La Biblia Exhorta a hombres, mujeres y niños a alabar a Dios. De hecho, el libro de Salmos termina con las siguientes palabras: “Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya”.
Esta exhortación bíblica encontró eco en mí, en mi niñez, cuando me dieron a conocer las Escrituras. De manera que aun cuando era alumna de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, fue importante para mí dar un testimonio de curación en un servicio vespertino de los miércoles. Dudaba de mi habilidad para hacerlo bien, pero al final descubrí que expresar gratitud es un acto de amor.
El rey de mi nación era muy amado y yo abrigaba el deseo de ser quien le presentara las flores cuando él presidiera la exhibición ecuestre internacional que tendría lugar en mi vecindario. Al considerar esta posibilidad, se me ocurrió que si yo podía expresar mi gratitud al rey de una manera aceptable, era totalmente capaz de expresar mi gratitud a Dios sin dificultades. Estas palabras del salmista continuamente venían a mí: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo? ... Ahora pagaré mis votos a Jehová delante de todo su pueblo”.
Al sentirme así motivada, me libré del temor y di mi primer testimonio en una iglesia muy grande. Hablé de una experiencia que mi hermana había tenido durante la cual sanó rápidamente de un bulto en el cuello. El recuerdo de ese primer testimonio es un continuo recordatorio de que alabar a Dios, el Amor siempre presente es una poderosa fuerza sanadora.
Durante los años que siguieron he comprobado el poder de la oración como se practica en la Ciencia Cristiana de diversas maneras: un empleo en el que me siento a gusto y donde he ido progresando, protección en tiempos de guerra, abundancia en lugar de carencia, un matrimonio feliz, y también curaciones físicas. Fueron pocas las veces que tuve necesidad de tener una curación física, y en mi caso lo atribuyo al hecho de haber aprendido las enseñanzas de la Ciencia Cristiana en mi niñez.
No obstante, hace unos años recuperé completamente la salud, el vigor y la libertad de lo que parecía ser una artritis aguda que amenazaba dejarme discapacitada. Mediante la oración se produjo la curación completa. Esta curación me volvió a confirmar una verdad espiritual que había aprendido un tiempo antes: puesto que todo movimiento verdadero se origina y procede de la Mente única, Dios, la materia no puede interferir en ello. En realidad, Dios es la fuente de toda acción, y el hombre refleja esta actividad espiritualmente, no es impulsada por lo físico. Me sentí especialmente agradecida por comprender este hecho con más claridad.
Durante esta curación tuve el privilegio de permanecer durante un tiempo en un sanatorio de la Ciencia Cristiana, y nunca olvidaré el firme entendimiento espiritual del practicista que me dio tratamiento en la Ciencia Cristiana, y el cuidado compasivo y profesional de los enfermeros de la Ciencia Cristiana, así como de todo el personal del sanatorio.
Siento una profunda admiración y respecto por el amor abnegado y la constante confianza en Dios que capacitaron a la Sra. Eddy para establecer la Causa de la Ciencia Cristiana. Ella siguió al Mostrador del camino, Cristo Jesús, cuyo amor y obediencia a Dios continúan iluminando nuestra vida. Por esto estoy profundamente agradecida.
Vancouver, Columbia Británica,
Canadá
