Hoy Dia Los noticieros parecen estar llenos de informe sobre las luchas de los desamparados, los pobres y las familias con solo una madre o un padre. He encontrado que la Ciencia Cristiana da las respuestas que nos ayudan a ver que estos desafíos se vuelven oportunidades para encontrar una manera de vivir más satisfactoria y productiva.
Mi papá falleció cuando yo tenía tres años, pero nunca me sentí sin padre. Una de las primeras lecciones que mi mamá me enseñó es que Dios es el verdadero Padre y Madre de todos. Muchos años antes mi mamá tuvo una curación instantánea después de leer el capítulo “La oración” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy y aprender que Dios no es solo nuestro Padre, sino también nuestra Madre. Los médicos le habían dicho que tenía tuberculosis y que le quedaba menos de un año de vida. Sin embargo, cuando comprendió la verdad espiritual de que Dios era su Padre y Madre verdaderos, un resentimiento de muchos años hacia sus padres sanó, al igual que la tuberculosis. La hemorragia cesó, ella recuperó el peso que había perdido, y empezó a sentirse verdaderamente viva por primera vez en su vida.
Mi mamá no sabía prácticamente nada acerca de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana cuando tuvo esta curación, pero más tarde llegó a ser practicista de la Ciencia Cristiana y tuvo su anuncio en The Christian Science Journal por más de cuarenta años. A medida que yo crecía, mi mamá nunca me dio sermones, ni me dijo que tenía que ir a la Escuela Dominical, o que tenía que leer las Lecciones Bíblicas semanales que aparecen en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Ella simplemente vivía la Ciencia Cristiana con tanto gozo y plenitud que yo no pude más que amar la Ciencia y querer saber más de ella por mí misma. Iba feliz a la Escuela Dominical y leía la lección con mucho gusto.
Esto fue durante la depresión de los años treinta, y hubo veces en que no sabíamos de dónde iba a salir nuestra próxima comida, pero ésta nunca nos faltó. En una ocasión nos sacaron de nuestra casa, pero por medio de las oraciones de mi mamá y su fe en el cuidado materno y paterno de Dio, nos mudamos a un sitio más pequeño y lo “llenamos” con la esperanza del bien. Nunca recuerdo haberme sentido pobre o desalojada. Eramos ricas en el Espíritu.
También hubo curaciones físicas. Cuando tenía nueve años, me arranqué una rótula al saltar de una terraza alta y caer con fuerza golpeándome la rodilla contra la orilla afilada de una acera de concreto. Me llevaron a casa con mi mamá, quien me consoló y me aseguró que el amor de Dios estaba atendiendo todas mis necesidades. El dolor cesó y no tuve miedo. Recibí tratamiento en la Ciencia Cristiana, y por medio de la oración persistente, en cuatro meses se formó una nueva rótula.
Después de graduarme del bachillerato, no parecía que pudiéramos pagar para matricularme en la universidad, pero confiamos en que el Amor divino abriría el camino y así lo hizo. El ingreso mensual de la práctica de la Ciencia Cristiana de mamá casi se duplicó, abasteciendo mi necesidad y la de ella.
Los años que siguieron trajeron más oportunidades para aumentar mi comprensión y demostración de la revelación de la Ciencia divina que tuvo la Sra. Eddy. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, me invitaron a unirme a un grupo llamado los “Eaglets” para tomar lecciones de vuelo con la expectativa de que la Fuerza Aérea necesitara mujeres piloto para vuelos de rutina en el frente. Más tarde, cuando la Fuerza Aérea estableció el programa de Servicio de Mujeres Pilotos de la Fuerza Aérea (WASP), completé el entrenamiento y llegué a ser ingeniero piloto de pruebas. Este fue un período de muchos desafíos, pero mi confianza en que Dios me daría lo necesario a diario nunca me falló.
Conocí a mi esposo en el servicio militar. El también era piloto y había sido educado en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana como yo. Criamos dos hijos en la Ciencia Cristiana y hemos tenido cuarenta y siete años de maravillosas oportunidades de probar que el hombre realmente vive en el universo espiritual, no material, y que el hombre es en verdad la idea de Dios. Hemos tenido muchas curaciones a lo largo de los años, y estoy realmente agradecida.
Portland, Oregón, E.U.A.
