubo una inmediata y violenta respuesta. Uno de los choferes dijo: “¿Quiere usted hacerse la chistosa? Usted sabe que nosotros no podemos ir allí”. Yo contesté: “Bueno, no es tanto que usted no pueda ir, usted no quiere”. Me gritó: “Si no podemos o no queremos, no importa. Bájese”. Salí del auto a la carrera y me empecé a sentir perturbada y asustada. Entonces comprendí que ésta era una oportunidad de afirmar la paz no sólo en mi provecho, sino para todos estos hombres y mi comunidad.
En ese momento oí a uno de los choferes decir: “Yo la llevo a su casa”. Pensé que ésta era la respuesta a mi oración, pero tan pronto como empezó a manejar se hizo obvio que era un hombre que estaba disgustado y atemorizado. De pronto me dijo: “Supongo que usted es partidaria del gobierno”. Respondí: “No”. Entonces preguntó: “¿Qué es usted?” Yo dije: “Bueno, creo que Dios nos creó a todos, que El nos ama y cuida de cada uno de nosotros, que El satisface las necesidades de toda la gente, y que Su amor y sabiduría infalibles están disponibles ahora para arreglar nuestras dificultades de una manera pacífica”.
El chofer detuvo su automóvil y me miró directamente a la cara y dijo: “Señora, yo acostumbraba pensar así, pero ya no. Demasiadas cosas terribles han ocurrido, y yo he abandonado toda esperanza”. Se veía tan cansado de la guerra que mi corazón se compadeció de él. Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas, y poniendo mi mano sobre su brazo le dije: “Jamás abandone la esperanza. Yo no la he abandonado y usted tampoco debe abandonarla. Dios nos ama a cada uno de nosotros”.
Empezó a manejar nuevamente, y a esta altura ya habíamos llegado a mi carretera. Empezó a decir: “Mire esta carretera, las nuevas tiendas y casas. No puedo creerlo. Hacía quince años que no venía por este camino. Imagínese, tener temor de manejar en una parte de su propia ciudad. ¡Imagínese eso!”
Cuando llegamos a mi casa, salió del automóvil y cargó todas las bolsas de las compras escaleras arriba. Le pregunté cuánto le debía, y puso sus brazos a mi derredor y me dio un fuerte abrazo y un beso y dijo: “Corre por mi cuenta, primor. Es usted toda una dama. Hoy hizo usted algo por mí. Me ayudó a hacer algo de lo que estuve temeroso de hacer durante quince años, y si usted llega a necesitar un taxi, venga a nosotros. Se lo diré a los muchachos”.
Para mí este fue un paso pequeño, pero importante, hacia el camino de la paz que hombres y mujeres tienen por delante. Jamás menospreciemos la contribución que hombres y mujeres valientes que se ocupan de las cosas del Espíritu pueden hacer en bien de la paz, empezando hoy mismo. Nuestra propia habilidad respecto a esto crecerá a medida que lleguemos a comprender más claramente la infinitud y paz de Dios. El hombre es en verdad el hijo espiritual de Dios, y esto incluye y garantiza la espiritualidad de todos nosotros. La comprensión de la Ciencia del Cristo, la Verdad, abre este camino de paz para toda la humanidad.
Haz todo el bien que puedas, por todos los medios que puedas, en todas las formas que puedas, en todos los lugares que puedas, en todos los momentos que puedas, a todas las personas que puedas, siempre que puedas.
