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Así como la plaza o el mercado en una comunidad es el lugar de encuentro para la gente y sus actividades, LA PLAZA es un lugar donde los lectores del Heraldo pueden compartir experiencias y lecciones que han aprendido mediante las revelaciones espirituales adquiridas al trabajar para la iglesia y la comunidad.

Carreras

Seminario

Del número de julio de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Buscar Trabajo. Desear tener menos trabajo. Esperar un cambio de carrera pero sintiéndose atrapado. Encontrar un empleo en una parte del mundo en la que predominan el desempleo y el subempleo. Tratar de mantener un equilibrio entre el tiempo que se dedica a los hijos y el que se dedica al trabajo fuera del hogar. Pensar que la existencia tiene que ser algo más que el tratar de “ganarse la vida”.

De alguna manera, tal vez pensemos que nuestra carrera define en gran parte lo que somos. ¿Qué pasa con el concepto que tenemos de nosotros mismos y el que tienen los demás sobre nosotros cuando perdemos nuestro empleo? ¿O cuando lo que hacemos no está a la altura de nuestro talento o capacidad?

El hombre al que los cristianos llaman su Mostrador del camino, una vez describió su carrera de este modo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Aun cuando era niño, Cristo Jesús explicó: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” ¿Es este punto de vista sobre el trabajo — tan inseparablemente unido al propósito espiritual — realmente pertinente para nuestra carrera individual? ¿O es sólo para unos pocos idealistas “santos” y no para los millones de personas que viven y trabajan a fines del siglo viente?

Hace poco hablamos con varios Científicos Cristianos de toda condición. Les preguntamos si una perspectiva espiritual sobre su carrera tiene sentido para “la gente común” que hace malabares entre sus esperanzas y talentos y las cuentas a pagar. La comunicación de cese de empleo, las necesidades familiares y las economías cambiantes. Todos respondieron, en esencia, afirmativamente. Veamos porqué.

“CUANDO LLEGO EL DESPIDO”

Nada Me Habia preparado lo suficiente para la sacudida que significó para mí el ser despedido de mi trabajo. En primer lugar, yo había orado antes de aceptar el cargo, como lo he hecho al dar la mayoría de los pasos importantes en mi vida. Había tenido una sensación muy fuerte de la practicidad del cuidado de Dios y de lo correcto de Su provisión. Pero de alguna forma, en el transcurso de varios años de trabajar en la misma organización, esta convicción debe de haberse transformado en algo un poco teórico, porque cuando me llegó la comunicación de que había sido despedido, salieron a la superficie algunas preocupaciones que tenía escondidas en lo profundo.

Los meses de desempleo no fueron unas vacaciones. En primer término, estaba sirviendo en mi iglesia local como Primer Lector, y ello me recordó constantemente que el servir a Dios es realmente una oportunidad ininterrumpida. También trabajé para aclarar los motivos de mi carrera, para renovar mi confianza en la guía de Dios, y para discernir cómo Dios, la Mente divina, estaba desarrollando la carrera en mi vida. Fui viendo con mayor claridad que toda la razón de ser es servir a Dios, y que la capacidad para hacerlo no depende de nada aparte de El.

Un pasaje que fue importante para mí de Ciencia y Salud dice: “Dios no está separado de la sabiduría que confiere. Tenemos que aprovechar los talentos que El nos da”. Había estado trabajando como redactor y escritor. Me vino la idea de usar mi talento para escribir y trabajar como escritor o redactor independiente. A medida que esa idea gradualmente fue tomando forma, se me ocurrió ponerme en contacto con una amiga que dirige una revista y depende con frecuencia de escritores independientes para escribir artículos. Cuando la llamé, ella necesitaba de inmediato un escritor que pudiera hacerse cargo de una tarea que otro escritor había rechazado. La investigación y la redacción del artículo tenían que hacerse dentro de límites estrechos de tiempo ya que debía aparecer en la siguiente edición de la revista. Pude ver que ésta era una oportunidad para ayudar. Cuando la redactora me ofreció la tarea, la acepté y la completé rápidamente.

Durante los cinco meses de oración y búsqueda de trabajo, me entrevistaron solamente para un cargo. Durante la entrevista inicial para ese trabajo, mi presunto empleador me dijo que unas cuatrocientas personas habían respondido al aviso del diario. Yo era una de la media docena que habían seleccionado para ser entrevistada. Se me hizo claro en el curso de la entrevista que el artículo que había escrito para la revista de mi amiga fue indispensable para ser considerado para el puesto, algo que yo jamás podría haber planeado ni previsto.

Cuando me invitaron a volver para una segunda entrevista, me dijeron que era uno de los dos finalistas para el puesto. El trabajo incluía redactar una revista, y en los pocos días siguientes antes de la segunda entrevista tenía la esperanza de estudiar cuidadosamente dos ejemplares de la revista y otro material sobre esa organización que me habían dado. También tenía que preparar la selección de textos bíblicos para la reunión del miércoles en la iglesia.

