La Curacion Que se logra mediante la Ciencia Cristiana, no se basa en una creencia ciega o en pensamientos positivos o en una actitud que dice: “Espero que esta vez resulte”, sino que se basa en una comprensión más profunda de lo que es Dios y de la relación del hombre con El.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que la curación, aun de las enfermedades consideradas incurables, no es milagrosa ni sobrenatural.
En el Prefacio de Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “La curación física en la Ciencia Cristiana resulta ahora, como en tiempos de Jesús, de la operación del Principio divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan inevitablemente como las tinieblas ceden lugar a la luz y el pecado a la reforma. Ahora, como entonces, estas obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente naturales. Son la señal de Emanuel, o ‘Dios con nosotros’ — una influencia divina que está siempre presente en la consciencia humana y se repite, viniendo ahora como fue prometida antaño:
A pregonar libertad a los cautivos [de los sentidos]
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos”.
Tengo un amigo Científico Cristiano que un día, cuando manejaba su motocicleta, fue atropellado por un camión. Se hirió gravemente una rodilla. La compañía de seguros insistió en que se sacara una radiografía y se sometiera a cualquier tratamiento médico que le recomendaran.
Se tomó la radiografía la cual fue examinada por varios médicos. Todos estuvieron de acuerdo en que la rodilla estaba fracturada y que era imprescindible una operación, no meramente encasar el hueso. De manera que se fijó una fecha para la operación. Le dijeron también que si no se operaba, siempre iba a tener dificultad para caminar.
Sus amigos firmemente le aconsejaron que se operara. Pero mi amigo, que como Científico Cristiano había visto y experimentado él mismo el poder sanador de Dios, estaba seguro de que la operación no lo ayudaría más que la oración. Sintió que el apartarse de su total confianza en Dios en estas circunstancias sería incompatible con todo lo que creía.
Por lo tanto, decidió adherirse firmemente a la oración y pidió a un practicista de la Ciencia Cristiana que lo ayudara mediante la oración. La operación fue cancelada.
Durante semanas su actividad física fue bastante limitada. Pasó incontables horas estudiando la Ciencia Cristiana y orando. Sus oraciones lo capacitaron para ver que su ser, derivado de Dios, estaba intacto y era totalmente espiritual. Durante este tiempo se sintió muy cerca de Dios y tuvo la firme convicción de que sólo Dios podía estar efectuando el cambio en su corazón — la vivificación espiritual — que estaba experimentando. Estaba seguro de que su confianza en el tratamiento espiritual estaba produciendo un efecto sanador.
Dos meses después del accidente pudo doblar la rodilla. Un mes más tarde había mejorado tanto que pudo caminar y viajar nuevamente, actividades que su trabajo requería.
Continuó orando, viendo cada vez más que la relación del hombre con Dios nunca podía ser quebrantada o destruida en manera alguna. En la primavera había sanado por completo. Esto ocurrió hace años y la curación ha sido permanente. De hecho, cuando me contó hace poco de su experiencia me dijo que ya casi ni recordaba en cual rodilla tuvo el problema.
Posteriormente, la compañía de seguros insistió en que un médico le examinara nuevamente la rodilla. Así lo hizo, y se confirmó que la curación había sido completa.
Una vez más mi amigo comprobó que las curaciones en la Ciencia Cristiana son “supremamente naturales”. Percibió que los sentidos físicos, o sentidos materiales, siempre nos impresionan con el cuadro físico, o sea, cómo se ven las cosas, qué ve y siente la gente, qué es lo que se debe hacer humanamente. Mas la tarea primordial en la curación cristiana es despertar para percibir lo que el sentido espiritual, nuestro sentido verdadero, nos está siempre revelando. Este es un requisito esencial que nos capacita a todos para experimentar mejores curaciones y ser mejores sanadores.
Ser Científico Cristiano es sanar. Esto es lo que la Sra. Eddy percibió que sería posible a medida que la genuina identidad del hombre creada por Dios se fuera comprendiendo más cabalmente.
La curación verdadera comienza con una disposición de nuestra parte de querer agudizar nuestra propia comprensión de lo que es el sentido espiritual. No hay otro modo de hacerlo. ¿Y qué es el sentido espiritual? La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante de comprender a Dios”. Y más adelante, en otro pasaje, escribe: “Cuando se aprenda que el sentido espiritual, y no el material, transmite las impresiones de la Mente al hombre, entonces se comprenderá la existencia y se reconocerá que es armoniosa”.
