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Caminemos por el camino seguro de Dios

Del número de agosto de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una señora estaba visitando a su nieto en un momento en que los disturbios religiosos, los incendios provocados y el bandolerismo eran algo corriente en el pueblo en que él vivía. Un día, cuando yo estaba en la casa con ellos, una pelota voló por encima del tejado, desde un patio de juegos cercano, y rebotó violentamente en el techo de chapas de la galería donde la abuela estaba dormitando. Se despertó sobresaltada y preguntó con voz temblorosa: "Bello, ¿estamos a salvo?"

"Perfectamente a salvo, abuelita", le aseguró Bello. "Sabes, aquí vivimos en el camino seguro de Dios".

El sentimiento de inseguridad de esta señora refleja el de nuestro mundo moderno, en el cual la crueldad, la violencia y el odio a menudo dominan los acontecimientos del día. Actualmente, en muchos países se considera un riesgo caminar por ciertos centros comerciales, estacionamientos, callejuelas y parques públicos.

¿Existe alguna forma de sanar estos males?

La respuesta es ¡sí!

Reconocer mediante la oración dos hechos espirituales básicos, y vivir de acuerdo con ellos, puede ayudarnos. El primero es que Dios es Todo-en-todo; o sea que Dios, la Mente divina, es el único poder, realidad e inteligencia del universo, incluso el hombre. Por lo tanto, no hay otro poder, y lo que se llama mal, diablo o Satanás, que pretende desafiar el gobierno armonioso de Dios, no es en absoluto una fuerza real. Como explica la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: "Todo está bajo el dominio de la Mente única, o sea Dios".

En segundo lugar, debemos comprender que nosotros — usted, yo, ellos — somos en verdad los hijos e hijos de Dios, la Vida, en quien, la Biblia nos dice, "vivimos, y nos movemos, y somos". Por lo tanto, en todas nuestras actividades podemos expresar las cualidades espirituales con las que nos dotó nuestro Padre-Madre Dios. Afianzados en esta certeza, podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, sin abrigar ninguna sospecha, crítica o rencor. Es así como se superan el temor, la ira, la malicia, la duda y el peligro.

Estaba trabajando en un país extranjero cuando estalló allí un síndrome de xenofobia como resultado de una mala administración social, económica y política. Conflictos tribales y étnicos provocaron el desmoronamiento de la ley y el orden, y se generalizaron los actos de bandolerismo. En medio de esto, yo trabajaba en un turno que terminaba después del anochecer.

Un viernes, después de esperar dos horas y media, me di cuenta de que el chofer designado para llevarme a casa no vendría. Para entonces mis colegas, que hubieran podido llevarme a casa, ya se habían ido. Todos los taxistas a quienes llamé por teléfono para que vinieran a recogerme se negaron a hacerlo, aduciendo que durante la noche ese lugar era un área por la que era imprudente transitar, una guarida de bandidos armados y de ladrones de automóviles. El sereno que estaba de servicio aquella noche no me permitió dormir en la oficina. Me acompañó hasta la puerta y la cerró con llave.

Afuera estaba oscuro como boca de lobo. Al principio yo estaba petrificado. Iba a tener que caminar casi una milla para llegar a la carretera principal. Me detuve un momento y oré. Cuando comencé a caminar recordé las palabras que mi amigo había dicho a su abuela: "Vivimos en el camino seguro de Dios". Afirmé mi unidad con Dios. Pensé: "Estoy caminando por el camino seguro de Dios, así que puedo estar seguro de que Su bondad está por delante, a mi lado y detrás de mí. El me guiará".

Inmediatamente mi temor se desvaneció. Canté el himno del Himnario de la Ciencia Cristiana: "Brazos del eterno Amor/guardan a Su creación". Casi grité la segunda estrofa:

Dios eterna guía es,
fiel en toda situación.
Sigue alegre tu labor,
ten confianza en el Señor.

En ese momento, dos hombres surgieron de atrás de un árbol, y me amenazaron con cuchillos, exigiéndome dinero. Me quedé quieto y los saludé: "Hola, amigos".

Ambos hablaron a la vez, uno preguntándome a dónde iba, y el otro de dónde venía. Les respondí: "Voy a casa, he salido de mi trabajo, y estoy caminando por el camino seguro de Dios. También ustedes, amigos míos". Se quedaron en silencio. Entonces se alejaron un poco, y uno de ellos me dijo que me fuera rápido y continuara mi camino.

Sin temor, seguí mi camino, cantando la última estrofa del himno:

En los brazos del Amor
ya no temas al error.
Dios te da Su protección,
pues refugio eterno es El.

En la carretera, un camión militar se detuvo cerca de mí y me llevó a casa. A la mañana siguiente, la radio informó que unos bandidos peligrosos habían sido arrestados en el mismo camino por donde yo había ido la noche anterior.

La Ciencia Cristiana nos ayuda a intuir que la identidad espiritual y verdadera de todo hombre, mujer y niño es verdaderamente inseparable de Dios, nuestro protector y salvador siempre presente. Como linaje del Amor divino, el hombre no puede ser ni víctima ni victimario. Sin embargo, en muchos casos los mandatos divinos de no codiciar, no robar o no matar parecen ser violados. ¿Quién o qué es el culpable?

El culpable es siempre la mentira de que puede haber un poder o mente opuesto a Dios. Este poder falso, o mente mortal, es lo que victimiza, hace mala práctica o califica a alguien como enemigo. En verdad no tenemos enemigos. Dios nunca creó a nadie para que fuera un enemigo. Como en realidad el hombre es el hijo de Dios, el bien, él expresa sólo bondad, tierno afecto y unidad. Comprender esto nos capacita para enfrentar y superar cualquier desafío que pretenda intimidarnos y nos proporciona una segura defensa.

Las Escrituras nos revelan cómo a través de las épocas muchos han vivido cerca de Dios y han probado que una confianza absoluta en El brinda total protección. Cristo Jesús nos mostró un camino confiable por el cual transitar. El estaba tan seguro que caminó con Dios en todo momento y bajo toda circunstancia, y fue capaz de pasar ileso en medio de una multitud furiosa que estaba tratando de matarlo.

El Nuevo Testamento está colmado de relatos inspiradores sobre cómo los seguidores de Jesús caminaron con Dios, confiaron en El y contaron con El para que los guiara y protegiera. ¿Podemos realmente encontrar seguridad al confiar en Dios en lugar de hacerlo en medios basados en la materia?

¡Por supuesto que sí!

Dios es confiable. Podemos contar con El. Nuestra seguridad reside en darnos cuenta de la totalidad de Dios, Su omniacción y omnipresencia. Sabiendo esto, podemos estar siempre seguros de que estamos caminando por el camino seguro de Dios donde todos están a salvo.


"Y Sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto".

(Col. 3:14)

Por sobre todo, lo que marca la nueva vida en Cristo, es el amor. Es el vínculo que da significado, vitalidad e integridad a la vida... El amor establece la integridad no sólo dentro de la comunidad cristiana... sino dentro de cada creyente que lo siente... y en todo el cosmos.

en The Interpreter's One Volume Commentary on the Bible,

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