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¿Cómo podemos ser "sencillos como palomas"?

Del número de agosto de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Menudo Oimos decir: "Cada uno tiene derecho a su propia opinión". Podemos estar de acuerdo con esta declaración si quiere decir que nadie debería tratar de forzar a otro a que esté de acuerdo con sus opiniones.

Por otra parte, a menudo las opiniones humanas se refieren a temas sobre los cuales no existe una verdad definitiva, y tienen tanta posibilidad de estar correctas como equivocadas. Muchas veces opinamos sobre otras personas: lo que pueden estar pensando, lo que pensamos que deberían hacer, lo equivocadas que están, lo desastroso que sería si las cosas se hicieran a su manera, y demás. Aunque la opinión general quizás sea que tenemos derecho a opinar de ese modo (especialmente si nos guardamos esas opiniones), ¿acaso esas opiniones silenciosas tienen realmente cabida en el modo de vida cristiano? Y, para llegar al fondo de la cuestión, ¿son realmente inofensivas?

Una de las contribuciones más importantes de la Sra. Eddy para comprender la existencia mortal es su declaración de los efectos de la actividad silenciosa de lo que ella denomina mente mortal, la consciencia material que supuestamente reside en el cerebro. Cualquiera que haya estudiado sus escritos ha aprendido que los pensamientos no son pasivos. Aun cuando un pensamiento no se manifieste en acción ni se exprese en voz alta, puede llegar a tener un efecto. La mente mortal está frecuentemente ocupada en una especie de charla mental negativa: repeticiones farisaicas de opiniones personales; silenciosas discusiones imaginarias con otros; predicciones negativas acerca de esta persona o de aquella situación. Somos ingenuos si pensamos que, simplemente porque nuestros pensamientos no son expresados en voz alta, no hay nada nocivo en ellos cuando consentimos en pensarlos. Si uno no se sabe defender espiritualmente contra el pensamiento agresivo, esos pensamientos pueden causar daño tanto a la persona que los tiene como a aquella contra la cual se dirigen.

La Ciencia Cristiana da un nombre a toda la actividad negativa de la mente mortal: magnetismo animal. Y enseña la importancia de defendernos, no sólo de ser afectados por los pensamientos negativos que tienen otras personas de nosotros, sino también de tener esa clase de pensamiento dañino.

¿Cómo nos defendemos de los pensamientos agresivos de los demás? Lo que nos protege contra la intrusión de los pensamientos ajenos es la comprensión de nuestra unidad con Dios, la Mente divina. En un sentido espiritual, cada uno de nosotros está solo con Dios, con Su voluntad para con nosotros y nuestra obediencia hacia El. Esta es una relación completamente privada y sagrada, y no puede ser invadida por nadie. En este santuario íntimo de nuestra unidad con nuestro creador, el pensamiento negativo y aun malicioso dirigido contra nosotros no puede afectarnos, ni siquiera alcanzarnos. Estamos a salvo y podemos sentirnos libres de temor cuando comprendemos y mantenemos en nuestra consciencia nuestra unidad con la Mente divina.

Pero, ¿qué decir de nuestros propios pensamientos agresivos hacia los demás? El magnetismo animal, como lo indica el término, parece ser magnético, hipnótico. A veces, sin que nos demos cuenta, nos impulsa a expresar opiniones terminantes que al final tienen como resultado pensamientos negativos de crítica hacia aquellos que sostienen puntos de vista diferentes de los nuestros. El magnetismo animal a menudo se disfraza de otra cosa — algo que parece razonable — para que tomemos ese camino. Uno de sus disfraces favoritos es el sentido personal, que a menudo implica una fuerte opinión personal.

El sentido personal es ese sentido de las cosas que se cuelga imaginariamente de nuestro hombro, pretende ser nuestro propio pensamiento, y dice: "Yo creo esto, yo siento eso, yo quiero que las cosas sucedan de esta manera". Por supuesto, al mismo tiempo, este duendecito imaginario enmascarado se está colgando del hombro de algún otro, disfrazado del pensamiento de esa persona y diciendo: "Oh, pero yo pienso exactamente lo contrario, y me ofende lo que Ud. dice, y yo estoy contrariado, y yo quiero que las cosas se hagan de otra manera". Siempre que estamos lo suficientemente alerta como para mirar detrás del disfraz del sentido personal, encontramos al magnetismo animal impersonal, con su propósito habitual de provocar conflictos y hacer daño.

Cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar y sanar, les dijo: "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas". Puede haber momentos en que necesitamos examinar nuestro pensamiento cuidadosamente, y considerar si, como discípulos de hoy, verdaderamente obedecemos esta orden de ser sencillos, tanto en nuestros pensamientos como en nuestras conversaciones y actos.

Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana nos ofrecen una ayuda práctica en nuestros esfuerzos por ser "sencillos como palomas". En su libro Ciencia y Salud la Sra. Eddy explica claramente cómo manejar el magnetismo animal científicamente. La siguiente declaración ha sido de gran ayuda para mí: "En la Ciencia Cristiana el hombre no puede hacer daño, puesto que los pensamientos científicos son pensamientos verdaderos que pasan de Dios al hombre". Puesto que todos sus pensamientos provienen únicamente de Dios, el Amor divino, el hombre espiritual es completa y naturalmente sencillo. Al comprender que nosotros somos ese hombre podemos afirmar por medio de la oración que somos sencillos cuando nos sintamos tentados a pensar de los demás de manera negativa u hostil. Podemos negar firmemente y resistirnos a aceptar las sugestiones que tratan de apartarnos del Amor divino y de hacernos descender a un nivel de pensamiento crítico y poco amable.

El quedarnos cerca de Dios, la Mente, nos capacita para reconocer ese impulso por lo que es, puro magnetismo animal, y para obtener la fuerza espiritual para rechazarlo y no ceder. Con la ayuda de Dios podemos disciplinarnos y ocuparnos en nuestros propios asuntos tanto mental como verbalmente. Podemos orar para que Dios nos guíe en todo aquello que legítimamente nos concierne, en lugar de aceptar opiniones mortales terminantes. Como explica Ciencia y Salud: "La Ciencia muestra que las opiniones y creencias mortales y materiales contradictorias emiten los efectos del error en todo momento; pero esa atmósfera de la mente mortal no puede destruir la moral y la salud, cuando se combate pronta y persistentemente con la Ciencia Cristiana. La Verdad y el Amor son un antídoto contra ese miasma mental y así vigorizan y sostienen la existencia".

Es espiritualmente natural amarnos los unos a los otros con un amor cristiano universal, porque todos somos hijos del Amor divino, el único Padre-Madre Dios, verdaderos hermanos y hermanas en el más profundo sentido espiritual. Sintiéndonos hondamente comprometidos a ser sencillos como Cristo Jesús, y comprendiendo el carácter naturalmente sencillo del hombre espiritual, podemos aprender a siempre pensamientos espirituales, amables y gentiles hacia los demás. Entonces reconoceremos rápidamente la naturaleza extraña del magnetismo animal detrás del disfraz del sentido personal cada vez que aparezca, y no le permitiremos que se interponga entre nosotros y nuestros hermanos y hermanas. Con la Regla de Oro como modelo, rehusaremos pensar de los demás de la manera que no quisiéramos que ellos pensaran de nosotros. Nuestra meta debería ser asegurarnos de que nunca nadie tuviese algo que temer de nuestros pensamientos. Al mantener y preservar fielmente nuestra propia naturaleza sencilla, estaremos siguiendo los pasos de Cristo Jesús, cuyos pensamientos, "sencillos como palomas" bendijeron a todos aquellos a quienes alcanzaban.

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