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Emancipación mental que se obtiene mediante el poder de Dios

Del número de julio de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Nuestros Esfuerzos por progresar, a veces podemos sentir que elementos ocultos nos estorban de alguna manera, o más aún, que algún poder mental invisible está impidiendo nuestro progreso. La educación humana, la tradición cultural o la superstición pueden habernos inculcado ciertos miedos que nos salen al paso a medida que progresamos.

Recurrir a la Biblia en busca de inspiración y fortaleza ha ayudado a muchos a superar esos pensamientos de temor que a veces parecen entrar en acción cuando estamos prontos para emprender una nueva aventura, un nuevo empleo o mayores responsabilidades.

En la Biblia encontramos inspiración en innumerables pasajes que hablan directamente a la persona, y podemos leerlos con corazón abierto y receptivo, prontos para que Dios, la Mente divina, nos instruya. Uno de mis versículos favoritos se encuentra en el libro de Isaías: “... yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”.

El Antiguo Testamento relata cómo individuos de pensamiento espiritualizado enfrentaron condiciones adversas, superándolas al confiar en Dios mientras cumplían la tarea que tenían encomendada. Veamos la historia de José. Era el penúltimo en una familia de doce hermanos. Los mayores no podían aceptar el hecho de que José fuese, gran parte del tiempo, el centro de atención y afecto de su padre. Llevados por los celos, sus hermanos terminaron vendiendo a José como esclavo.

Ahora bien, uno podía pensar que José tenía suficientes motivos para sentirse frustrado, amargado, infeliz, y que quizás hasta tenía derecho a planear una venganza contra sus hermanos mayores. Pero cuando leemos su historia en el libro del Génesis, vemos que José se ocupó de hacer el bien y de sobresalir en lo que hacía, aun cuando era esclavo. Estaba cerca de Dios, ocupado en expresar allí donde estaba y a todos, lo que eran cualidades realmente morales y espirituales, como bondad, amabilidad, integridad, espontaneidad: cualidades realmente buenas.

No tuvo una vida fácil. Pero mentalmente era libre; pudo pensar correctamente y actuar de esa manera. Pasó del cautiverio a una posición que le permitió atender la necesidad de miles de personas en un período de hambre.

¿Qué es lo que trae una emancipación mental como ésta? La Ciencia Cristiana explica que nosotros también podemos liberarnos del cautiverio, físico o mental, a través de un mayor entendimiento espiritual de Dios. Dios, la Mente divina, le da al hombre dominio. La identidad espiritual de la creación de Dios — nuestra verdadera identidad como idea de Dios — es completa y está infinitamente provista de todos los recursos necesarios. Cada idea espiritual está unida para siempre a la Mente omnipotente y divina y, por lo tanto, nunca está limitada, necesitando oportunidades, desempleada, sola o en una situación sin salida.

Cuando las circunstancias que nos rodean parecen terribles y sin solución aparente, ése es el momento de despertar y reclamar nuestra identidad espiritual, es decir, que Dios, el bien, es la única causa verdadera y que nosotros, individualmente, somos el efecto consciente de esa causa perfecta. Como resultado, tenemos la habilidad otorgada por Dios para desarmar y vencer cualquier poder esclavizante y opuesto, cualquier influencia limitada y errónea.

Un hombre oriundo de Brasil, que vivía en una zona tropical de su país, se dio cuenta de que la época de verano a menudo le ocasionaba un malestar físico desagradable que lo llevaba casi al desmayo. Este problema lo había molestado desde que era adolescente. Aunque era estudiante de la Ciencia Cristiana, fue poco lo que hizo para enfrentar específicamente estos síntomas.

Pasaron muchos años y fue elegido Primer Lector de su iglesia filial. Las cosas marchaban bien, pero en el segundo año de su período en el cargo, el problema volvió a presentarse. El verano era excesivamente caluroso, fuera de lo común, y él estaba sintiendo sus efectos.

Empezó a llevar un ventilador eléctrico a la iglesia para tener un poco de aire fresco durante los servicios. Al poco tiempo tuvo que colocar el ventilador más cerca porque no sentía el fresco suficiente.

