Ha Habido Momentos en mi vida en los que he sentido con profundidad el poder sanador de aceptar y comprender la idea divina de Iglesia, “la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”, como la define la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. Pero en una época en particular, pude percibir la naturaleza salvadora de esta radiante estructura de la realidad espiritual, la omnipotencia salvadora de la Verdad y el Amor.
En esa época, la ciudad donde vivo estaba convulsionada y muy aterrorizada por saqueos y vandalismo. La atmósfera de temor e inseguridad parecían dominar el pensamiento de todos.
Se escuchaban continuamente alarmantes rumores. El sentido de inseguridad creció, y parecía que ninguna ley se respetaba. Los miembros de nuestra iglesia filial de la Ciencia Cristiana estaban alerta y oraban “sin cesar”, como dice la Biblia.
Al tercer día de estos acontecimientos, sentí que todavía faltaba algo en mi oración. En un momento de desesperación clamé: “Padre, ¿qué más puedo hacer por esta ciudad? ¿Cómo puedo orar con mayor eficacia?” Minutos después, sonó el teléfono. Hablaba una mujer quien me dijo que llamaba de parte de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, E.U.A. En ese momento me pareció que esa voz, una voz llena de paz y amor, era la voz del Amor divino mismo, la Madre de todos nosotros. Las palabras “No teman, y recuerden, el bien y nada más que el bien es ley”, dichas con comprensión, fueron como un toque de clarín en la oscuridad. A consecuencia de esto, me di cuenta de que no debía aceptar ninguna sugestión o evidencia que declarara que el mal es poder, sino más bien ver que únicamente Dios, el bien, es supremo, y que el amanecer no podía tardar en llegar. Me sentí muy agradecida y alentada. Pero, aún sentía que mi trabajo no estaba terminado.
Esa noche, tomé de mi biblioteca un ejemplar del Journal, que era el número de Junio de 1980. En él encontré un artículo editorial titulado “Notes toward understanding The Mother Church” (Notas que guían al entendimiento de La Iglesia Madre). Al leer este artículo reconocí que la realidad espiritual “se apoya y procede del Principio divino”.
Luego pensé, “Nos apoyamos en todo lo que sabemos que es la realidad, nos da confianza; nos libra de temor y podemos refugiarnos en ello”. Recordé testimonios de personas que habían sentido el poder protector de la Iglesia, y así, comencé a percibir mejor su potencial.
A las tres de la mañana me desperté totalmente alerta, y, de inmediato, comencé a orar, pensando en la descripción de Iglesia que cité antes. Mis pensamientos se llenaron de amor por la ciudad. Era la ciudad de Dios; estaba habitada por los hijos de Dios. Por lo tanto, estaban rodeados de la Verdad y el Amor. La Iglesia Universal nos acoge a todos como el brazo protector del amor de nuestra Madre-Dios.
A medida que mi pensamiento se elevaba a la percepción de este amor, percibí una luz, que creció en brillantez. Su esplendor pareció tan poderoso que no pude hablar. ¿Qué más podía hacer o saber? Dios es Todo-en-todo. Sentí con todo mi ser que la Verdad y el Amor eran victoriosos, y esto anuló todo sentido de que podía haber un poder o realidad llamado mal.
La inspiración divina me hizo dar cuenta del amor de La Iglesia Madre por el mundo e hizo que yo misma sintiera ese amor. Me elevó de tal manera que pude percibir la gloria y la omnipotencia de Dios, el Principio divino.
Durante el siguiente día, sentí una paz muy especial. Esa noche, cuando el noticiero en la televisión anunció que la ciudad estaba en completa calma, no me sorprendió.
Después de esta visión de la poderosa y radiante presencia de la Verdad y el Amor, sentí la necesidad de establecer su significado con mayor claridad. Por lo tanto, comencé a investigar y a meditar sobre algunos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud. Por ejemplo, en Ezequiel hay una descripción que se parece mucho a lo que yo percibí. Dice: “Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego.. . Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová”.
