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Alguien con quien hablar

Del número de agosto de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Me Gustaría Tener alguien con 'quién hablar sobre esto". ¿Le suena familiar? Bueno, tenemos alguien con quien hacerlo, de modo que háblele. Dios está aquí mismo y puede satisfacer nuestras necesidades.

¿Por dónde empezamos? ¿Cómo hablar con Dios para que nos escuche? En la intimidad de la oración humilde y silenciosa podemos pedirle que nos guíe y luego escuchar lo que nos dice. Cuando lo hacemos, descubrimos que no estamos solos ni separados de Él.

Hablar con Dios por medio de la oración es comunión, por eso es necesario escuchar más que hablar. No estamos fuera de Dios hablando con Él. En realidad, somos Su linaje espiritual, de manera que nos comunicamos con Él desde dentro de Su totalidad, y escuchar nos ayuda a comenzar a sentir Su presencia. Entonces nos volvemos conscientes del abrazo de esa totalidad de Dios, que lo incluye todo. Comenzamos a sentir la paz que nos da saber qué estamos siempre en armonía con la Verdad y el Amor.

Dios ya lo sabe todo. Sus respuestas ya están dadas. Lo que debemos hacer es escucharlas y obedecer Su guía. Cristo Jesús nos asegura en el Sermón del Monte: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al qué llama, se le abrirá".

¿Cómo responde Dios? Nos despierta para que comprendamos mejor Su bondad y nuestra coexistencia con Él como Su linaje espiritual. En el santuario de nuestra comunión con la Mente única, podemos confiarle a Dios nuestras esperanzas y necesidades genuinas. Nuestro deseo sincero de conocer a Dios abre el pensamiento a nuevas posibilidades, y sentimos el cuidado del Amor divino, siempre presente. Con gozo y confianza podemos volvernos a Dios y pedirle que nos guíe, nos perdone o nos corrija, seguros de que el Amor divino entiende y provee las respuestas correctas.

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy nos dice: "La intercomunicación proviene siempre de Dios y va a Su idea, el hombre". Cuando comulgamos con Dios en oración, recibimos las respuestas que necesitamos directamente de la fuente divina, la Verdad y el Amor. Estas respuestas son la sustancia de la Verdad, revelando su propia naturaleza a la consciencia humana individual. Ellas nos satisfacen plenamente porque son el resultado del amor imparcial y omnímodo de Dios que alborea en el pensamiento individual.

Cuando elevamos nuestro pensamiento a Dios, el Cristo sanador calma el temor y nos volvemos más dispuestos a escuchar a la Mente y a aceptar las respuestas espirituales, que siempre están fácilmente disponibles y nos dan satisfacción. Al abrir el pensamiento a lo que Dios nos dice, la dirección correcta que debemos seguir se hace evidente y nos damos cuenta de cómo dar el siguiente paso. Con la oración científica nunca podemos equivocar el camino.

Sin embargo, uno podría pensar: Dios parece tan distante, la oración tan abstracta y mis problemas tan reales; ¿puedo en realidad confiar en la oración silenciosa más que en consejos basados en opiniones humanas? ¿Cómo puedo estar seguro de la respuesta de Dios?

Cuando obedecemos a Dios, el temor se apacigua. La confianza reemplaza a la incertidumbre, y los pasos lógicos se revelan. Estos comienzan a tomar forma, y se encuentran modos definidos de proceder. A medida que nos dejamos guiar por Dios, descubrimos que lo que creíamos que era un problema físico en realidad es un engaño de la mente mortal. La disciplina de la oración responde a nuestras necesidades y trae curación.

Esta oración, esta comunión con la Verdad y el Amor, es una petición sincera y sistemática que trae el reconocimiento espiritual del bien y reemplaza el cuadro humano con la realidad espiritual. La oración reconoce que la totalidad de Dios automáticamente niega el mal y elimina cualquier temor o duda que intentara obstaculizar la demostración. Hablar con Dios de este modo establece la realidad espiritual en nuestro pensamiento. No consiste en simplemente soñar despierto con esperanza, ni en razonar positivamente basándonos en nuestros deseos. Esta conversación, este hablar y escuchar en la oración espiritual, elimina toda posibilidad de equivocarse. Dios, la Mente, todo lo sabe, por consiguiente, el temor no puede prevalecer en presencia de la Verdad y el Amor.

Nuestra oración nos ayuda a ceder ante la presencia del Cristo sanador. Al hacerlo descubrimos nuestra unidad con todo lo bueno. El título marginal "Invocación eficaz" aparece junto al párrafo en Ciencia y Salud en el cual la Sra. Eddy escribe: "En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es Todo. Tenemos que resolvernos a tomar la cruz y con sincero corazón salir a trabajar y velar por la sabiduría, la Verdad y el Amor. Tenemos que 'orar sin cesar'. Tal oración es respondida en la proporción en que llevemos nuestros deseos a la práctica. El mandato del Maestro es que oremos en secreto y dejemos que nuestra vida atestigüe nuestra sinceridad".

El plan de Dios ya está funcionando para cada uno de nosotros, aun antes de que pidamos. Cuando comprendemos y aceptamos nuestra unidad con Dios, vemos que Su amor se desarrolla en nuestra vida. El Amor divino nos revela las decisiones que hay que tomar y el momento conveniente para tomarlas. Al obedecer en una manera disciplinada a la intuición espiritual, hacemos la voluntad de Dios con gozo, precisión y éxito.

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