Pero un domingo olvidó llevar esa ayuda temporaria. Durante el servicio de esa mañana los síntomas físicos se manifestaron más fuertes que nunca.

Mientras el Segundo Lector, su colega en el servicio, leía pasajes de la Biblia, él estaba buscando la ayuda divina. Recordó la asamblea de miembros en la cual había sido electo. No fue su propia voluntad lo que lo llevó a ser Lector. Sí, se había estado preparando espiritualmente para cumplir con este cargo, en caso de que surgiera la oportunidad; por lo tanto, él se sentía bien preparado y divinamente facultado para defender su derecho espiritual a conducir ese servicio sanador. Negó que esos síntomas agresivos tuvieran autoridad y vio que no tenían poder derivado de Dios, ni presencia verdadera.

Al orar, la oscuridad que enturbiaba su visión se disipó y pudo ver un poco mejor. Al mirar el libro Ciencia y Salud por la Sra. Eddy para prepararse para leer la siguiente sección de la Lección-Sermón de esa mañana, que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, esto fue lo que encontró: “La Verdad trae los elementos de la libertad... El poder de Dios libera al cautivo. Ningún poder puede resistir al Amor divino. ¿Qué es ese supuesto poder que se opone a Dios?”

Inmediatamente el Cristo iluminó su pensamiento y percibió que no hay poder que se pueda oponer al poder divino. Nunca existió ese poder. Fue como si una brisa espiritual de aire fresco de pronto se hubiera levantado, disipando la oscuridad mental que pretendía tener dominio sobre él.

A pesar del calor agobiante que todavía hacía, leyó con comodidad hasta el final del servicio dominical. Pero la liberación que acababa de experimentar lo hizo leer con gran gozo y convicción.

Ese fue un servicio dominical inolvidable, un poste indicador en el progreso espiritual de esa persona.

Después de algún tiempo, cuando este Lector estaba compartiendo esta experiencia con su padre, éste le dijo que él había tenido síntomas similares. El Científico Cristiano se sintió impulsado a leer nuevamente en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, el pasaje que había traído luz a su curación espiritual. El pasaje completo está en las páginas 224 y 225 y dice lo siguiente: “La Verdad trae los elementos de la libertad. Su estandarte lleva el lema inspirado por el Alma: ‘La esclavitud está abolida’. El poder de Dios libera al cautivo. Ningún poder puede resistir al Amor divino. ¿Qué es ese supuesto poder que se opone a Dios? ¿De dónde viene? ¿Qué es aquello que ata al hombre con cadenas de hierro al pecado, la enfermedad y la muerte? Todo lo que esclavice al hombre es contrario al gobierno divino. La Verdad hace libre al hombre”.

Para su sorpresa, vio que en el margen de este párrafo aparecían las palabras Emancipación mental.

Entonces percibió que tenía que continuar con esta libertad mental, no porque hubiera pasado cierta edad, sino porque el hombre, en su verdadera identidad, es espiritual y no material. Este entendimiento espiritual es liberador. Elimina límites, desata, quita las restricciones y trabas que la creencia material tiende a imponer a niños y adultos cuando se los prueba y evalúa de acuerdo con las normas mortales de rendimiento. Muchas veces éstas son las cadenas ocultas que conducen a la frustración, al fracaso y metas no alcanzadas, que acompañan a la gente durante toda la vida.

Es importante que entendamos que somos emancipados por medio de las leyes espirituales que practicó Cristo Jesús. Él nos enseñó a ejercer el dominio que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros por ser Sus hijos. La Ciencia del Cristo nos enseña a orar y a trabajar con vigilancia para permanecer libres de influencias erróneas. Nos muestra que somos libres y capaces de tomar decisiones acertadas con amplios resultados que nos bendicen a nosotros, así como a los demás.

Para los amados hijos de Dios es natural ser saludables y libres, y ver el bien y el constante progreso en nuestra vida.

Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino,
cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo:
¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!...
Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos,
y en seguida recibieron la vista;
y le siguieron.

Mateo 20:30, 34

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