Hoy En Dia, oímos hablar con frecuencia de personas que debido a estados críticos de salud de diversa índole, deben ser internados en la sala de "cuidado intensivo" de un hospital. Pero no se debe pensar que el cuidado intensivo sólo se refiere a la sección del hospital donde se brinda la mayor atención médica. De hecho, dejando de lado la connotación médica, la frase es una descripción muy adecuada del experto y tierno cuidado que Dios tiene para con nosotros, y del cual somos conscientes cuando estamos espiritualmente en armonía con El. Desde este punto de vista espiritual, el cuidado intensivo puede evocar imágenes de bendiciones, no de sufrimiento.
No siempre pensé de esta manera tan positiva sobre esto. Repentinamente, me sentí muy enferma y fui a un sanatorio de la Ciencia Cristiana, donde el cuidado durante las veinticuatro horas del día no incluía, y yo lo sabía, atención médica alguna. En cambio, el sanatorio proporcionaba una atmósfera de amor propicia para la oración y la curación, donde las necesidades diarias eran atendidas con tierno cuidado.
Desde niña en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana había aprendido a recurrir siempre a Dios en momentos de necesidad. Tenía la firme convicción de que tenía que haber un poder supremo o causa primaria que sostenía toda realidad auténtica. Era obvio para mí que este poder, el cual yo reconocía como Dios, debía de existir no como una fuerza mecánica fría, sino como la Mente divina infinita, el Espíritu, como lo absolutamente verdadero, o la Verdad. El debía de ser inteligente, en consecuencia constructivo y, por lo tanto, bueno; de modo que El no podía ser responsable de las discordancias y miserias inherentes a la creación material.
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