Hubo Un Momento en la historia temprana del movimiento de la Ciencia Cristiana en que un grupo de seguidores de la Sra. Eddy se estaba aferrando a ella personalmente como la fuente de las bendiciones divinas. Algunas evidentemente pensaban que el solo hecho de ver a la Sra. Eddy podía sanarlos; iban a su casa o se quedaban a la espera en la ruta que recorría su carruaje, sólo para verla pasar. Era como si estas equivocadas personas hubiesen tratado de contagiarse de la santidad y la salud, ¡como una especie de salvación por asociación!
Cuando la Sra. Eddy vio que algunos le otorgaban un predominio en su vida que sólo Dios debía tener, tomó medidas. Incluyó un Estatuto en el Manual de La Iglesia Madre prohibiendo tal idolatría. Y escribió un artículo en The Church of Christ, Scientist, and Miscellany titulado “Contagio personal” en el cual advierte: “Jamás hubo una religión o filosofía que se perdiera para los siglos excepto por haber sumergido su Principio divino en la personalidad. ¡Que todos los Científicos Cristianos reflexionen sobre este hecho, y den libre curso a sus talentos y a sus amorosos corazones, sólo en la dirección correcta!”
Enérgicas palabras para los Científicos Cristianos, de entonces y de ahora.
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