Simplemente Amo A la Ciencia Cristiana. La amo por las maravillosas verdades que revela sobre Dios, nuestro único creador; estas verdades reafirman todo lo que la Biblia y Cristo Jesús enseñan. La amo por las enaltecedoras verdades que revela acerca del hombre. La amo por su autoridad liberadora en nuestra vida, la que nos libera de todas las creencias ignorantes y limitadoras de la mente humana.
La Ciencia Cristiana me ha sanado de dolores, forúnculos, un quiste, fiebre, malaria, catarros, dificultades asociadas con el embarazo y el dar a luz, timidez, temor, problemas académicos y financieros. Mis hijos han sido sanados de sarampión, paperas, malaria, fiebre alta, gripes, forúnculos, quemaduras y heridas. También mi esposo ha sido sanado de varias enfermedades físicas.
La Sra. Eddy, dice en uno de sus libros, Rudimentos de la Ciencia Divina: "La enfermedad es la maestra que nos conduce al Cristo; primero a la fe en el Cristo; luego a creer en Dios como omnipotente; y finalmente a la comprensión de Dios y el hombre según la Ciencia Cristiana, comprensión por la cual se aprende que Dios es el bien, y que en la Ciencia el hombre es Su semejanza, el eterno reflejo del bien". Estoy totalmente de acuerdo con ella. Como resultado de varias pruebas que mi esposo y yo hemos tenido que enfrentar, estoy más convencida que nunca de la presencia y supremacía absoluta de Dios, la Mente divina. Ahora puedo percibir con más claridad lo que significa estar hecho a la imagen y semejanza de Dios como lo revela el primer capítulo de la Biblia.
Inmediatamente después de haber dado a luz a mi primer hijo se me dijo que todo había salido muy bien y que tenía una preciosa niñita; pero unos quince minutos más tarde perdí el conocimiento. Mi esposo me contó después que ahí mismo, en medio de los médicos y las enfermeras, él declaró que Dios era mi Vida. (Debo añadir que el médico que me atendió fue muy respetuoso de nuestros deseos de depender de la Ciencia Cristiana.) Mi esposo pidió a un practicista de la Ciencia Cristiana de la localidad que nos ayudara mediante la oración. Gracias a la profunda y consagrada oración del practicista y de mi esposo, basada en las verdades de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, de que Dios es la única Vida, y que, por consiguiente, no hay muerte, recobré el conocimiento unas ocho horas más tarde.
Cuando pienso en esta experiencia, siento la verdad de las inspiradas palabras del Salmista: "Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza". La verdad de estas palabras también ha resonado en la vida de los cinco adorables hijos con los que Dios nos ha bendecido.
Nuestros hijos han experimentado una amplia variedad de curaciones por medio de la Ciencia Cristiana. Una vez, a nuestra segunda hija la trajeron a la casa de la escuela en la que estaba de pupila, sufriendo, según dijo la maestra, de un ataque de malaria. Recuerdo que corrí a recibirla. Ella apenas podía sostenerse en pie. Sin embargo, mientras ayudaba a mi querida hija a entrar en la casa rodeándola con mis brazos, negué silenciosamente lo que los sentidos materiales estaban mostrándome, y afirmé que ella era en verdad la perfecta y saludable imagen y semejanza de Dios, Su amada hija.
Recuerdo que la acosté y la arropé. Entonces me di cuenta de que tenía que calmarme y no sentirme temerosa por ella, lo cual hice recordando todas las bellas curaciones que habíamos experimentado en la familia, las cuales todas señalaban el gran hecho de que Dios está, en verdad, manteniéndonos a todos en perfecta salud. Después de convencerme de que Dios está siempre en control de su hija, oré más profundamente por nuestra hija.
Me consoló esta declaración de la verdad en Ciencia y Salud: "La gran verdad de que Dios lo gobierna todo afectuosamente y nunca castiga nada excepto el pecado es vuestro punto de partida, desde el cual avanzar y destruir el temor humano a la enfermedad". Medité por un rato en la naturaleza de Dios como Amor, y afirmé mental y audiblemente a mi hija que Dios la estaba amando exactamente en ese momento, que Su amor por ella significaba que ella estaba en buena salud, y que, por consiguiente, esta enfermedad no era sino una mentira. (Estas palabras de verdad ya le eran familiares.)
Para entonces ella ya estaba más tranquila pero me dijo que sentía náuseas. Entonces le dije que recordara que Dios la estaba controlando, ella aceptó esto y luego se quedó dormida con un sueño reparador; se despertó en la tarde completamente sana y regresó a la escuela dos días después.
Estoy agradecida porque mis queridos padres conocieron la Ciencia Cristiana en Jamaica, y por el maravilloso apoyo y protección que la Ciencia me dio cuando era niña. También estoy agradecida por la compañía de un maravilloso esposo y por la alegría especial de poder compartir la Ciencia Cristiana con nuestros hijos.
Port Harcourt, Rivers State, Nigeria