Cuando mi esposa se enfermó y me pidió que le diera tratamiento en la Ciencia Cristiana, estaba preparado para decirle que era mejor que le solicitara a algún otro que orara por ella. Pero pronto fue obvio para mí el hecho de que si mi propósito verdadero es servir a Dios, nada podía interponerse a la curación mediante el Cristo. Me dediqué de lleno a la preparación del servicio de la iglesia y también a orar por mi esposa. Ella sanó en seguida y la reunión de ese miércoles fue especialmente inspiradora.

La entrevista para el empleo era a la mañana siguiente. En poco rato reuní mis pensamientos y preguntas sobre la organización y su revista, pero me pasé orando la mayor parte del tiempo en que estuve despierto entre la reunión de la iglesia y la entrevista.

Lo que más agradecí cuando, finalmente, llegó el ofrecimiento de empleo fue el haber visto la mano divina en acción en la experiencia humana individual. Al responder a la dirección que había obtenido mediante la oración, me di cuenta de que la provisión práctica de la provisión de Dios reemplazó el temor. La oración que pone en evidencia esta provisión no es para unos pocos elegidos. Está al alcance de todos.

NO SIMPLEMENTE “UN MORTAL SUJETO A LAS TENDENCIAS PREDOMINANTES SOBRE EL EMPLEO”

Cuando Estaba viviendo los últimos años de mi adolescencia, se me hacía difícil encontrar empleo, a no ser que pagaran sueldo mínimo y el empleo fuera de tiempo parcial. Yo deseaba mucho ahorrar lo suficiente para proseguir un curso de estudios en particular. Puesto que las perspectivas parecían sombrías en mi lugar de origen, fui a una gran ciudad, pensando que los buenos empleos serían más fáciles de conseguir allí.

Durante las dos primeras semanas solicité trabajo en todos los lugares en que pude pensar, pero no recibí ninguna respuesta alentadora. Había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana por muchos años, y se me ocurrió que podía orar acerca de la situación. Por eso, en lugar de dedicar todo el día a buscar empleo, empecé a pasar la primera mitad de cada día en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Si bien había sido criado en la Ciencia Cristiana, sentía un profundo amor por ella y estaba agradecido por las curaciones que había experimentado mediante la confianza que tenía mi familia en la oración, ésta fue la primera vez que realmente estudié cuidadosa y diariamente la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Después de sólo unos pocos días, comencé a sentir que estaba cambiando profundamente. Empecé a verme como algo muy distinto a un mortal vulnerable a la tendencias económicas y laborales predominantes, con o sin habilidades humanas deseables. Vislumbré un poco más lo que la Biblia quiere decir al describir a Dios como Amor, como la Vida misma del hombre, el proveedor de todo el bien, el dador de nuestro propósito santo y útil.

Además noté que estaba perdiendo el temor a no encontrar trabajo. Poco tiempo después de esto, me ofrecieron empleo. Si el ofrecimiento me lo hubieran hecho unas semanas antes, probablemente lo habría aceptado apresuradamente. Pero incluía trabajar los domingos por la mañana, y esto habría significado no poder asistir a la Escuela Dominical. Oré lo mejor que pude para tomar la decisión correcta. Sentí que si podía despojarme del temor y de la voluntad humana, podía confiar en que sería guiado por la Mente divina, Dios, a quien estaba empezando a conocer como la única Mente, o inteligencia verdadera. No acepté el empleo.

Un par de días después, mientras me encontraba otra vez estudiando en la Sala de Lectura, me vino el pensamiento que debía visitar la institución que había sido mi preferida para trabajar. Con anterioridad, cuando había ido a su agencia de empleos en otra parte de la ciudad, me habían dicho que sería inútil que fuera porque simplemente no había empleo y no predecían que hubiera empleo en el futuro. Me repitieron lo mismo en las dos ocasiones en que volví a consultar más tarde. No obstante, tomé un ómnibus para ir a la institución, que estaba ubicada en las afueras de la ciudad, y me uní a un grupo de visitantes que estaban recorriendo el lugar. En el transcurso de esta excursión, me puse a hablar con una señora que trabajaba allí y le mencioné que tenía la esperanza de encontrar trabajo en esa zona. Todavía recuerdo que ella hizo una pausa por un momento y dijo que yo era exactamente la clase de persona que les gustaría que trabajara allí, que en dos semanas iban a tener una vacante para un empleo temporal y que si a mí me gustaba, ni siquiera iban a anunciar la vacante. Acepté.

Lo pasé especialmente bien trabajando allí. Empecé durante una parte del verano en la que hizo más calor de lo común, y disfruté trabajar fuera de la calurosa ciudad. Mi tarea requería que trabajara de mañana y luego tuviera un largo intervalo antes de volver a trabajar por la tarde; y aun ahora, veinte años después, tengo recuerdos felices de esas tranquilas horas pasadas al mediodía orando y estudiando en la sombra de un hermoso jardín. Cuando mi contrato llegó a su fin, había podido pagar todos mis gastos personales así como ahorrar la cantidad necesaria para poder estudiar lo que quería.

