El Sufrir Con y por Cristo Jesús se considera una de las virtudes cristianas fundamentales en muchas partes de la región cultural llamada, principalmente por los políticos de la época después de la Segunda Guerra Mundial, “Europa Oriental”.
Desde temprana edad, los hombres y mujeres de aquí, sienten frecuentemente que el sufrimiento que han enfrentado, les permite identificarse fácilmente con la injusticia y el sufrimiento que Jesús enfrentó en la cruz. Sin embargo, también es tentador sentirse distanciado de la gloria suprema del sacrificio que se percibe claramente en su resurrección y ascención.
Mucha de la historia de esta parte del mundo incluye guerras, insurrecciones, largos períodos de sometimiento a la ocupación extranjera, crisis económicas, y otras atrocidades. Para muchos la vida parece ser un ciclo de sufrimiento eterno.
En tal situación, la gente con frecuencia se siente tentada a caer en la apatía, perder la esperanza y la expectativa del bien, a volverse incapaces de percibir “la corona de regocijo” de la cual habla la Biblia.
La Ciencia Cristiana puede entrar aquí como una gran ayuda, trayendo curación y alivio a los corazones afligidos, como fue el caso de la autora de este artículo cuando encontró esta religión. La Ciencia Cristiana, que Mary Baker Eddy descubrió y fundó a fines del siglo diecinueve en la costa este de los Estados Unidos, gradualmente ha estado llegando a otras partes y otros países, trayendo bendiciones a todos los continentes del mundo.
Cuando por primera vez me ofrecieron el libro más importante escrito por la Sra. Eddy, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, me sentí atraída de inmediato por el emblema que aparece en la cubierta del libro. Lo encontré muy atractivo y, a la vez, me pregunté qué significaba.
El diseño es una cruz y una corona, y a su alrededor están escritas las palabras de Jesús: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios”. La amable señora que me entregó el libro me explicó que esa marca registrada aparece en toda la literatura autorizada de la Ciencia Cristiana.
En aquel tiempo, yo estaba estudiando en una ciudad de la costa oeste de los Estados Unidos por unos meses, haciendo una investigación como parte de un programa de intercambio cultural. Durante ese tiempo visité con bastante regularidad una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, especialmente para poder leer las noticias y comentarios sobre mi país, como se informa en el periódico The Christian Science Monitor. Recuerdo que cuando le pregunté a la bibliotecaria sobre la cruz y la corona, me dijo que el mensaje de este emblema es fundamental para las enseñanzas de la denominación. Más tarde, cuando me hice miembro de la Iglesia, comprendí mejor lo que esto significaba.
Aprendí que Cristo Jesús, nuestro Salvador, y todo lo que sabemos de él por la Biblia, es muy esencial. Los relatos evangélicos del ministerio de Jesús demuestran que él no solo sanó la dolencia y la enfermedad sino que esperaba que otros, al expresar el espíritu de la Verdad, o el Cristo, hicieran lo mismo. La Ciencia Cristiana explica que el Cristo, la Verdad, es la idea divina de Dios, la expresión plena de la naturaleza espiritual y eterna de Dios. Jesús fue la expresión más elevada del Cristo en la tierra, el gran Modelo para nosotros, sus seguidores. Los estudiantes de esta Ciencia aceptan la exactitud del relato en la Biblia de la crucifixión y su terrible sufrimiento físico. Sin embargo, sienten que es igualmente importante comprender, apreciar y aceptar como hechos históricos su resurrección de la sepultura y su ascención. Jesús sufrió por todos los mortales para poder demostrar a la humanidad la gloria de la salvación. Por su resurrección Jesús probó que la vida es inmortal, indestructible y eterna; a través de su ascención probó que la vida está en Dios, que es espiritual y no material.
DeWitt John explica en su libro, La manera de vivir en la Ciencia Cristiana, que la genuina “apreciación del Salvador encierra no solo el sacrificio, sino también la incomparable victoria sobre la carne; no solo la agonía de Getsemaní, sino también la tumba vacía; no solo la tristeza del Calvario, sino también la alegre buena nueva: ¡Cristo ha resucitado!”
