Aveces Es difícil tomar decisiones. Tal vez no contemos con suficiente información o no comprendamos del todo la naturaleza del problema. Quizás enfrentemos la incertidumbre dejando que nuestros pensamientos vayan a la deriva. O puede que pasemos el tiempo tratando de encontrar soluciones. En otras palabras, puede que estemos echando nuestro anzuelo mental en el mar de los pensamientos y opiniones humanas para ver qué decisión podemos “pescar”. Quizás “pesquemos” las actitudes de nuestros amigos y almacenemos tantos puntos de vista como sea posible para luego seleccionar aquellos que mejor se acomoden a nuestras metas y objetivos.
No hay duda de que las opiniones de otros a menudo son interesantes, y a veces atractivas, porque traen innovación a nuestro pensamiento. Pero el buscar inspiración de personas, lugares, cosas y circunstancias puede llevarnos a fijar nuestros pensamientos en el problema en lugar de en la solución. También existe la posibilidad de que nos confundamos ante la diversidad de opiniones humanas. La presión puede aumentar, y podemos pensar que no hay solución.
Al estudiar la vida de Cristo Jesús podemos encontrar orientación de una manera que nos libera en lugar de oprimirnos. ¿En dónde buscaba Jesús respuestas? Miraba más allá de los problemas humanos, hacia Dios. Cuando otros creían que Lázaro estaba muerto, Jesús pudo sacarlo vivo de la tumba. ¡Qué modo tan diferente de enfocar la situación! Es la diferencia misma entre el concepto material acerca de la vida, que busca las soluciones en las invenciones y opiniones de los hombres, y la comprensión de que el hombre es, en realidad, completamente espiritual e inseparable de Dios. Esta realidad espiritual significa que cuando tenemos que tomar una decisión, podemos volvernos a Dios con confianza en busca de dirección. Siendo Dios la única Mente, El es la fuente de toda inteligencia y, mediante Su gracia, nosotros expresamos esta inteligencia. Comprendiendo esto, podemos estar seguros de que recibiremos la ayuda que necesitamos.
En mi propia experiencia he visto que el buscar a Dios ha requerido recurrir calladamente a la oración que calma mi propia turbulencia mental. Cuando he intentado tomar una decisión sin esta clase de oración, he encontrado que mis planes, o los planes que sugirieron otros, han sido limitados en perspectiva y han tendido a considerar sólo la necesidad inmediata o las condiciones materiales del momento. Pero cuando mis pensamientos han sido espiritualizados por la oración, la inspiración que he recibido de Dios me ha dado una perspectiva más amplia que me ha liberado de las presiones del momento. Me ha capacitado para percibir el largo alcance o naturaleza intrínseca de la situación. Como resultado, he podido evitar que las aparentes dificultades me confundan y desmoralicen.
A veces es difícil no pedir opiniones respecto a una situación determinada. Ante tales circunstancias, puede ser útil preguntarnos por qué tales opiniones nos parecen más prácticas que confiar en Dios para ser guiados. Tal vez esto se deba a que no conocemos a Dios lo suficiente. O, quizás, que no hemos comprendido todavía nuestra verdadera naturaleza espiritual como Sus hijos y las maravillosas cualidades espirituales que poseemos como consecuencia directa de nuestra relación con El.
Para comprender mejor quiénes somos realmente y cuál es nuestra relación con Dios, podemos nuevamente dirigir nuestra mirada a la confianza que Jesús ponía en Dios para recibir inspiración. Jesús estaba tan consciente de su inseparabilidad de Dios que siempre confiaba en El para que lo ayudara. De sus enseñanzas se desprende claramente que él esperaba que otros siguieran sus pasos. Hombres que antes habían sido pescadores, resueltamente se propusieron poner su vida al servicio de Cristo. Antes de resucitar a su amigo Lázaro, que había estado muerto cuatro días, Jesús no pidió a sus seguidores que le dieran su opinión respecto a la aparente situación, aunque, no obstante, se la dieron. En el Evangelio de San Juan leemos: “Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes”. Entonces sus discípulos presenciaron la gloriosa resurrección de Lázaro.
Al igual que los discípulos, nosotros también podemos confiar en que las pruebas de curaciones efectuadas por Jesús son igualmente importantes en nuestra vida.
La simplicidad de confiar en Dios en lugar de depender de opiniones o circunstancias humanas, puede requerir que renunciemos la tendencia personal de confiar en otros. Pero, a medida que aceptamos más ampliamente al Cristo, la Verdad, que Jesús enseño, comenzamos a percibir una base espiritual sobre la cual fundamentar nuestra vida. Y cuando esto ocurre, tiene lugar un cambio inesperado en nuestras prioridades. En vez de considerar las muchas exigencias materiales que enfrentamos en la vida — tiempo, dinero, esfuerzo — dirigimos más nuestra mirada hacia las oportunidades espirituales que nos aporta cada decisión.
A medida que estudiamos con perseverancia las inspiradas palabras de la Biblia junto con el libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, estamos buscando inspiración espiritual. Cuando aplicamos lo que aprendemos, estamos a salvo en nuestras decisiones. Oramos a Dios. El es quien habla. Nosotros escuchamos. Nosotros actuamos.
¿Es ésta una manera intrépida de vivir? Para el concepto humano lo es. Pero a medida que miramos más allá del mar de opiniones y circunstancias hacia Dios para encontrar inspiración espiritual, comenzamos a sentirnos más cómodos y seguros en lo que respecta a aceptar que las decisiones inspiradas son confiables.
Cada día, cada hora, cada momento, cruzan el camino de nuestra vida oportunidades para comprender mejor a Dios. Y cada momento, en medio del mar de personas, lugares, cosas y circunstancias, decidimos más hábilmente cómo bendecir nuestra propia vida, nuestra familia, nuestros amigos y nuestros compañeros.
Jesús estaba seguro de las decisiones que tomaba porque sabía que estaban dirigidas por Dios. Los apóstoles estaban igualmente seguros de las inspiradas decisiones que ellos tomaban. Y nosotros también podemos estarlo. Al explicar lo inequívoco del gobierno de Dios en nuestra vida, Ciencia y Salud nos asegura: "Todo está bajo el dominio de la Mente única, o sea Dios". A medida que aprendemos a aceptar el control que Dios tiene de nuestra vida, nos va a ser cada vez más fácil tomar decisiones verdaderamente inspiradas.