Hace algunos años comencé a escribir con regularidad a una querida amiga que estaba confinada en su casa y mi “charla” semanal sobre nuestra granja y nuestra familia parecía traerle un toque del mundo exterior que era muy bien recibido.
Pensando que debía de haber otras personas “confinadas” en nuestra comunidad y con un genuino deseo de estar “amando con el corazón” (en las palabras del Himno N.° 139 en el Himnario de la Ciencia Cristiana), decidí dar un mayor alcance a esta iniciativa comenzando un programa llamado Cartas de Amistad.
Me puse en contacto con los asilos de ancianos que hay en nuestra gran área metropolitana, y pregunté si a los residentes les interesaría recibir una carta semanal. Muchos dijeron que sí, y ahora hace dos años que mis actividades familiares se han convertido en una parte de la vida de estos nuevos amigos.
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