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El bien no se detiene

Del número de agosto de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La casa de los Godfrey era el mejor lugar de la cuadra para jugar.

Rodrigo y Lucía siempre tenían entre manos muchos planes y les gustaba tener amigos para que los secundaran. Durante el verano tenían un jardín lleno de enormes girasoles; en el invierno transformaban su patio en una pista de patinaje sobre hielo.

Una vez, después que unos obreros sacaron un árbol enorme, todo el vecindario se reunió para cavar desde el agujero que dejó el árbol hasta llegar a China. En el sótano de su casa, Rodrigo estaba construyendo su versión del transatlántico Queen Mary. Para hacer el fondo del barco, utilizó un viejo tablón de madera que había servido como tabla de planchar, y cuando lo llevaron al lago hasta flotaba.

Luciano estaba contento de que los Godfrey viviesen tan cerca. Pasaba muchísimo tiempo en la casa de ellos. Lo que le gustaba en especial era el tractor verde de Rodrigo. Era del tamaño exacto para él. Cuando pedaleaba las ruedas se movían y podía dar un lindo paseo.

Un día, finalizada ya la tarde, ocurrió algo en casa de los Godfrey que no fue muy divertido. Luciano estaba manejando el tractor muy contento por el camino de entrada cuando, de pronto, el tractor volcó. Luciano se golpeó la cabeza contra las piedras y con los dientes se hizo un corte bastante profundo dentro de la boca. El Sr. Godfrey corrió para ayudarlo, pero Luciano sólo quería irse a su casa ya mismo. Se mostró valiente pero cuando su mamá abrió la puerta empezó a llorar.

— Esto tiene mal aspecto, — dijo suavemente el Sr. Godfrey, mientras mostraba a la mamá la parte interior de la boca de Luciano —. Si no cicatriza rápido, habrá que darle unas puntadas.

Luciano y su mamá entraron a la sala de su casa y se abrazaron en el sofá. La mamá oró en silencio hasta que Luciano dejó de llorar. Ella se sentía muy agradecida por el amor y el interés que mostraba el Sr. Godfrey por el bienestar de Luciano. Ella sabía que el amor proviene de Dios, por lo tanto, el amor iba a ser parte de la curación de Luciano. No preguntó detalles de lo que había pasado, sino que se sintió segura de que todo lo ocurrido en la casa de los Godfrey era correcto y bueno.

— Luciano, — dijo la mamá suavemente —, cuéntame algunas de las razones por las cuales te gusta jugar en la casa de Rodrigo.

Luciano no pudo en ese momento expresarlo con exactitud en palabras, pero dijo: — Hacemos allí cosas muy divertidas.

— Esas cosas que hacen, ¿son también buenas? preguntó la mamá.

— Sí, — dijo Luciano. Luego, después de una pausa se sentó de pronto, sonrió y dijo: — Y cuando uno hace cosas que son realmente buenas, ¡a uno no lo pueden lastimar!

Había mucha energía en la voz de Luciano. La mamá se dio cuenta de que él había descubierto una idea espiritual importante.

Ambos hablaron y pensaron acerca de lo que había dicho Luciano. Jugar con los amigos es bueno cuando expresa algo de la bondad de Dios. Todas las ideas que nos ayudan con planes vienen de la Mente divina. Divertirse y reír provienen del Espíritu. La honradez para respetar los turnos en los juegos procede de la Verdad. El Amor divino se refleja en la amistad, y el poder espiritual está presente para guiar a los niños mientras juegan.

Si ocurren cosas malas que tratan de interrumpir el bien, podemos orar y recordar que nuestra relación espiritual con Dios no puede cambiar. Esto significa escuchar atentamente a Dios y requiere persistencia y valor. Pero la oración también es divertida, tanto como jugar con los amigos. De hecho, cuando entiendes a Dios y Su amor, te sientes libre y muy feliz.

Luciano y su mamá esperaban probar que, en realidad, lastimarse en una caída no podía ser cierto, porque la bondad de Dios no se puede detener.

La Sra. Eddy dice en su libro Ciencia y Salud que tenemos sentido espirituales que nos hablan acerca de la bondad de Dios. "Los sentido del Espíritu están sin dolor y siempre en paz. Nada puede ocultarles la armonía de todas las cosas y el poder y la permanencia de la Verdad".

De pronto sonó el timbre del horno. La cena estaba lista. Habían estado sentados en el sofá alrededor de media hora. Luciano estaba tranquilo, así que la mamá pensó que ya podía servir la cena. Era una comida que a Luciano le gustaba mucho: pan de carne, bien condimentado. Por un minuto, la mamá pensó si era aconsejable que Luciano comiera con el corte que tenía en la boca.

La mamá oró un poco más sobre la bondad de Dios. Ella estaba agradecida porque Luciano ya no se sentía triste. Sabía que ambos estaban seguros de que la presencia y el poder de Dios se encargarían de la curación. La mamá quería proteger sus pensamientos, porque la preocupación, aun respecto a la comida, no provenía de Dios.

Luciano se acercó a la mesa saltando mientras la mamá servía la comida al resto de la familia.

—¡Qué bueno, pan de carne! — exclamó, y la mamá decidió seguir adelante y le sirvió un plato.

El versículo de la Biblia que utilizó la familia para bendecir la mesa fue: "Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad". Cada uno mencionó alguna cosa por la cual estaba agradecido ese día. Luciano dijo que estaba agradecido por jugar en casa de los Godfrey. Luego comió de todo, y hasta se comió otro plato de pan de carne.

Por la mañana, después de lavarse los dientes, Luciano bajó corriendo la escalera. — Mira, Mamá, mi boca está bien. Y así era; no había ni siquiera una marca donde la tarde anterior había estado el corte.

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