Desde entonces, he tenido muchos trabajos que me han dado satisfacción y han sida cada vez mejores. Mi sentido de que el empleo verdadero es servir a Dios y a mi prójimo también ha crecido. Pero cada vez que pienso sobre lo práctica que es la oración para revelar la forma de nuestras carreras individuales, recuerdo las lecciones que aprendí ese verano.

“EL RESENTIMIENTO DESAPARECIO”

Antes De Que naciera nuestro primer hijo, trabajé como maestra de escuela. Después pasé siete años muy ocupada en mi hogar con dos hijos chicos. Ahora que nuestro hijo menor se estaba acercando a la edad de empezar el jardín de infantes y teníamos que pagar la hipoteca de nuestra primera casa, comencé a pensar en trabajar fuera de casa, tal vez medio tiempo.

Poco después, antes de que hubiera solicitado algún empleo, la directora de la escuela pre-escolar a la que asistía mi hijo me pidió que considerara unirme a su personal para el siguiente año lectivo. Me dio un mes para decidirme.

El trabajo parecía muy bueno, y realmente me gustaba la maestra con la que trabajaría. Pero me di cuenta de que mi pensamiento se centraba más en cómo gastaría esta entrada extra. Además de ayudar con los gastos diarios, estaba muy segura de que iba a comprar un juego de comedor y de que toda la familia iría de vacaciones a un parque de atracciones. Si bien el sueldo era modesto, el trabajo parecía ideal porque podía llevar a nuestro hijo a la escuela conmigo, no tendría que pagar por él, y sólo quedaba a una cuadra de la escuela de nuestro hijo mayor. Por eso, después de unas pocas semanas, le dije a la directora que deseaba el empleo.

Me quedé pasmada cuando la directora me respondió que había decidido mantener la vacante abierta porque se había enterado recientemente que una ex maestra iba a mudarse nuevamente para esa localidad. Fui cortés, pero sentí un enorme resentimiento. Sentí que la retractación del ofrecimiento de empleo era como el incumplimiento de un contrato no escrito. Mis planes sobre cómo iba a utilizar el dinero se desvanecieron, y me sentí desilusionada y despojada.

Como pueden imaginarse la lectura de la Biblia en la reunión de nuestra iglesia esa noche empezó con “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Fue una dulce reprimenda; me dijo que no tenía que preocuparme por un sueldo material o por las cosas materiales que un sueldo podría comprar.

Aunque anhelaba arrepentirme, todavía tenía mucho antagonismo, indignación farisaica y voluntad humana que demandaban atención.

Al poco tiempo, noté unas seis verrugas en mis manos. Cuando las vi, de pronto se me ocurrió que no eran tanto bultos materiales como evidencias de resentimiento que bullían a la superficie para ser destruidas. No tuve temor, y decidí en esta oportunidad no llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana sino utilizar las herramientas que tenía a mano, especialmente la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana Tenía un sincero deseo de liberarme de los rasgos desagradables de carácter, y estaba humildemente pronta para escuchar lo que Dios me estaba guiando a hacer.

A medida que oraba, me vino el pensamiento de que toda la situación relativa al empleo tenía que ponerse en manos de Dios. El tema de la lección para esa semana era “El hombre” e incluía el pasaje de Efesios sobre despojarse del viejo hombre, que está viciado, y vestirse del nuevo hombre. También incluía el pasaje bíblico que nos exhorta: “...tenga la paciencia su obra completa para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” [énfasis agregado]. Y de los Salmos: “En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa”.

Empecé por despojarme del egotismo, del antagonismo y de la voluntad humana. Las explicaciones sobre el hombre en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, me dieron la seguridad de que como idea del Amor, podía incluir en mi consciencia sólo ideas amorosas. No podía incluir ningún pensamiento poco amable. Dejé de argumentar mentalmente con la directora o de intentar deducir cómo podría tratar de manipular la situación. El himno N.° 134 del Himnario de la Ciencia Cristiana fue mi lema:

Tu mano en todo puedo hallar
Y todo en Ti, Señor;
Mis pasos guías por mi bien,
Tú vuelves gozo mi pesar.

En menos de una semana desaparecieron las verrugas, y mis manos estuvieron completamente limpias. Pude expresar sincera amistad cuando veía a la directora; el resentimiento había desaparecido. A medida que me ocupaba de mis tareas domésticas me sentía cada vez más feliz con mi trabajo de atender a una joven familia. La calma reemplazo a los pensamientos perturbados sobre la provisión.

Como resultado, al siguiente año siguiente tuve un empleo de medio tiempo en otra escuela; me ofrecieron un empleo distinto que estaba más de acuerdo con mi experiencia anterior y con mi campo de interés. Ese año aporté a mi empleo un sentido más seguro de que Dios provee la carrera para cada uno de Sus hijos.

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