Cuando Era Estudiante universitario y vivía en Ghana estudié teología; pero la doctrina de mi iglesia, que constantemente me presentaba a Dios como alguien que vivía en algún cielo distante y desconocido, y que castigaba o bendecía a Sus hijos según lo consideraba conveniente, me había descorazonado. Mi fe disminuyó. Había dejado de leer la Biblia, porque sus historias me parecían vagas e incomprensibles. Mi búsqueda del Dios verdadero aún estaba por completarse.
Una mañana de septiembre, mientras esperaba en el vestíbulo de la municipalidad para ver a un funcionario del gobierno, un extraño, un joven alto, se me acercó.
“Mientras espera tal vez le gustaría leer esto. Contiene verdades que sanan”, dijo. Me entregó una revista que resultó ser The Christian Science Journal. Me acomodé en un sillón que estaba a mi lado, listo para hojear la revista. Saqué mi pipa. Y en el instante en que la estaba llenando, una mujer que pasaba apurada, la barrió de mi mano con su amplia falda. Un guardia de seguridad, que venía detrás, la pisó inadvertidamente, aplastándola.
¿Qué hacer? Estaba tan furioso que no podía articular palabra. Eché un vistazo a la cabecera de la revista. Mis ojos se posaron sobre estas palabras de 2 Corintios: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”.
Fue como si ese mensaje hubiera estado dirigido especialmente a mí. “¿Qué fortalezas?”, me pregunté. Al instante me vino la respuesta: “Claro, los hábitos indeseables, por ejemplo”.
Olvidándome de la pipa, continué dando vuelta a las páginas, leyendo uno o dos párrafos aquí y allá. Los artículos eran enérgicos. Relacionaban los mensajes de la Biblia con la vida diaria. Las verdades espirituales del ser que yo empezaba a percibir se trabaron en lucha con mi sentido material de la existencia.
Visité al joven en su casa. Allí me habló acerca de la Ciencia Cristiana.
Christian Science (crischan sáiens) Habló sobre Dios y sobre mi verdadera identidad espiritual. Me explicó que yo era el hijo perfecto de Dios, fuera del alcance de toda clase de mal. Citó del libro de Eclesiastés: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones”. Me dio un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, y una Biblia de la versión King James, porque yo no la tenía. Más tarde me di cuenta de que el deseo de fumar había desaparecido sin que yo lo notara.
El estudio subsecuente de estos libros me sanó del deseo de beber en exceso, de temperamento colérico y de ataques de asma. Sentí un renovado y más profundo interés por las Sagradas Escrituras. El concepto insatisfactorio que tenía de Dios como bueno y malo a la vez, y del hombre como atrapado para siempre en un constante conflicto entre el fracaso y el éxito, tuvo un cambio. Comencé a comprender cómo apoyarme en Dios y no en medios materiales para la curación.
Cualquier persona, ya sea cristiana o no, puede beneficiarse con el estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana. Este estudio libera al hombre de falsos apetitos; de pasiones como el odio, el resentimiento y el temor; de males tales como la pobreza, el racismo y las enfermedades. Sobre todo, ayuda al buscador sincero a reclamar su estado correcto como el hombre real, el hijo perfecto de nuestro Padre-Madre, el siempre presente, todopoderoso, creador de todo, Dios.
Las curaciones que resultaron, comenzando con mi primer encuentro con el Journal, me han hecho comprender que siempre podemos volvernos a Cristo para recibir ayuda instantánea. El Cristo, o la Verdad, es el mismo ayer, hoy y mañana; está a nuestro alcance, ahora, trayéndonos curación.
Igual que la mujer que se acercó para tocar a Jesús (ver Lucas 8:43-48), podemos encontrar, acercarnos y tocar al Cristo. Quizás usted pregunte: “¿Quién o qué es el Cristo?”. La Sra. Eddy nos ayuda a obtener la percepción correcta. Ella declara en Ciencia y Salud: “El Cristo es la verdadera idea que proclama al bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana. El Cristo es incorpóreo, espiritual — sí, la imagen y semejanza divina, que disipa las ilusiones de los sentidos; el Camino, la Verdad y la Vida, que sana a los enfermos y echa fuera males, y que destruye al pecado, a la enfermedad y a la muerte”.
Es el acercarse al Cristo, la Verdad, lo que trae curación. Si somos receptivos a la Verdad, nosotros también nos podemos sanar. Y cuando aceptamos el significado espiritual de la Biblia, podemos sanar científicamente como lo hacía Jesús. Podemos descansar seguros de que obtendremos regeneración y curación continuas mediante un entendimiento cada vez más profundo de la vida de Cristo Jesús.