Las Recompensas Por defendernos diariamente contra las sugestiones mentales agresivas son abundantes. Gozamos de mejor salud y logramos un sentido más profundo de lo que es la felicidad y de nuestros objetivos. Y, ciertamente, nos volvemos más conscientes del cuidado protector de Dios. Pero, tal como lo indica el Estatuto "Alerta al deber" del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, el verdadero propósito de la defensa espiritualmente mental tiene un significado mucho más profundo. Tal como lo establece el Estatuto: "Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado".
El propósito básico de la defensa espiritual es permitirle a uno trabajar de un modo más eficaz para Dios y para la Causa de la Ciencia Cristiana, y de esta manera acudir en ayuda de la humanidad. Esta es una actividad profundamente gratificadora debido a que las recompensas llegan por "las obras" que somos capaces de hacer, lo que demuestra que la Ciencia Cristiana misma es la bendita manifestación del Consolador, para salvación de toda la humanidad.
Las bendiciones que vienen de Dios, tal como la vida de Cristo Jesús mostró con tanta claridad, no se ganan sin abnegación disciplina y una consagración profunda a demostrar que el Todo-en-todo de la existencia es el Espíritu y no la materia. Y aunque la mente humana no acepte que una vida llena de amor altruista y de valor moral sea una "recompensa", nuestro corazón y nuestra satisfacción interior nos dicen que lo es. A medida que nuestra verdadera espiritualidad va creciendo, experimentamos en toda su profundidad el verdadero gozo que Jesús quería para sus seguidores. El Maestro dijo una vez a sus discípulos que habían llevado a cabo con éxito obras de curación, que no se regocijaran con los resultados físicos "sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos".
La sugestión mental agresiva procura decirnos que nuestros nombres no están "escritos en los cielos". Procura decirnos que no podemos lograr conocer la verdad para nosotros mismos, y mucho menos orar inteligentemente por la Causa que la Sra. Eddy estableció, trabajando con tanto altruismo. Es preciso defender nuestra consciencia contra esta falsa creencia, sabiendo que nada puede hacernos dudar de nuestra permanente unión con Dios, siendo el hombre, la idea espiritual de Dios, el reflejo puro de la Mente infinita.
Es muy cierto que la mente humana no puede sanar al enfermo, ni conoce lo bastante acerca de Dios como para hacer justicia a Su infinito poder y bondad. De hecho su colección de creencias y opiniones mortales es el obstáculo mismo que tan a menudo suele interferir con la curación espiritual. Pero, en realidad, el hombre no es en absoluto un mortal con una mente humana limitada. El es verdaderamente el representante mismo de la Mente divina, el testigo espiritual y verdadero de la inteligencia, el poder y la sabiduría de Dios.
¡Qué importante es reconocer que todos nuestros pensamientos sólo provienen de la única Mente, Dios, la Vida y el Amor divinos! Si no admitimos que es el control de la Mente lo que gobierna nuestra vida, inadvertidamente abrimos nuestras puertas mentales a la creencia de que el error, o el mal, es nuestra mente.
Sin embargo, la sugestión de una mente humana o mortal no es simplemente la sugestión de una mente personal o una mente perversa. Es también la creencia de muchas mentes, las creencias colectivas de la humanidad. Los seres humanos, por ejemplo, tienden a aceptar los accidentes, la muerte, el pecado, la enfermedad, la carencia, como condiciones inevitables del hombre. La defensa espiritual que nos protege para no estar de acuerdo con estos errores, es nuestro reconocimiento, a través de la oración, de que Dios, el bien, es la única Mente y nuestra verdadera Mente, y realmente la verdadera Mente de todos en todas partes.
En realidad, no es posible que el hombre tenga otros pensamientos que no sean de verdad y bondad que proceden de Dios, la fuente de todo pensamiento genuino. No obstante, hasta que no demostremos plenamente, a través del crecimiento espiritual que el mal, el temor, la enfermedad, no tienen verdaderamente ninguna realidad, debemos defendernos mediante la oración de las dudas que son propias de la mente humana sobre la unión del hombre con Dios, dudas que pretenden ser nuestra propia consciencia.
La Sra. Eddy conocía muy bien la necesidad de reconocer a Dios como la única Mente verdadera del hombre. Una vez, ella dijo a uno de los integrantes del grupo que trabajaba en su casa: "Lo primero que hago en la mañana al despertar es declarar que no tendré ninguna otra mente delante de la Mente divina, y estar plenamente consciente de ello, y mantenerme así durante todo el día, entonces el mal no puede tocarme" (Citado en Conocimos a Mary Baker Eddy).
Su profunda fe en la totalidad y el amor de Dios era constante. Al responder a la pregunta: "¿Cree usted en Dios?" en su libro La unidad del bien, ella afirma: "Creo más en El que la mayoría de los cristianos, pues no tengo fe en ninguna otra cosa ni en ningún otro ser". Y luego añade: "Para mí Dios es Todo".
Podría decirse que el error o mal de cualquier tipo es la duda del mundo acerca de la totalidad de Dios. La mente mortal no es una mente real, sino falta de inteligencia, la sombría ignorancia de la presencia de Dios. El mal no es una cosa real, una persona, un pensamiento o una condición. El mal es simplemente la falsa creencia, manifestada de diferentes maneras, de que Dios no está presente en nuestra vida. Entonces, ¡qué maravilloso es descubrir, a través de la vida de Cristo Jesús y de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, que Dios está siempre presente y es demostrable!
