Hace algunos años comencé a escribir con regularidad a una querida amiga que estaba confinada en su casa y mi “charla” semanal sobre nuestra granja y nuestra familia parecía traerle un toque del mundo exterior que era muy bien recibido.
Pensando que debía de haber otras personas “confinadas” en nuestra comunidad y con un genuino deseo de estar “amando con el corazón” (en las palabras del Himno N.° 139 en el Himnario de la Ciencia Cristiana), decidí dar un mayor alcance a esta iniciativa comenzando un programa llamado Cartas de Amistad.
Me puse en contacto con los asilos de ancianos que hay en nuestra gran área metropolitana, y pregunté si a los residentes les interesaría recibir una carta semanal. Muchos dijeron que sí, y ahora hace dos años que mis actividades familiares se han convertido en una parte de la vida de estos nuevos amigos.
Como es obvio, mi carta manuscrita (que siempre adorno con ilustraciones) se debe fotocopiar. Pero al insertar el nombre de cada amigo, espero que hable de corazón a corazón. Me dijeron que esperan ansiosamente la llegada del cartero, y leen las cartas varias veces.
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice que el hogar “es el lugar más querido en la tierra, y debiera ser el centro, mas no el límite, de los afectos”. Me gusta sentir que mis cartas son “charlas de afecto” espirituales que irradian desde el centro de nuestro hogar. Aunque las cartas en sí no hacen referencia a la Ciencia Cristiana, reflejan las bendiciones del armonioso hogar que estas enseñanzas han otorgado a nuestra familia.
Cuando me invitaron a visitar personalmente por primera vez varios de los asilos de ancianos en la época de Navidad, sentí genuinamente (y sabía que ellos también) que nos estábamos saludando como miembros de la familia. Me hicieron preguntas tales como: “¿Cómo están creciendo las lechugas? ¿Ya han cazado al erizo? ¿Practica Penélope el violín?”
Nunca cierro un sobre sin enviar adjunto un toque del Cristo: el espíritu de la Verdad y el Amor que motiva cada buen pensamiento y acción.
El que siembra
escasamente,
también segará
escasamente;
y el que siembra
generosamente,
generosamente
también segará.
Cada uno dé
como propuso
en su corazón:
no con tristeza,
ni por necesidad,
porque Dios ama
al dador alegre.
2 Corintios 9:6, 7