Una De Las muchas y atrayentes historias en la Biblia es la que habla de David y Goliat. Esta historia nos muestra el éxito que podemos obtener cuando nos volvemos a Dios como el dador y preservador de todo el bien. Cuando el gigante Goliat, con toda su apariencia de poder y grandeza, se enfrentó con el joven David, David con firme resolución e inviolable confianza en Dios, le contestó sin temor: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos”. Y agregó: “Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla”.
Con este pensamiento de fe absoluta en el triunfo del bien, David “corrió a la línea de batalla contra el filisteo”. El no tuvo temor, no se retrajo irresoluto, sino que muy por el contrario, se enfrentó a su enemigo con valentía y lo venció.
Podemos ver en esta historia importantes lecciones sobre lo que significa confiar en Dios, razonar espiritualmente y tener humildad. Pero, antes que nada, puede ser importante preguntarnos: ¿Qué es este Goliat?
Para muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo, “Goliat” no va a ser un gigante físico listo para luchar contra nosotros con una espada y un escudo. Nuestros Goliats tienden a tener diferentes formas, tal como envidia, celos, resentimiento, impaciencia, infidelidad, mal temperamento, criticismo, curiosidad sobre el mal, apatía, sensualismo, o cualquier otro aspecto del materialismo. Pero no hay ninguna razón para temer cualquier cosa que nos pueda desafiar tanto física como mentalmente. Si reconocemos que todo el poder pertenece a la única Mente divina, Dios, el bien, que está guiando a Su creación continuamente, brindando sabiduría, discernimiento, fortaleza, comprendemos que el mal debe ser un impostor. Si también percibimos que Dios está en todas partes, es infinito, vemos que nada sino Dios tiene autoridad porque nada contrario a Dios, el Espíritu, puede existir verdaderamente.
Su universo es totalmente bueno, creado por El. Allí Sus hijos existen en armonía con el propósito de glorificarlo. La Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud: “Padre-Madre es el nombre de la Deidad que indica Su tierna relación con Su creación espiritual”. Esto quiere decir que la creación no es sólo totalmente espiritual sino también que Dios mantiene una relación permanentemente armoniosa con ella.
De manera que nuestros Goliats son siempre nada más que un concepto falso de la creación o realidad espiritual, un sentido falso de nosotros mismos o de nuestros vecinos, o tal vez de alguna situación. Pero podemos hacer como hizo David.
Por ejemplo, David no se echó atrás ante la arrogancia de Goliat. Por más agresivo que parezca ser el mal, podemos saber que dado que la Verdad, Dios, es todopoderosa, nuestro Goliat será vencido; todas las características malas, incluso toda enfermedad, pueden, y tarde o temprano serán, reveladas como irreales y reducidas a la nada que verdaderamente son. De manera que, como David, podemos tener una confianza calmada y firme en Dios, conscientes de la omnipresencia de la realidad espiritual, y listos para enfrentarnos con la enfermedad y el mal, y para probar que no tienen poder.
También, tal como David no necesitó poderosas armas humanas ni horas interminables de lucha para conquistar a Goliat, tampoco nosotros tenemos que pensar que necesitamos extensas y obligadas horas de oración para conquistar todo aquello que parezca tener poder sobre nosotros en ese momento.
David no tuvo que luchar una batalla prolongada. Su claro pensamiento espiritual le permitió enfrentar este desafío y triunfar rápida y decididamente. La única piedra que arrojó hizo que el gigante cayera. Nosotros también podemos confiar en la presencia de Dios justo ahora. La claridad del pensamiento inspirado es suficiente para obtener la victoria y probar que, en realidad, no hay nada de qué temer.
Nuestro estudio y dedicación espiritual y nuestra oración nos preparan para cualquier hora de desafío, porque cada desafío es, en realidad, una oportunidad para progresar. Nuestro ser es uno con Dios, y nada nos puede separar de la radiación del Amor divino, que nos rodea con ternura, brindando dominio y alegría.
También podemos observar en la historia de David que él usó en su defensa un buen razonamiento. El razonó que si el poder de Dios anteriormente lo había librado del león y del oso, este poder también lo libraría del gigante filisteo. Y esta acertada conclusión ayudó a David a enfrentar a Goliat con confianza.
Posteriormente, vemos que Cristo Jesús demostró ser el pensador más consecuente y profundo que el mundo jamás conocerá. El razonaba de manera correcta todo el tiempo. Se volvía constantemente a la inteligencia divina, razonando siempre desde la única causa, Dios. Esto le permitía distinguir entre la verdad y el error, lo verdadero y lo falso. Uno de los muchos ejemplos del razonamiento correcto que empleaba fue cuando un grupo de maestros religiosos lo acusó de estar en unión con Beelzebú, o el diablo. Ellos decían que era así como Jesús echaba fuera demonios o diablos y sanaba a los enfermos. Pero Jesús, partiendo del punto de vista de la totalidad de Dios, les explicó: “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer”. Su cabal respuesta silenció la voz del razonamiento material, y sobre esta base sanó la enfermedad y el pecado.
Siglos más tarde, el descubrimiento de la Ciencia de la curación divina que hizo la Sra. Eddy, trajo nuevamente los efectos prácticos y sanadores del razonamiento y comprensión espirituales. La Sra. Eddy explica la manera de razonar correcta y espiritualmente, la cual constituye una ayuda valiosa para resolver problemas y demostrar diariamente el poder divino. En Ciencia y Salud ella dice lo siguiente: “A fin de razonar correctamente, debiera haber un solo hecho ante el pensamiento, a saber: la existencia espiritual”.
Una tercera y valiosa lección de la experiencia de David es la humildad. David aceptó con humildad el hecho de que todo es el trabajo de Dios y que siempre le debemos la victoria a El, de quien procede toda acción correcta. Estas lecciones de la historia de David en la Biblia se relacionan con una experiencia que tuve.
Estaba haciendo algunas tareas de la casa cuando sentí un dolor muy fuerte en un costado del cuello. El dolor era tan intenso que dejé de trabajar y me apoyé contra la pared para no caerme. Yo había tenido esta condición antes cuando todavía no conocía la Ciencia Cristiana, y los médicos lo habían diagnosticado como tortícolis. En esa oportunidad mi cuello quedó inmóvil por días.
Ahora, la situación era diferente. Yo tenía un arma más poderosa que cualquier ayuda material en que apoyarme, y sabía que ya estaba a mi disposición. De manera que la usé.
Confié que Dios estaba conmigo justo en ese momento. Razoné que las pruebas anteriores que había tenido de Su cuidado me demostraban que yo también en ese momento tenía Su cuidado. En humildad acepté el hecho de que yo no estaba haciendo nada por mí misma. Dios, la Mente divina, había hecho todo perfecto, armonioso y duradero. De manera que no era cuestión de “hacer” que algo sucediera. De inmediato, mi pensamiento se elevó, y esta elevación fue la piedra que derrumbó al “enemigo”. El resultado fue que en ese momento me levanté totalmente sana y libre de dolor, y comencé a hacer el trabajo de costumbre. Este problema del cuello nunca volvió a repetirse.
David tuvo éxito en hacer que el gigante cayera para nunca volverse a levantar. Podemos tener la misma actitud cuando nos enfrentamos a algún Goliat. Confiar que Dios está presente; razonar correctamente, teniendo a Dios como la única realidad; reconocer con humildad que El es la única fuente de acción. Todo esto asegura el éxito. De manera que tenga valor, la victoria es suya.