Asisti a una escuela particular desde el jardín de infantes hasta el primer mes del sexto grado. Fue una época muy feliz para mí. Mis compañeros de clase y yo éramos buenos amigos; quería a mis maestros y me gustaban mis clases. Todo era bastante idílico, hasta que...
Mi papá decidió que debía ir a una de las escuelas públicas de la localidad. Tenía una excelente reputación académica y, a diferencia de la escuela particular, era gratuita. Mi papá ya estaba pensando en enviar a dos hijos (yo tenía un hermano mayor) a la universidad. Ese momento parecía una buena oportunidad para empezar a ahorrar en serio.
Yo comprendía eso. Lo que no me gustaba era cambiar de escuela después de haber empezado el año escolar. Sabía que iba a ser un cambio difícil, pero no me hallaba preparada para lo que podía definirse como incomodidad extrema.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!