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Pertenezco A Una tercera generación...

Del número de agosto de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pertenezco A Una tercera generación de Científicos Cristianos y toda mi vida he dependido de esta maravillosa Ciencia. Me siento feliz de ser miembro de La Iglesia Madre y de haber sido miembro de varias iglesias filiales en diferentes ocasiones durante veintitrés años. También me siento muy agradecido por haber recibido instrucción en clase de Ciencia Cristiana con un maestro consagrado.

En 1982, cuando vivía en Los Angeles (estado de California, E.U.A.), trabajaba como ingeniero de mantenimiento de equipos de soldadura de alta frecuencia. Al hacerle el mantenimiento a una máquina vieja en la planta de un cliente, había tomado las precauciones de seguridad acostumbradas desconectando el disyuntor principal, sin darme cuenta de que el calentador había sido conectado con un disyuntor separado como a unos diecisiete metros de distancia. El trabajo que estaba haciendo exigía que alcanzara el cuello de la prensa poniendo mis brazos en distinta dirección alrededor de las partes principales de la estructura. Luego tenía que pasar sobre una red de cables, tubos y bandas delgadas de metal. Mientras me encontraba enredado con esta máquina, uno de mis codos golpeó una caja de empalme que cubría los terminales de las resistencias eléctricas. Uno de los dos tornillos que mantenían la caja en su lugar faltaba, y la caja hizo contacto con los terminales "vivos" lo cual electrizó toda la mitad superior de la prensa.

Cuando la electricidad comenzó a recorrer mi cuerpo, traté de soltarme pero estaba firmemente aferrado a la máquina. Traté de pedir ayuda, pero no pude proferir ni una sola palabra. Traté entonces de liberarme alzando una rodilla para empujar la máquina con la pierna.

Al hacer esto comencé a perder el conocimiento, y me vino al pensamiento de que humanamente no había nada más que yo pudiera hacer. Como lo había comprobado muchas veces antes, sabía con confianza que todo lo que tenía que hacer era volverme a Dios. "Dios es mi Vida" fueron las palabras que me vinieron al pensamiento con gran fuerza.

Inmediatamente quedé libre. Fui arrojado contra otra máquina como a metro y medio de distancia porque la pierna todavía estaba entre mi cuerpo y la prensa. Sintiéndome profundamente agradecido, recobré mi serenidad. Había atraído un poco de atención al salir volando de una máquina hacia la otra, pero nadie se había dado cuenta exacta de lo que había pasado, lo cual me alegró mucho. Esto me permitió terminar mi trabajo e irme a casa.

Por el camino oré constantemente. Cuando llegué a casa sentí que necesitaba ayuda porque la memoria del incidente parecía muy vívida. Entonces pedí a mi esposa que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara a sanar de los efectos del incidente.

Las condiciones físicas sanaron rápidamente. Las laceraciones en los brazos sanaron en un día. Al segundo día, una contusión grande que tenía en la rodilla desapareció. Para el tercer día el dolor en los músculos de la espalda y el pecho había desaparecido.

Fueron necesarias un par de semanas para resolver el problema de los recuerdos dolorosos de la experiencia. De la misma manera que había sentido tan fuertemente que "Dios es mi Vida", al orar entendí que también El es mi Mente. Por eso, yo no podía tener un solo pensamiento que no fuera constructivo o derivado de Dios.

Más tarde sané del nerviosismo que me causaba tener que trabajar con equipos eléctricos, viendo que en realidad estoy expresando a Dios, que me mueve de acuerdo con El, lo cual elimina cualquier posibilidad de cometer un error o de sufrir un accidente. Estas verdades espirituales me ayudaron a sentir confianza para desempeñar mi trabajo.

Durante este tiempo no falté al trabajo, inclusive, comencé a ver evidencia de una mayor eficiencia y destreza en mi profesión.

Siento mucha gratitud por esta curación y por muchas otras que he experimentado por medio de la práctica de la Ciencia Cristiana.


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