Pocos Meses Despues de que mi compañera de cuarto en la universidad y yo conocimos la Ciencia Cristiana, nos hallamos en una situación en que necesitábamos ayuda inmediata. Una noche, ya tarde, estaba yo cortando moldes de cartón para unos dibujos con un cuchillo sumamente afilado. Por error, puse la mano izquierda en el paso del cuchillo y me corté el dedo pulgar gravemente.
Grité de dolor, y mi compañera de cuarto corrió a ayudarme. Ambas vimos que era una situación seria. Tenía miedo de perder el dedo pulgar. Teníamos que hacer algo rápidamente. Mi compañera dijo: "O tenemos que llevarte al cuarto de emergencia del hospital o tenemos que hacer uso de la Ciencia Cristiana". Habíamos visto con claridad en la vida de nuestros amigos que la oración puede sanar, y en este momento de necesidad queríamos recurrir a la Ciencia Cristiana.
Nos sentamos juntas en la orilla de la cama. Suavemente ella envolvió mi mano en una toalla y empezamos a orar. Al principio no podíamos pensar cómo orar. Entonces recordamos que una maestra de la Escuela Dominical de la iglesia local de la Ciencia Cristiana había dicho que el Padre Nuestro siempre ayuda. Anteriormente jamás hubiera pensado que la oración podía ser tan práctica. El Padre Nuestro me era familiar, pero me había parecido que eran puras palabras. Yo necesitaba más que palabras. Necesitaba ayuda. No obstante, la Ciencia Cristiana me había estado enseñando que la oración verdadera no son sólo palabras. Mis amigos habían sanado mediante la oración. La oración les había brindado ayuda verdadera.
Mi compañera de cuarto empezó a leer el Padre Nuestro en voz alta muy despacio. Incluyó el significado espiritual de cada línea, que aparece en las páginas 16 y 17 de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Cerré mis ojos y escuché con todo mi corazón, con todo lo que estaba en mí. A medida que continuaba mi compañera, sentí profundamente el amor de Dios hacia mí, la sensación más poderosa de seguridad y amor que jamás había sentido. El temor desapareció, y el dolor desapareció junto con él. Cuando llegó a la parte final — acerca de que Dios tiene todo el poder y la gloria para siempre— yo supe que eso tenía que ser verdad. Con profunda convicción, supe que Dios tiene que ser el único poder, del todo afectuoso e infinito.
Poco después me fui a la cama y dormí apaciblemente. A la mañana siguiente el dedo pulgar estaba en perfectas condiciones. No había parte dolorida o hinchazón, ni siquiera una cicatriz. Hubiera creído que había soñado el incidente si el molde de papel inservible y la toalla manchada no hubieran estado en el suelo.
Esta curación tuvo un profundo efecto en mi compañera y en mí. No obstante, no nos pareció un milagro inexplicable. Más bien, fue una prueba de la presencia y poder de Dios, mostrando la realidad del Espíritu y su ley de armonía que operaba en nuestra vida. Empecé a ver que en vez del hombre ser material, Dios lo crea a Su semejanza, la indestructible semejanza del Espíritu. Fue la comprensión de este hecho espiritual lo que efectuó la curación. No puedo pretender que tuve de repente la comprensión completa de la ley espiritual y de mi identidad espiritual. Pero la comprensión del poder divino que obtuve fue maravillosa y ha continuado ampliándose.
Aunque no había crecido creyendo que tales curaciones eran posible, no podía negar mi propia experiencia. Había sido sanada mediante la oración de una manera inequívoca. Y tampoco podía pasar por alto las otras curaciones que vi efectuarse mediante la oración. Todo esto hizo que quisiera comprender mejor la Ciencia Cristiana.
Yo quería saber cómo puede la oración cambiar una condición física. Aprendí que la oración cambia nuestra percepción de lo que somos. Despierta nuestro sentido espiritual y nos mueve a comprender que, en realidad, somos la semejanza del Espíritu, Dios, y, por lo tanto, a nuestra identidad verdadera no se le puede hacer daño, desorientar, o poner fuera del gobierno de Dios. El efecto alterante se efectúa en nuestra consciencia. Cuando esta luz del Cristo, la Verdad, brilla en nuestro pensamiento, rompe las tinieblas del temor y del materialismo. Cuando la luz de la Verdad brilla en nuestra consciencia, podemos sentir su poder.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy describe cómo es afectado el cuerpo: "La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa humores, disuelve tumores, relaja músculos rígidos y restaura la salud a huesos cariados. El efecto de esta Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina".
El sometimiento de todas nuestras creencias materiales acerca de Dios y de nosotros mismos es un proceso que no ocurrirá de súbito. No obstante, las curaciones — pruebas de la presencia y del amor de Dios— pueden ocurrir rápidamente de maneras que nos rescatan cuando las necesitamos, como mi compañera de cuarto y yo lo comprobamos esa noche. Si estamos dispuestos a armonizar nuestros pensamientos con la Verdad, no hay nada que pueda impedir que seamos regenerados y sanados a medida que progresamos firmemente en nuestra comprensión espiritual.
El tiempo no es realmente el factor principal. La "luz solar de la Verdad" siempre está brillando. La ley de curación de Dios está siempre en operación. Cuanto más sinceramente recurramos a la luz de la Verdad, tanto más la sentiremos y comprenderemos cómo sana.
Cristo Jesús dijo: "Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas". Las imágenes oscuras y atemorizantes de la enfermedad y del pecado pueden desaparecer mediante la comprensión y la oración inspiradas.
Este es el mensaje que trae la Ciencia Cristiana: El poder cristiano para sanar no se ha perdido. Se está experimentando hoy en día.