Cristo Jesús señala y alumbra el camino de la salvación, pero cada uno tiene que hacer su parte, tanto al tomar la cruz como al ganar la corona. La Sra. Eddy hace eco de las palabras de Pablo cuando escribe en Ciencia y Salud: “Necesitamos a ‘Jesucristo, y a éste crucificado’. Necesitamos de pruebas y de abnegaciones, así como de gozos y de victorias, hasta que todo el error sea destruido”. Cada día y cada momento traen nuevas oportunidades.
La disposición de insistir mentalmente en que la perfección y la armonía del hombre están constantemente presentes porque son espirituales y sostenidas por Dios traen la victoria sobre las quejas mentirosas de los sentidos físicos. El libro Ciencia y Salud declara: “San Pablo dijo: ‘Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado’. (1 Cor. 2:2.) La Ciencia Cristiana dice: Me propongo no saber entre vosotros nada sino a Jesucristo, y a éste glorificado”.
Hace algunos años, cuando encontré estas enseñanzas durante aquella visita a los Estados Unidos, mi país estaba atravesando por un gran problema; estaba amenazado por el peligro de una inmediata invasión extranjera. Francamente, lo que más deseé en ese momento fue el no tener que regresar a mi país y, preferiblemente, quedarme en los Estados Unidos. Comencé a hacer trámites con ese fin. Hasta logré traer a dos miembros de mi familia para que se quedaran conmigo.
Toda esta situación fue muy angustiosa para mí, pero yo ya estaba estudiando Ciencia y Salud con regularidad y encontraba que mi manera de pensar estaba cambiando, haciéndome más receptiva a la purificación, la espiritualización y la curación.
Cuando mi esposo y mi hija rechazaron mis esfuerzos para persuadirlos de que se quedaran en los Estados Unidos, los sentimientos con los que tuve que tratar parecían una enorme cruz con la que tenía que cargar: gran temor, resentimiento, pena de mí misma, frustración, desilusión y otros más. Pero debido a todo lo que había estado aprendiendo sobre mi verdadera relación con Dios por ser Su expresión perfecta y totalmente espiritual, estaba segura de que la oración me mostraría la manera de probar algo del dominio que Dios me había dado sobre las circunstancias humanas amenazantes que mi familia y mi país entero estaban enfrentando.
Cuando estábamos en el avión, durante nuestro largo vuelo a casa, ya podía sentir la gratitud profunda por la curación que se estaba llevando a cabo en mi pensamiento. El temor estaba cediendo a la esperanza. Por ejemplo, en vez de sentir temor de la situación en mi país, estaba anticipando con ansias encontrarme con miembros de un grupo de Científicos Cristianos de cuya existencia acababa de enterarme. Me habían dicho que se reunían regularmente en mi pueblo con el propósito de celebrar servicios religiosos. ¡Fue una gran noticia para mí! En vez de sentir resentimiento contra algunas personas o algunos acontecimientos en mi país, estaba abriendo mi corazón para sentir mayor compasión e inspiración, y estar mejor preparada para ayudar. En vez de sentirme con pena de mí misma, ya estaba dispuesta a realizar un examen de consciencia honesto. La frustración estaba cediendo y me permitía percibir los diferentes aspectos de algunas actividades muy fructíferas en las que podría participar. Y la desilusión y otros sentimientos negativos estaban esfumándose porque, en realidad, no eran nada. Podía sentir que el Cristo, el poder divino de Dios, traía la luz sanadora a mi pensamiento.
No vale la pena imaginarse cómo habría sido la vida de los miembros de mi familia si nos hubiésemos quedado fuera de nuestra patria. Lo que se puede evaluar es la experiencia que tuvimos viviendo en el país por más de diez años. Hemos recibido bendiciones en abundancia, a pesar de los aparentes sufrimientos y condiciones difíciles.
Cada situación trae oportunidades para sanar a través de la oración para que así podamos pasar del sufrimiento material y mortal — del error — a la consciencia de la armonía divina y eterna, y al gozo. He experimentado en mi diario vivir cierto grado de transformación desde llevar la cruz hasta ganar la corona.