El Salmista declara asombrado (y su sentimiento no me extraña): “Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura”.
Ciencia y Salud afirma con claridad: “La Ciencia revela una Mente única y ésta resplandeciendo por su propia luz y gobernando al universo, incluso el hombre en perfecta armonía”.
Llegué a la conclusión de que debemos reconocer, orar persistentemente por toda la humanidad y abrazarla sabiendo que todos están siempre bajo el poder y la luz de la Verdad y el Amor.
En ese amor desinteresado uno siente la acción poderosa del Principio divino y comprende por qué es un apoyo verdadero y el único refugio seguro. Unicamente este poder divino resiste y vence el materialismo, el odio, la agresividad, la oscuridad mental y el temor.
Cuando el materialismo levanta su cabeza con arrogancia, si mantenemos una confianza comprensiva en el Principio divino, el poder radiante de Dios se evidencia con mayor magnificencia, y la ley del bien, de la armonía, prevalece. El Principio forma y sostiene su propia estructura de la Verdad y el Amor, la Iglesia. Esta estructura es nuestro refugio, una fortaleza invulnerable.
Para poder percibir la estructura radiante de la Verdad y el Amor debemos elevar el pensamiento mediante la oración, razonando desde un punto de vista puramente espiritual, y reconocer al Principio divino, el Amor, como el único poder, la única causa.
En la tierra se encuentran muchos rastros de estructuras que son testigos de que en tiempos de inseguridad los hombres muchas veces han buscado refugio y protección no en Dios, sino en paredes, torres y fortalezas físicas. El tiempo demostró que éstas eran temporales. Aun así, las siguientes generaciones inventaron nuevas estructuras materiales, usando métodos más avanzados. Sin embargo, éstos siempre fueron temporales y vulnerables. En total contraste se encuentra la “estructura de la Verdad y el Amor” espiritual, que es invulnerable al tiempo y es el único refugio verdaderamente seguro.
Cuando Pedro, el impetuoso discípulo de Cristo Jesús, reconoció que Jesús era el Cristo, la manifestación de la supremacía del Espíritu, del bien, y que el hombre es el hijo de Dios, Jesús le dijo que sobre esta revelación él iba a construir su iglesia. Esta es la Iglesia verdadera, destinada a expresar universalmente el poder del Amor divino y albergar dentro de su radiante estructura espiritual a cada persona y a todas las naciones, salvando y sanando a toda la humanidad.
El mantener esta visión espiritual apoya a La Iglesia Madre, llena la consciencia con la luz de la Verdad, y abraza a cada uno en el poder infinito del Principio divino. Esta clara visión nos lleva hacia la Ciencia del Cristo, y alcanzamos la realidad divina y una comprensión de la supremacía del Amor.
¿Aprenderán las futuras generaciones que los santuarios humanos son temporales? La Ciencia Cristiana está señalando el camino hacia un sentido más verdadero de protección, el sentido espiritual, que percibe la omnipotencia del bien.
Cuando, mediante el amor por Dios — el único creador, el creador de todo el bien — y el amor por el hombre, nos aferramos firmemente a la visión espiritual de Iglesia, obtenemos una comprensión de la estructura de la Verdad y el Amor, la estructura radiante de la realidad espiritual, y demostramos que, como dijo el Salmista: “En sus palacios Dios es conocido por refugio”.
Todo pensamiento y dicho de Jesús estaba dirigido y subordinado a una sola cosa, una cosa difícil de poner en palabras en la actualidad: establecer el Reino de Dios en la tierra.
Jesus: An Historian’s Review of the Gospels. Reimpreso con permiso de Macmillan Publishing Company. Copyright © 1977 por Michael Grant Publications, Ltd. También reimpreso con permiso de Weidenfeld y Nicolson, Londres.
