Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Me Crie En la Ciencia Cristiana y...

Del número de agosto de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me Crie En la Ciencia Cristiana y he tenido muchas curaciones físicas. Estoy especialmente agradecida por la entereza moral que obtuve debido a que mis amorosos padres y mis maestros en la Escuela Dominical fomentaron mi espiritualidad. Como resultado, si bien he tenido desafíos, he podido hacerles frente desde una perspectiva espiritual y sobreponerme a ellos.

En una ocasión estuve involucrada en una turbulenta relación que, sin embrago, parecía prometedora. Nos casamos, y después de dos años de brindar el mayor afecto humano que yo pensaba posible a través de algunos desafíos muy difíciles, me encontré desesperada, con mi esposo enfrentando un largo período en prisión. Me sentí sola y traicionada, especialmente porque yo esperaba que por actuar de acuerdo con el Principio, yo estaría libre de tal experiencia.

Luché por apoyarme en Dios. Algunas veces tenía que confiar y esperar pacientemente por algún tiempo a fin de recibir Su consuelo. Pero al hacer esto, encontré fortaleza y ayuda de toda clase de fuentes inesperadas. En retrospección, recuerdo aquellos años como un período de crecimiento.

Sin embargo, después de algún tiempo, me di cuenta de que mi esfuerzo en planear cómo se debían resolver las cosas, mi deseo personal de tratar de ayudar, estaba interfiriendo con la situación. El matrimonio quedó disuelto de mutuo acuerdo. Pero aun así sentía el fracaso y dolor en mi corazón acerca de esta experiencia, así como una profunda desilusión. Me imaginé que siempre viviría con cierto sentimiento de pesar. Pero esto también fue superado con un renovado esfuerzo de estar más cerca de Dios. Años más tarde, cuando le contaba esta historia a alguien, súbitamente entendí que la raíz de mi pesar acerca de esta experiencia era la autocompasión, y en ese momento reconocí lo absurdo de este sentimiento. El pesar se disolvió totalmente.

También reconocí que el Consolador, la Ciencia divina, brinda a todos la oportunidad de crecer espiritualmente y de sanar. Ya no necesitaba llevar conmigo un sentido de fracaso personal o pena del corazón. Reconocí que tanto mi verdadera identidad como la de mi anterior esposo estaban arraigadas en Dios, porque en realidad el hombre es la imagen de Dios, Su idea. El hombre está siempre bajo Su cuidado, y Su paz es nuestra por reflejo. La pena del corazón y la discordancia no pueden arruinar ni mi identidad espiritual ni la de nadie. Al aceptar esas verdades, me quité un peso de encima y, finalmente, me sentí en paz.

Estoy profundamente agradecida por haber tenido la oportunidad de tomar instrucción en clase de Ciencia Cristiana. En esa época, yo estaba viviendo en el extranjero, pero el hecho de que la clase fue enseñada en otro idioma, lejos de interferir con mi habilidad para comprender, me capacitó para ver con más claridad que el lenguaje del Espíritu trasciende las limitaciones mortales. Esta experiencia cambió mi vida.

También estoy agradecida por lo que la Ciencia Cristiana ha significado para mí en la crianza de mi joven familia. Como mi segundo esposo no es Científico Cristiano, algunas veces hemos consultado con los médicos; pero el tratamiento en la Ciencia Cristiana por medio de la oración, generalmente ha sanado la condición del momento, sin necesidad de que se haya tomado ninguna acción médica.

Dos médicos diagnosticaron que uno de los niños tenía cierto tipo de hernia, que necesitaría una operación. Como el niño era muy pequeño en el momento del diagnóstico para soportar una operación, busqué tratamiento por medio de la Ciencia Cristiana. La devota ayuda por medio de la oración de una practicista de la Ciencia Cristiana calmó mis temores. En una subsecuente consulta sobre la cirugía, no se encontraron trazos de la condición. Para nuestro regocijo el niño había sanado completamente.

Una noche tarde, llamé por teléfono a una practicista para que orara por uno de los niños que estaba sufriendo de fiebre y dolor de oído. La practicista estuvo de acuerdo en orar por nosotros, y me dijo que la volviera a llamar a los veinte minutos. Para esa hora el niño se había quedado dormido en la cama, sin fiebre ni molestias. Sin embargo, el día siguiente, el niño volvió a quejarse otra vez de dolor de oído, y mi esposo quiso que llamara por teléfono a un médico. Como el médico no podía ver al niño en varias horas, me puse en contacto con la practicista de la Ciencia Cristiana una vez más, y la dificultad del oído quedó totalmente eliminada por medio de la oración. La curación ha sido permanente.

Estas son solamente algunas de las curaciones que he presenciado. Estoy más agradecida de lo que puedo expresar por la comprensión de que Dios es el Principio divino y el Amor divino. La armonía siempre se puede restablecer cuando ponemos nuestra comprensión de Dios en práctica.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1991

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.