Sólo el sentido espiritual “transmite las impresiones de la Mente al hombre” y así conduce hacia el ser armonioso, en otras palabras, hacia la curación. Y la clave, el quid, por así decirlo, es el comprender mejor a Dios. Es esforzarse consciente y constantemente por comprender con mayor claridad que Dios es Mente, la única Mente divina, la fuente perfecta e infalible del verdadero ser de cada uno de nosotros. Es esforzarse consciente y constantemente por comprender mejor que Dios es Espíritu, el Espíritu infinito, el único creador y arquitecto del hombre. Vemos, entonces, que el hombre por ser creación del Espíritu, por ser creación de la Mente, es totalmente espiritual. Y éste es nuestro verdadero ser.
El concepto que abrigamos acerca de nosotros mismos de que somos entidades biológicas y materiales, simplemente no es la verdad del ser. Es una falsa representación — y a menudo una lamentable falsa representación — de la gloriosa creación de Dios, el hombre, creado y mantenido solamente por Dios. Por lo tanto, nuestra verdadera identidad es, y sólo puede ser, aquella para la cual Dios, el Espíritu, la Mente, nos creó: la semejanza espiritual de Dios, por siempre completa, perfecta y subordinada sólo al bien.
Esto es lo que revela el sentido espiritual. El sentido espiritual, por proceder de Dios, discierne sólo el bien, conoce sólo el bien, y está consciente sólo del bien. Este bien se manifiesta no solo en salud sino también en santidad, armonía, en bienestar general, felicidad y alegría. Realmente, esto es todo lo que es verdadero acerca de cada uno de nosotros.
En nuestra sociedad, tan gobernada por los números hoy en día, y con todas las cifras con que, a menudo inconscientemente, nos identificamos — edad, tarjeta de crédito, cuenta bancaria, teléfono, etcétera — es importante recordar quiénes y qué somos realmente.
Oí hablar de un letrero en un banco que decía: “En el First National Bank, usted es más que simplemente un número. Usted es dos números, un guión, tres números más, otro guión, y entonces, ¡otro número!”
No obstante, dejando a un lado las bromas, ésa no es la verdadera identidad de nadie. A medida que día a día profundizamos nuestra comprensión de que Dios es la Mente divina y el Espíritu infinito, descubrimos quiénes y qué somos realmente como la semejanza infalible y perfecta de la Mente, como la semejanza eterna e indestructible del Espíritu. Ni números, ni guiones, ni tan siquiera apariencias y condiciones físicas — buenas o malas — forman parte de nosotros. En la proporción en que diariamente descubrimos esta verdad y afirmamos nuestro verdadero ser a semejanza de Dios, nos volvemos más receptivos al sentido espiritual, a la verdadera presencia del Cristo en nuestro pensamiento. Esta naturaleza a la semejanza del Cristo es inherente a cada uno de nosotros, estemos o no conscientes de ello. De manera que nunca podemos realmente estar separados de esta naturaleza. Pero sí necesitamos comprender que siempre ha estado allí. Es la influencia divina en la consciencia humana.
¿Qué es, entonces, lo que trata de restar importancia, de empequeñecer, y hasta de mofarse de cualquier referencia que se haga a la espiritualidad del pensamiento cuando se trata de la curación física? ¿Qué es lo que se niega a creer o hasta admitir cualquier curación de una condición grave efectuada prescindiendo de remedios materiales? ¿Qué es lo que se vale de cualquier argumento para desalentar a cristianos fieles a depender completamente de su confiable Dios para obtener la curación?
En cada caso es la suposición materialista y equivocada de que el hombre es mortal y que ha de ser tratado solamente como tal. De esto se trata cualquier sistema material de tratamiento. Si aceptamos tales puntos de vista podemos creer que debemos reconocer los remedios materiales y los tratamientos médicos como la autoridad final en todos los asuntos de salud y curación.
Pero, ¿es esto lo que el cristianismo básico revela acerca de la naturaleza del ser? Por cierto que no es lo que Cristo Jesús enseñó. Jesús constantemente mostraba a sus seguidores — y esto nos incluye a nosotros hoy en día — que podemos recurrir a Dios sin reservas para obtener curación. De hecho en el Evangelio según Juan específicamente dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. El esperaba que sus seguidores se adhirieran a sus enseñanzas y ejemplo, y sus métodos eran siempre totalmente espirituales nunca materiales.