¿Cómo tiene lugar esta demostración? La Biblia nos proporciona la guía. El Salmista dice: "Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón". Generalmente se considera que ser "rectos de corazón" significa ser honesto y moral. Además, en un sentido más espiritual, puede significar pensar de acuerdo con la verdad de Dios, la Mente divina. Ser "rectos de corazón" es, en realidad, permitir que Dios sea nuestra Mente, al apartarnos de la creencia de que tenemos una mente personal que puede ser influida por opiniones mortales.
A medida que aprendemos a escuchar a Dios y a rechazar la mentira de que el hombre es un mortal con una mente personal, dejamos de ser títeres de esta supuesta mente carnal. En cambio, comenzamos a reflejar los pensamientos puros semejantes al Cristo de verdad y dominio, que proceden de Dios. Estos pensamientos del Cristo nos mantienen alerta a las imposiciones de la mente carnal. Entonces, el temor, la preocupación por las opiniones de los demás, el sentido personal y el estar satisfechos con una vida material, no pueden hacernos "inducir a olvido o negligencia" (tal como lo establece el Estatuto) de nuestras responsabilidades para con Dios y la Causa de la Ciencia Cristiana, la Causa cuya misión es liberar a la humanidad de la tiranía del sentido material.
El Estatuto "Alerta al deber" no nos dice en forma específica de qué manera debemos cumplir con nuestras responsabilidades para con Dios, para con nuestra Guía y para con la humanidad. Esto se deja a la oración y demostración individual. Por cierto, aun así existe una unidad básica entre estos deberes específicos. La Ciencia Cristiana revela a Dios como el Principio divino, el Amor; y nuestro único propósito es dar testimonio del Principio divino. ¿No será esta la parte de nuestro "deber para con Dios", o sea, reconocer Su totalidad y orar por el amor, la sabiduría y el valor de ser obedientes a los mandatos del Principio divino? Cuando nos defendemos reconociendo que debido a que no proceden del Principio, el temor o el odio no pueden impedirnos amar y obedecer a Dios con todo nuestro corazón, Su gloria y bondad se reflejarán de una manera más natural en nuestra vida.
Sabemos que el liderazgo de la Sra. Eddy tuvo una motivación espiritual tal como ella misma lo establece en Escritos Misceláneos: "... inculcar en la humanidad el genuino reconocimiento de la Ciencia Cristiana práctica y eficaz". Por cierto, parte de nuestro deber hacia ese liderazgo es reconocer y reproducir en nuestra vida el amor desinteresado y la dedicación que ella demostró al dar a la humanidad la revelación de la Ciencia Cristiana. Una defensa mental adecuada incluye una comprensión clara de la función específica de la Sra. Eddy como la Descubridora. Fundadora y Guía de la Ciencia Cristiana y nos capacita para superar las dudas de la mente humana acerca de la Ciencia Cristianan dudas que, si no se detectan y anulan en nuestra propia consciencia, impiden nuestra propia demostración de la verdad que la Ciencia revela. A medida que aumenta nuestro aprecio por su continuo liderazgo, por sus motivos puros, por el Manual y por la Iglesia que ella fundó, adquirimos la fortaleza para anular el odio hacia el Cristo, la Verdad, y hacia quien proclamó para esta era la Ciencia del Cristo. Esta tarea puede ser una de las mejores maneras en que podemos apoyar y promover la Causa de la Ciencia Cristiana que está tan dedicada a consolar y traer curación al mundo.
Quizás nuestro deber para con la humanidad esté expresado de la mejor manera en las propias palabras de Cristo Jesús: "Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia". Todo aquel que está estudiando la Ciencia Cristiana está recibiendo de gracia el gozo de aprender la verdad espiritual de la realidad y la bondad de Dios, y de un modo natural desea compartirlo con los demás. Cuando oramos para demostrar nuestra verdadera pureza y bondad, somos fortalecidos en nuestra comprensión de que el Cristo, la Verdad, ya está presente en cada consciencia humana. Percibimos que la individualidad de cada persona es mucho más de lo que los sentidos físicos pretenden indicar. Entonces no podemos permanecer indiferentes al bienestar de los demás. Cuando nos defendemos al saber que el Amor divino es la única Mente del hombre, descubrimos que estamos amando al hombre, a nuestro hermano, tal como cada persona merece ser amada, como el hijo bienamado y espiritualmente perfecto del único y perfecto Dios.
Nuestra contribución a la Causa de la Ciencia Cristiana será de mayor utilidad a medida que nos vayamos despojando de las pretensiones de la supuesta mente humana a través de la gratitud y la oración, y las reemplacemos con el conocimiento verdadero y el poder sanador, y tengamos presente a diario que Dios es la única Mente y nuestra verdadera Mente. Entonces, ya sea que el mundo valore o no nuestros esfuerzos por obedecer y demostrar el Principio divino, el Amor, igual conoceremos las dulces recompensas de la defensa diaria, nuestra propia seguridad mental y la certeza de que estamos cumpliendo con nuestro deber hacia Dios, hacia nuestra Guía y hacia la humanidad.