¿No debiéramos, entonces, mantenernos ahora más alerta que nunca para detectar los esfuerzos que intentan acallar, menospreciar y sofocar la confianza en la curación cristiana, o sea, la curación espiritual?
La Ciencia Cristiana se adhiere a las enseñanzas y métodos de Jesús. Aprendemos que la Mente divina — no la mente humana u opiniones humanas de ninguna índole — es el único gobernador que tenemos. La Mente divina es soberana en cada detalle de nuestra vida. La Mente divina reina supremamente y mantiene toda salud, integridad y bienestar. La Mente divina no está subordinada a los sentidos físicos, a los sentidos materiales, ni actúa mediante ellos. Como leemos en el libro de 1 Crónicas en el Antiguo Testamento: “Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos”.
A medida que devotamente afirmamos la supremacía de Dios, agudizamos nuestra percepción del sentido espiritual. Entonces el dominio que los sentidos materiales han ejercido en nuestra consciencia comienza a ceder, y, finalmente, deja de tener poder y ya no puede influirnos. Deja de impresionarnos y nos liberamos de sus efectos mesméricos. Así, obtenemos más y más evidencias de curaciones espirituales en nuestra vida y en la vida de otros.
¡Cuán importante es, entonces, no oscilar, ni hacer concesiones ni fluctuar en percibir cada día con mayor claridad que la Mente, y sólo la Mente, es Todo!
El punto clave es que nadie puede hoy en día darse el lujo de retardar en su pensamiento su desarrollo espiritual. Tal tardanza espiritual en nuestra manera de pensar no es nada más que el anticristo que actúa en la consciencia humana, tratando de ser aceptado como la creencia legítima y establecida del mundo.
Cuando nos sentimos apáticos o indiferentes en lo que respecta a nuestro desarrollo espiritual — y esto incluye la renuencia a poner los sentidos materiales en su lugar, por así decirlo — podemos tener la seguridad de que tal indiferencia o duda es el anticristo. ¿Qué hacemos entonces? Exactamente lo que Jesús hizo cuando en el desierto fue tentado a creer que hay otro poder fuera de Dios. En Mateo, leemos que dijo: “Vete, Satanás”. Hoy día podríamos decirlo de esta manera: “¡Lárgate!” Y lo que nos ayuda a decirlo con firmeza y con profunda convicción es dejar que únicamente el sentido espiritual transmita “las impresiones de la Mente al hombre”, mantener el pensamiento firmemente en la verdad de la identidad del hombre como hijo perfecto de Dios, la Mente divina, el Espíritu infinito.
A medida que somos más perseverantes en hacerlo, veremos que el anticristo en cualquier forma que aparezca, se derrumba ante su nada. La Verdad prevalecerá. Esta es la promesa que Dios nos hace a todos cuando nos mantenemos firmes con El.
El asunto se resume así: ¿Estamos cada día haciendo el esfuerzo por comprender mejor la intachable y eterna armonía del hombre como hijo perfecto y espiritual de Dios? Esta es la demanda que se nos hace a todos hoy en día si hemos de obtener un mayor sentido de paz, felicidad y salud en nuestra vida, y si realmente queremos hacer algo para ayudar a nuestro mundo a despertar espiritualmente a una comprensión mayor, más semejante al Cristo, del poder, bondad y amor fundamentales y supremos de Dios. Todo podría resumirse en seis palabras: agudizar nuestro conocimiento del sentido espiritual.
Ahora bien, ¿qué dice usted? ¿Haremos esto? Y recuerde, Dios está con nosotros a cada paso del camino, dándonos todo lo que necesitamos, guiándonos hacia la victoria y el triunfo. ¿Qué más podemos pedir?
Los Practicistas De La Ciencia Cristiana dedican su tiempo a ayudar a otros por medio de la oración. Si usted necesita ayuda — o si sencillamente desea saber más acerca de la Ciencia Cristiana — puede ver, al final de esta publicación, una lista de practicistas de habla hispana que dedican todo su tiempo a la obra de curación. En The Christian Science Journal se publica una lista completa de aquellos practicistas que se dedican a este ministerio de curación. Puede obtener estas publicaciones periódicas en cualquier Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Consulte la lista de iglesias y sociedades al final de este Heraldo o el directorio telefónico para determinar cuál es la Sala de Lectura que le queda más cerca.